El despertar de las escuelas de negocios al futuro

Mientras Europa se sigue relamiendo las heridas de la crisis y Estados Unidos repunta a un ritmo intermitente, las secuelas del «improbable» estallido financiero y sus colaterales han dejado un enorme socavón en todo el sistema económico y, dentro de este, en las escuelas de negocios, cuna de los protagonistas del capitalismo.

Las transformaciones que se han sucedido en los principales centros desde 2008 dejan constancia del profundo cambio de rumbo del capitalismo. Se habla ya de un cambio de era a nivel económico y, en este nuevo marco, las escuelas de formación directiva han vivido en sus propias carnes el renacer –o funeral– de un sistema que les ha obligado a repensar buena parte de sus postulados.

En cierta medida, la crisis ha traído de la mano la que puede entenderse ya como una nueva era para los MBA.

Desde luego, no existe la menor duda de que algo ha cambiado –y no siempre para mejor– en los últimos cinco años en el mundo de las escuelas cuando Chris Bones, profesor de creatividad en la Manchester Business School y antiguo decano de la escuela de negocios de Henley, se desmarcó a comienzos de enero en una columna del Financial Times con un comentario nada dulce para el sector.

Aunque el artículo se presenta desde una óptica marketiniana, la tesis principal de Bones es rotunda: «El MBA ha perdido parte de su lustre y brillo», pues el programa se está convirtiendo, asegura, en una mera commodity que ha perdido el ritmo de la innovación.

El comentario del profesor de Manchester actuó como correlato del que un mes antes había suscrito en el mismo diario Kendall Roth, vicedecano de la escuela de negocios de la Universidad de Carolina del Sur, para quien los directivos del siglo XXI, frente a lo que habían demandado y habían aprendido en los centros de prestigio, necesitan un nuevo conjunto de habilidades directivas para afrontar el siglo XXI de manera efectiva.

Esta aseveración no es nueva, ni mucho menos, dentro del sector, pero recalca la necesidad creciente en todas las escuelas de negocios de un nuevo MBA, algo que ya en su día había solicitado de manera profética Henry Mintzberg en su profético libro Managers, not MBAs.

Curiosamente, en 2014 se cumplen diez años de la publicación del libro de Mintzberg, cuya sacudida a todo el sector de la formación directiva solo es comparable a lo que a finales de los años cincuenta del siglo pasado significaron los célebres informes de la Fundación Ford y la Fundación Carnegie sobre el futuro, entonces, de la formación directiva.

Aquellos informes, que instaban a una formación ejecutiva más sistemática basada en el método científico, sentaron las bases de los programas MBA tal y como han llegado a nuestros días, pero el terremoto intelectual suscitado en la última década a raíz del libro de Mintzberg, y más recientemente a raíz de la crisis financiera, parecen haber sentado en parte las bases del futuro del MBA y de las escuelas.

Cambio de sillas

Un simple dato sirve para resumir de forma certera el impacto que, desde 2008, ha tenido la crisis en la cúpula de las escuelas. En últimos cinco años, la mayor parte de la grandes escuelas de negocios de Estados Unidos y Europa ha cambiado a sus decanos (algunas lo han hecho en dos ocasiones, incluso), con los cambios que, desde el punto de vista de la estrategia corporativa de las instituciones, han supuesto estos nombramientos.

Dada la cantidad de cambios, casi resulta más sencillo nombrar los nombres de los decanos que se mantienen pese a la crisis y a la etapa de cambios en el sector.

Jordi Canals, director general del IESE, Bernard Ramanantsoa, decano de HEC París, Andrew Likierman, decano de la London Business School, o Santiago Íñiguez, decano del IE, son algunos de los escasos decanos de los centros europeos que se mantienen en sus puestos desde 2008. En Estados Unidos la situación es similar: Rich Lyons, decano de la escuela de Hass, en Berkeley, o Paul Danos, decano de Tuck, son de los pocos decanos de escuelas de primer nivel que se mantienen al frente de sus respetivas instituciones. Y sin embargo, el propio Danos anunció a finales de marzo que dejará el cargo en junio de 2015.

Incluso Roger Martin, durante más de una década decano de la escuela de negocios de Rotman, en Toronto (Canadá), acaba de ceder el testigo a Tiff Macklem, exgobernador del Banco de Canadá, después de haber protagonizado una brillante trayectoria al frente de la escuela, gracias, sobre todo, a la introducción de los denominados integrative thinking y design thinking, seña distintiva de la escuela en los últimos tiempos.

Los cambios en las diferentes escuelas, del que Nitin Nohria, nuevo decano de Harvard Business School, es la muestra más palpable de ello, dejan constancia de que la ola del cambio inherente al nuevo contexto requería nuevos impulsos y un cambio de timón.

La repercusión mediática del nombramiento de Nohria ha ensombrecido otros nombramientos destacados, entre ellos, los que ha habido en Insead, en cuyo caso merece la pena detenerse como muestra del nuevo contexto global en el que ya están operando las escuelas de negocios.

El fenómeno de la globalización

Cuando en 2010 el indio Dipak Jain, hasta entonces decano de Kellogg, aterrizó en Insead en sustitución de Dan Brown, la escuela francesa dio un paso al frente con la vista puesta en Asia y la apuesta por una escuela verdaderamente global, al hilo del lema del centro «La escuela de negocios para el mundo».

Sin embargo, los problemas de salud obligaron a Jain a abandonar el puesto y dejarlo en manos de dos decanos interinos, a la espera de un nuevo nombramiento. El caso es que uno de los dos interinos, Ilian Mihov, prestigioso profesor de economía del centro, fue finalmente nombrado decano de la escuela el 1 de octubre de 2013.

La noticia, sin embargo, lejos del nombre del nuevo decano, fue el hecho de que Mihov ejercerá como decano no desde el campus de Fontainebleau, en Francia, sino desde el campus de Insead en Singapur, un hecho especialmente relevante en dos sentidos. Primero, porque Insead, desde su fundación en 1957, se presentó como un proyecto de escuela de negocios 100% europeo (o paneuropeo); y segundo, porque la ubicación en Singapur demuestra la irrupción definitiva de Asia en el contexto mundial como nuevo eje económico-financiero.

Como en el caso de Insead, Wharton acaba de renovar su decanato también con un evidente cariz global. Thomas Robertson, decano de Wharton, anunció a finales de 2013 que dejaría el cargo, en un proceso para el que la escuela de negocios de Pensilvania ha contratado los servicios de la firma de cazatalentos Spencer Stuart. El elegido para suceder a Robertson ha sido Geoffrey Garret, hasta entonces decano de la Australian School of Business.

Formado en Oxford, Garret ha sido decano de varias escuelas de todo el mundo, un hecho que deja constancia del perfil global que buscaba Wharton. De hecho, en las quinielas de decanable aparecía el español Mauro Guillén, director del Lauder Institute de Wharton, que combina la enseñanza del MBA con las relaciones internacionales.

Numerosas escuelas, entre ellas Insead, han establecido sedes o campus en Singapur o Hong Kong. Pero el simple hecho de que la escuela europea haya decidido capitanear el centro desde Asia es el síntoma evidente del cambio de los tiempos en todo el sector.

El relevo generalizado al frente de las principales escuelas de negocios refleja el alcance de la transformación que está viviendo el sector, que, en cierto modo, ha dejado a un lado ya el duopolio América-Europa.

Edward Snyder, que apenas hace dos años dejó Chicago Booth para convertirse en el nuevo decano de la escuela de negocios de Yale, ejemplifica con su propia misión al frente del centro de Yale el nuevo rumbo que han tomado las escuelas.

Como ha manifestado Arnold Longboy, director ejecutivo del campus de Chicago Booth en Londres, «Snyder tiene en Yale todo lo que necesita para hacer lo que quiere hacer. Tiene todo por hacer, y con esa libertad puede hacer muchas cosas. Es el sitio perfecto para él».

Esa libertad en medio del contexto global se ha traducido en la creación en 2011 de la denominada Global Network for Advanced Management, una alianza global de escuelas de negocios de diferentes continentes que busca abordar el management y la educación directiva desde una perspectiva plenamente global.

Como suele suceder en las alianzas internacionales de escuelas de negocios, los centros norteamericanos y europeos conforman el gran grueso de los miembros, pero, a diferencia de lo que sucedía en el pasado, en esta alianza, entre los asociados ya no solo se encuentran también escuelas chinas, brasileñas o mexicanas, sino de países «exóticos» en la educación directiva como Turquía o Sudáfrica, entre otros; países con los que se intenta avanzar en una enseñanza ejecutiva plenamente global tanto en programas como en profesorado e investigación.

La globalización de los programas y currículos se ha expandido de forma veloz por los principales centros de formación directiva. El ya famoso Global Executive MBA (Gemba) se ha convertido en los últimos años en un referente en numerosas escuelas (Darden, uno de los últimos centros en sumarse a la nueva era de los Gemba, creó el suyo propio en 2011), y los principales centros prosiguen en la búsqueda de nuevos programas con un enfoque plenamente global, ya sea en el formato, contenido, profesores o, simplemente, el nombre.

Baste señalar en este aspecto el hecho de que, frente al tradicional Advanced Management Program (AMP), el programa de alta dirección, centros aliados como Esade y Georgetown han lanzado en los últimos dos años el Global AMP, que ofrecen en Washington D.C., Dubai y Madrid.

Los programas globales, ya sea en solitario o entre escuelas asociadas, se han convertido ya en un habitual dentro de la oferta formativa para altos directivos, aunque, como reconocen varios expertos en el sector, a decir verdad las escuelas no han sabido del todo comprender el verdadero significado de la globalización en toda su extensión, una globalización que, dicen, debería ser entendida tanto en el enfoque y en el contenido como en los participantes y en la perspectiva global.

De hecho, como ha señalado de forma sarcástica Pankaj Ghemawat, profesor del IESE y experto mundial en globalización, los centros corren el riesgo de convertir la globalización y los programas globales en una suerte de travellization, esto es, un simple viaje por diferentes partes del mundo, pero sin un entendimiento profundo de lo que significa a gran escala el management global.

Nuevos retos

Sin lugar a dudas, la globalización es el principal tema y desafío que están encarando las escuelas, aunque, al hilo del fenómeno global, aparecen al momento otros desafíos no menos acuciantes y que dejan su peso creciente en la sociedad, la empresa y las escuelas, no ajenas a los nuevos tiempos que estos nuevos frentes abren.

En este campo, los Principios para la Educación Responsable en Management (PRME) del Global Compact de Naciones Unidas han servido en los últimos años como la guía definitiva para la entrada de la sostenibilidad en los programas MBA y, en líneas generales, en la agenda de las escuelas de negocios.

Hasta la fecha, 521 instituciones de todo el mundo se han sumado a estos principios, que buscan abrir una nueva etapa en la formación de negocios? para la sociedad.

No obstante, el grado de introducción de estos principios en los centros ha sido, hasta la fecha, muy desigual, pese a que la crisis financiera ha obligado de forma indirecta a las escuelas a adquirir un perfil más sostenible y, de paso, más abierto a los emprendedores.

De hecho, aparte de las nuevas tecnologías, si ha habido en los últimos tiempos un campo apto para el crecimiento en las escuelas de negocios ha sido el del emprendimiento social, liderado por una nueva generación de jóvenes recién salidos de los MBA con ganas de dejar su huella en la base de la pirámide al calor de los recursos naturales, energías renovables y otros bienes y servicios que, más allá del beneficio económico, buscan mejorar la sociedad.

Incluso en el ámbito de la educación para altos directivos, programas como el que la organización WWF y el IMD de Lausana han comenzado a ofrecer de forma conjunta a ejecutivos para abordar la sostenibilidad desde el punto de vista de la alta dirección, constata el interés creciente, pero aún solo incipiente en numerosos centros, pese a las iniciativas avanzadas y exitosas de escuelas como Stanford, UCLA, Berkeley, Esade, IE y otras que han visto en la sostenibilidad y en las múltiples aristas de estas, como las finanzas sostenibles, la gestión de ONG y fundaciones, o la diplomacia corporativa, un nuevo campo con futuro.

Resulta especialmente sintomático en este aspecto la importancia estratégica que ha adquirido, al calor de la sostenibilidad, todo lo relacionado con la sanidad, que, junto con la gestión pública, se ha colocado como uno de los grandes temas de las escuelas de negocios en los últimos años.

El nombramiento en junio de 2012 de Bernie Ferrari, un consultor estratégico con amplia experiencia en el campo de la medicina, como decano de la Carey Business School, la escuela de negocios de la Universidad de Johns Hopkins, constató no solo el giro estratégico de ese centro sino la tendencia al alza en todo el sector.

El perfil de Ferrari resume con precisión los nuevos tiempos: licenciado en Medicina, había ejercido como director ejecutivo de la Clínica Ochsner en Nueva Orleans, antes de ingresar en McKinsey, donde trabajó en consultoría estratégica en el área de medicina y salud. El nombramiento, además, sirvió como cambio de rumbo en el centro, que había nacido con el decano Jash Gupta con un planteamiento muy orientado a la sostenibilidad.

Con la llegada de Ochsner al decanato, la escuela dio un paso atrás y se centró en su gran fortaleza, la medicina, como atestigua la prestigiosa escuela de medicina de Johns Hopkins.

Siguiendo esta senda y modelo, numerosas escuelas han lanzado en los últimos cuatro años programas ejecutivos relacionados con la gestión del sector sanitario, un sector con un evidente servicio público para toda la sociedad en su conjunto y donde se suceden las innovaciones y avances. Quizá por este motivo uno de los libros que mejor han servido de acicate a este cambio ha sido The Innovator’s Prescription: A Disruptive Solution for Health Care, escrito, entre otros autores, por Clayton Christensen, el gran gurú de la innovación disruptiva.

No cabe duda de que la innovación y todo lo que a ella va emparejado (emprendimiento, creatividad, creación de modelos de negocios, negocios digitales) se ha convertido en una de las estrellas del firmamento de los MBA y escuelas de negocios.

Así lo han reconocido recientemente decanos de diferentes centros, durante un congreso celebrado en el IESE. Pero pocos sectores han sido observados en fechas recientes por las escuelas desde una óptica innovadora como el de la sanidad, observada ahora por los centros no tanto desde la perspectiva científica sino desde la óptica de la gestión.

Esa ha sido, siguiendo las tesis de Clayton Christensen, la gran disrupción médica llevada a la educación directiva. La otra gran disrupción ha sido, sin duda, la tecnológica, de la que los MOOC (Massive Online Open Courses) dan fe de ello. Los fenómenos de edX, Miriada, Coursera… han cambiado ya de forma definitiva algunas de las reglas clásicas de la educación directiva (son ya la Disrupting Class y la Innovate University que proclama Clayton Christensen en otros dos admirados libros) hasta el punto de hacerla accesible a todos en todas partes.

Nadie duda ya del impacto definitivo de las MOOC en todas partes, sobre todo en la base de la pirámide, que por primera vez puede acceder a los cursos y programas de los mejores centros desde su propio lugar.

No obstante, la inusitada euforia inicial comienza a teñirse de ciertas dosis de realismo. En diciembre de 2013, sin ir más lejos, una investigación de Harvard concluyó que las notas que sacan los alumnos que cursan algunos de los MOOC son sensiblemente inferiores a las de que quienes realizan esos cursos en clase.

Otros estudios, asimismo, afirman que el porcentaje de alumnos que empiezan y luego abandonan alguno de los MOOC antes de terminarlos alcanza en algunos casos el 60%, un nivel muy superior al del absentismo en el seno de una clase.

Un factor explica este desgaste o menor seguimiento de los programas y cursos online: la menor presión. Si algo caracteriza a las aulas de los MBA –y en menor medida, aunque también, a la de los programas de executive education– es la enorme presión a la que se ven sometidos los participantes; presión en forma de exigencia y, de paso, como competencia entre los propios alumnos.

Bajo esas, en ocasiones, extremas dosis de presión, los másteres logran sacar de los alumnos un punto más, algo de lo que carecen a todas luces los programas online, donde solo la constancia, necesidad y autoexigencia del participante pueden emular la presión inherente a las clases.

En el caso de los programas de desarrollo directivo, la presión es sin duda menos elevada, pero en ese segmento surge otro elemento igualmente determinante: el networking. Compartir clase con otros directivos aporta un plus de contactos que en el futuro pueden marcar la diferencia.

Frente a esos contactos, la aparente soledad del programa online impide trascender de los contenidos del curso, un déficit que a muchos altos directivos, como constata el mencionado estudio de Harvard, les basta para descartar la oferta online frente a la presencial.

La crisis económica mundial de 2008 ha derrumbado algunos –si no muchos– de los paradigmas de la educación directiva.

Movimientos como el MBA Oath por parte de los alumnos o los Principios para la Educación Responsable en Management han intentado alumbrar el camino, y los decanos de los centros de renombre han reconfigurado casi todos sus programas MBA.

De hecho, los MBA especializados (MBA orientados a una función o departamento –finanzas– o a un sector –como el hotelero, turismo, deporte o el del vino– frente al MBA generalista de siempre) son una de las tendencias más notables del momento presente.

En el fondo, como ha defendido Nitin Nohria desde Harvard, todo el sector necesita una nueva mirada al mundo, una mirada abierta, fresca y global a un mundo radicalmente opuesto al que observaron los informes Carnegie y Ford tras la Segunda Guerra Mundial. La crisis solo ha sido, a la postre, la chispa que ha encendido la mecha de los cambios.

Por Juanma Roca
@juanmaroca
Comentarios

  1. Las orientaciones mayores y menores en un programa de MBA responden al entorno y sus exigencias urgentes; más que a la estructura de la empresa y sus áreas fundamentales, tales como Marketing, finanzas, recursos humanos , operaciones, y otras; ellas están dentro de la empresa, las orientaciones deben renovarse en función de esos nuevos ámbitos donde se desempeñaran los maestros o masters. (MBA).