El poder multiplicador del impacto colectivo

HAZ31 octubre 2012

El impacto se ha convertido en la estrella invitada de todas las fiestas. Tanto los financiadores públicos como los privados (donantes particulares y empresas), quieren comprobar, especialmente durante esta crisis, que su dinero contribuye realmente a cambiar las cosas. El término ‘impacto’, junto con sus primos los resultados y el cambio, forma parte ya de la jerga habitual de los expertos sociales y culturales.

Hace apenas dos años se acuñó el concepto de ‘inversiones de impacto’ para referirse a aquellas inversiones que intentan conciliar los objetivos de rentabilidad y las motivaciones filantrópicas. Las administraciones públicas no se quedaron a la zaga y respondieron con la expresión ‘pago por resultados’. Cualquier ONG que solicite ayuda, a partir de ahora, si quiere recibir financiación, tendrá que demostrar los resultados de su actividad. ¡Se acabaron las subvenciones a fondo perdido!

En esta fiebre por evaluar los resultados los consultores han visto una oportunidad de negocio y cada trimestre anuncian el lanzamiento de una nueva herramienta que, según ellos, permitirá medir más y mejor el impacto de las iniciativas.

Un conocido humorista reflejaba la situación actual con tres viñetas. En la primera aparecía un lobo solitario aullando a la luna; en la segunda dos lobos se habían unido al primero; en la tercera toda una manada aullaba a la luna mientras uno de los lobos pregunta al más próximo: «¿Realmente crees que estamos teniendo impacto?».

El impacto de un concepto

No se sabe si John Kania y Mark Kramer, consultores de FSG, tuvieron ocasión de leer esa viñeta cómica, pero, muy probablemente, una imagen muy similar les debió inspirar a redactar el artículo Collective Impact que luego publicaron en el número de diciembre de 2011 de la conocida revista Stanford Social Innovation Review (SSIR). La publicación del texto tuvo una amplia repercusión en los EEUU y al cabo de un par de meses todo el mundo hablaba ya del nuevo palabro: ‘impacto colectivo’.

La consultora FSG aprovechó el enorme eco para desarrollar varios vídeos explicando el concepto y lanzar un blog en respuesta a un artículo en el Huffington Post de Emmett D. Carson, director de la Silicon Valley Community Foundation, en el que mostraba sus reservas sobre el nuevo concepto. Al artículo original le siguieron dos artículos más en la SSIR, el primero en enero de 2012 con el título de Channeling Change:making collective impact work, en el que se desarrollaba con más detalle el concepto, y el segundo (Roundtable on Collective Impact) en el número de septiembre.

Nunca hasta entonces la revista de innovación social de la Universidad de Stanford había dedicado tres artículos seguidos en apenas un año a la misma temática. La propia Casa Blanca resolvió apuntarse al baile a través del Council for Comunity Solutions (un organismo creado por el presidente Obama para impulsar la innovación social y la participación ciudadana) convocando un seminario especial para analizar la aplicación de este nuevo concepto a sus programas de ayuda.

De acuerdo con Kania y Kramer, el impacto colectivo es una estrategia para resolver necesidades o problemas sociales que persigue incrementar el impacto mediante un proceso centrado en impulsar la colaboración entre diferentes organizaciones y el progreso hacia objetivos colectivos. Hasta aquí no hay ninguna novedad, las organizaciones sociales vienen constituyendo alianzas e impulsando la colaboración entre ellas desde hace mucho tiempo.

Entonces, ¿dónde está la originalidad de los autores? La novedad de este nuevo enfoque consiste en haber identificado los principales obstáculos para impulsar el trabajo colectivo y, consiguientemente, las palancas para superarlos.

Según los autores, la mayoría de los esfuerzos colectivos no consiguen los resultados deseados por no compartir una misma visión del problema, no consensuar unos indicadores de avance comunes y, sobre todo, por no contar con una organización especialmente orientada en coordinar esos esfuerzos (Vid. Condiciones del impacto colectivo).

Para avalar su tesis se basan en el ejemplo de Strive, una iniciativa en la que participan 300 organizaciones y líderes de la comunidad interesados en mejorar los resultados educativos desde la etapa de preescolar hasta la inserción profesional en la ciudad de Cincinnati y Northern Kentucky. Lo que distingue a Strive de otras inciatativas similares es su énfasis en la rendición de cuentas, la planificación estratégica conjunta con todos los grupos de interés, el compromiso en el esfuerzo colectivo y la necesidad de contar con una comunicación abierta y permanente que comparta los éxitos y fracasos.

Gracias a este enfoque Strive ha conseguido mejoras en 34 indicadores educativos sobre 56, que incluyen incrementos en las tasas de graduación, mejoras en la lectura y matemáticas o el aumento de niños en preescolar.

El todo en el fragmento

La estrategia de Strive se basa en una evidencia cada vez más compartida por las organizaciones sociales: los problemas no pueden resolverse de manera aislada y fragmentada. Cada vez existe un mayor consenso sobre la necesidad de identificar y desarrollar ecosistemas que permitan abordar de manera integral los problemas sociales.

La mayoría de las iniciativas adolecen de un enfoque parcial y fragmentario derivado de una metodología analítica, muy útil para descomponer la realidad, pero ineficaz para obtener una visión de conjunto. De lo que se trata es de descubrir el todo en el fragmento. La catedral de Burgos se puede analizar desde la perspectiva de un cantero estudiando cada piedra, pero al ser un estudio que no se separa de su objeto más de un metro, el observador será incapaz de advertir si se encuentra frente a una catedral gótica, o una central térmica. Conocerá con precisión las dimensiones de las piedras, el corte y su colocación exacta, pero su mirada no captará la riqueza del conjunto.

Algunos buenos ejemplos de este nuevo enfoque son Momentum Project, un proyecto impulsado por el BBVA y Esade para desarrollar un ecosistema de apoyo al emprendimiento social, y Juntos por el empleo, un programa liderado por la Fundación Accenture, en colaboración con la Fundación Seres y la Fundación Haz (Vid. Más de 50 organizaciones impulsan unidas el empleo de los sectores más vulnerables), cuyo fin es mejorar la empleabilidad de los sectores más vulnerables de la sociedad impulsando la colaboración entre el sector empresarial, el sector público y las organizaciones del tercer sector.

Estas dos iniciativas participan de la filosofía del impacto colectivo. En el caso de Momentum Project el problema detectado es el desarrollo y financiación de los emprendedores sociales (Vid. Un ecosistema para emprendedores sociales), y en el de Juntos por el empleo la empleabilidad de los sectores más vulnerables de la sociedad.

Momentum ha identificado como principales barreras la necesidad de mejorar la formación y financiación de los emprendedores, además de otros elementos como la difusión de los emprendimientos y la necesidad de crear redes de colaboración. Juntos por el empleo ha priorizado como principales obstáculos la necesidad de homogenizar la oferta formativa y adaptarla a las necesidades del mercado, la conveniencia de contar con una medición de resultados común a todas las organizaciones que trabajan en proyectos de empleabilidad y el desarrollo de mecanismos de financiación sostenibles orientados a la inserción profesional.

Se necesitan directores de orquestas, no solistas

Ahora bien, las iniciativas de impacto colectivo no se limitan a diagnosticar las interconexiones existentes en los problemas sociales y las palancas para solucionarlos; ese es el primer paso, el siguiente escalón es actuar como catalizador para impulsar, compartir e integrar los esfuerzos de los diferentes actores y organizaciones con el fin de incrementar exponencialmente el impacto.

Uno de los obstáculos más frecuentes a la hora de impulsar estas estrategias es la carencia de organizaciones que tengan capacidad y voluntad para actuar como dinamizadoras. No existen muchas entidades que tengan la capacidad y la autoridad para convocar a otras instituciones en un proyecto colectivo. Existe un gran número de empresas y ONG ejecutando proyectos maravillosos, pero faltan instituciones que sean capaces de ejecutar una propuesta conjunta orquestando armónicamente los talentos y capacidades de todos. Se cuenta con muy buenos solistas, pero faltan directores de orquestas.

El papel de esa institución (o de la estructura creada al efecto) encargada de coordinar los esfuerzos del resto de las organizaciones es uno de los elementos más críticos para el éxito del impacto colectivo. Su rol es muy similar al papel que cumple el administrador de un grupo de debate en Linkedin. Su función es fijar las reglas, moderar la conversación, animarla cuando decae, pero no monopolizarla.

Además de contar con credibilidad, se requiere mantener un perfil bajo, mucha transparencia y objetividad en la toma decisiones y una comunicación frecuente y abierta con todos los participantes. La iniciativa de Juntos por el empleo, que ha conseguido convocar a todos los líderes, (tanto del sector público, como del sector empresarial y de las ONG) en una propuesta colectiva para impulsar la empleabilidad de los sectores más desfavorecidos, debe gran parte de su éxito a dos de las organizaciones impulsoras: la Fundación Accenture, probablemente la institución con mayor credibilidad en el sector social gracias a su Programa Pro Bono de consultoría gratuita a las ONG, y la Fundación Seres, la organización referente en España en el área de la acción social que integra a 83 empresas, entre las que se encuentran las principales compañías del IBEX.

Una simple moda…

Como siempre ocurre con las buzzwords (expresiones de moda), es difícil saber si detrás del concepto de impacto colectivo hay algo más que un simple reciclado de nociones ya conocidas, o si conlleva un enfoque estratégico realmente novedoso y útil para abordar los problemas sociales. Para algunos se trata de un simple cóctel que mezcla ingredientes propios de los modelos teóricos de alianzas (Growing network impact: how nonprofit networks are raising the bar on resoults, The Bridgespan Group, agosto 2011) junto con algunos conceptos derivados del fenómeno de las redes sociales, especialmente la noción de crowdsourcing strategy (The social side of strategy, McKinsey Quarterly, mayo 2012).

El debate no deja de ser una cuestión de interés exclusivo para especialistas y académicos. Todos los conceptos de management que han surgido en los últimos cuarenta años son deudores de nociones anteriores. Ninguna propuesta procedente de las ciencias sociales se destila en una cámara de vacío. Lo realmente interesante es si el nuevo modelo supone un avance teórico desde el punto de vista de la comprensión de los problemas, y por la respuesta del sector da la impresión que el impacto colectivo ha conseguido suscitar rápidamente el apoyo generalizado.

Prueba de ello es que el pasado 4 de junio una docena de líderes procedentes de diferentes sectores, que incluían personajes como Norman Rice, antiguo alcalde de Seattle, Stacey Stewart, vicepresidente de United Way, Nancy Zimpher, rector de la New York State University, o Patty Stonesifer, presidenta de la Council for Community Solutions de la Casa Blanca, se reunieron en Washington para analizar la aplicación de esta nueva idea.

Tampoco parece que tenga mucho fundamento la acusación a la consultora FSG de preocuparse más por etiquetar nuevos conceptos (FSG también ha acuñado el concepto de Shared Value, Catalityc Philanthropy y Mission Investing) que por fundamentarlos teóricamente. Está claro que la consultora ha sabido rentabilizar muy bien el «invento», incorporando a su oferta de servicios el «asesoramiento en estrategias de impacto colectivo», que incluye la planificación y diseño de la estrategia, la selección de socios y el desarrollo de sistemas de medición. Pero el hecho de que la consultora haya diseñado una estrategia de impacto colectivo para vender el concepto de impacto colectivo, dice mucho más en su favor que en contra. ¿Acaso no es lo que hacen todas las consultoras?

Por Javier Martín Cavanna
@jmcavanna

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