¿Quién y qué se está midiendo en el sector cultural?

Que la cultura es “buena” porque mejora la vida de las personas es una idea que, por sí sola, sin más, ya no es suficiente por muchas veces que sea repetida. Es preciso avanzar hacia la preparación de un discurso más elaborado para explicar, de manera manifiesta y aunque sea difícil, cómo se efectúa esta defendida mejora.

Las organizaciones culturales españolas deben conocer fehacientemente en qué modo sus acciones transforman la realidad. Han de medir sus resultados y evaluar su actividad (Vid. ¿Cómo medir los resultados de la cultura?). Sólo así serán capaces de demostrar la importancia de su trabajo, así como difundir el valor de la cultura en la sociedad.

Sólo de esta manera –con argumentos demostrables– los ciudadanos y ciudadanas dispondrán de evidencias con las que podrán reconocer, apreciar y defender la importancia de la cultura y de sus organizaciones.

Desbrozando el camino de la medición: el impacto económico

Puede que por reacción ante la crisis económica, en los últimos años se ha puesto de manifiesto un creciente interés por medir el impacto económico de la cultura. Un ejemplo de ello lo protagoniza el Centro-Museo Vasco de Arte Contemporáneo Artium, que se sitúa como museo pionero en esta tarea.

En el documento Estudio sobre la incidencia económica del museo Artium de Vitoria-Gasteiz, realizado en el año 2005 en colaboración con la Universidad del País Vasco-EHU, el Museo Artium midió y mostró el impacto económico que su actividad supuso para la provincia de Álava, basándose en tres variables macroeconómicas: la producción, la renta y el empleo.

Se trató de una iniciativa precursora (y desafortunadamente puntual) que sería deseable que disfrutara de continuidad estratégica en la organización.

Pese a la falta de continuidad de esta iniciativa, otros museos han seguido su estela y evalúan su impacto económico de forma habitual. De esta manera, el Museo Guggenheim Bilbao efectúa su evaluación de impacto económico bajo el concepto de “triple resultado” (Three Botton Line, TBL o 3BL), un término que hace referencia al desempeño expresado en tres dimensiones: económica, ambiental y social. Desde esta triple perspectiva, ha presentado sus resultados económicos en 2014.

Entre los pioneros en ocuparse de la medición cuantitativa de la cultura en España destacan los investigadores del grupo MC2 Métodos Cuantitativos para la Medición de la Cultura, perteneciente a la Unidad de Investigación de la Economía de la Cultura de la Facultad de Economía de la Universidad de Valencia.

Constituido en 2007, este colectivo investiga metodologías de medición cuantitativa para la cultura con el triple objetivo de: “proporcionar técnicas y metodologías para realizar análisis de los sectores sociales y políticos vinculados al desarrollo; avanzar en la investigación, desarrollo e innovación en la economía, la sostenibilidad y la evaluación de las políticas públicas; y finalmente, transferir e implementar los conocimientos y las investigaciones desarrolladas a la sociedad en su conjunto”.

De entre sus ambiciosos proyectos hechos en colaboración con importantes organizaciones e instituciones, cabe destacar: Barómetro Cultural Local (Baculo). Sistema de indicadores para la evaluación de las políticas culturales locales «Orientar, Reflexionar y Mejorar».

Este trabajo, presentado en 2011, tuvo por objetivo estratégico, «mejorar el conocimiento del estado de la cultura en el ámbito local y proceder a la evaluación de las políticas culturales locales» y como objetivo operativo, «la elaboración de un instrumento de análisis que haga posible la utilización de datos suministrados por los gobiernos locales»

El proyecto Baculo se planteó como desarrollo práctico de la Guía para la evaluación de las políticas culturales locales. Sistema de indicadores para la evaluación de las políticas culturales locales en el marco de la Agenda 21 de la cultura, promovida por la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) y publicada en 2009.

Este instrumento de análisis técnico elaborado por el Grupo Técnico en materia de sistemas de información cultural, evaluación e indicadores. Comisión de Cultura de la FEMP, se basó a su vez en la Agenda 21 de la cultura y constituyó un importante esfuerzo para crear una herramienta de planificación y evaluación de políticas culturales -validada científicamente- para quienes diseñan y gestionan políticas culturales desde la administración pública local.

No hay que olvidar que, en lo tocante a la medición de impacto de la cultura, lo local tiene una importancia decisiva, pues tal como señala David Ruiz en Indicadores culturales, análisis cuantitativos y políticas culturales, el concepto de territorio es muy importante ya que “la cultura tiene lugar en él, no podemos analizarla sin atender a su suelo”.

Además de una reflexión teórica sobre los asuntos más relevantes en materia cultural, la guía de la FEMP incluyó 316 indicadores -cualitativos y cuantitativos- a partir de los cuales evaluar y planificar políticas culturales desde diversos ámbitos de actuación: cultura y desarrollo económico, social, territorial; transversalidad de las políticas culturales; cultura y participación ciudadana; accesibilidad de la oferta cultural, y memoria e innovación en la construcción de la identidad local.

A este interés por profundizar en la cuestión de los indicadores para la medición de la cultura local en España se unen las investigaciones de Anna Planas Lladó y Pere Soler Masó reflejadas en su artículo Sistema de indicadores para políticas municipales culturales: una herramienta de evaluación, o las del David Ruiz, anteriormente mencionadas.

Asimismo, hay que destacar el nada desdeñable esfuerzo del Gobierno de España por recolectar, sistematizar y compartir datos a través de las estadísticas de cultura, cuyo Anuario de Estadísticas Culturales se publica desde el año 2005 y entre cuyos proyectos se encontró la Cuenta Satélite de la Cultura en España, un proyecto que tuvo por finalidad “analizar la cultura como medio de generación de riqueza de la forma más rigurosa posible, evaluando su aportación directa al PIB español utilizando para ello como fuente básica la Contabilidad Nacional de España” y que dejó de tener continuidad en 2012.

El valor social de la cultura

Hay que tener en cuenta que el impacto de la cultura no es solo económico, por lo que dejar de medir otras dimensiones de la cultura reduce la visión sobre su capacidad potencial de transformación y la instrumentaliza en función de las circunstancias e intereses del mercado.

Tal como se defendía en el artículo Midiendo el impacto de la cultura como catalizador para el desarrollo: el caso colombiano, evaluar correctamente los resultados de las acciones culturales contribuye a evitar que el debate sobre las aportaciones de la cultura se vea reducido a una mera visión economicista.

Anteriormente a las iniciativas mencionadas, el interés investigador en España por la medición de impacto en cultura se remonta a los primeros años del siglo XXI. Ya en 2004 el Portal Iberoamericano de Gestión Cultural (Vid. La escondida falacia de la cultura 2.0) editaba un Boletín Gestión Cultural dedicado a Indicadores y estadísticas culturales en el cual Lluís Bonet reflexionaba sobre las estadísticas y los indicadores culturales advirtiendo ya entonces de la amenaza que para la diversidad y pluralidad propias de la cultura suponía “la homogenización creciente de los mercados culturales”.

En la actualidad, la medición de impacto de la cultura cuenta con un protagonista fundamental en España: Cultumetría, un encuentro dedicado de forma integral analizar y debatir la medición de impacto de la cultura.

Tras celebrar recientemente su segunda edición en Bilbao su foco parece estar ampliándose, de lo estrictamente económico en lo que empezó, a una visión más amplia que abarca lo social y que, sin duda, ha de ser su línea estratégica de futuro.

No obstante, no todas las iniciativas impulsadas sobre este asunto han llegado a buen puerto. Durante estos últimos meses la Asociación Española de Fundaciones ha trabajado internamente en consensuar unos indicadores de medición específicos para fundaciones culturales, sin resultados hasta la fecha. Se trata de una iniciativa imprescindible para el sector que sería interesante reactivar, tal vez en colaboración con otras organizaciones o iniciativas.

Pese a todo, parece claro es que el panorama de la medición de impacto de la cultura muestra en España una importante base que es necesario desarrollar, definiendo metodologías específicas que se adapten a la naturaleza diversa, poliédrica, social y ampliamente intangible de la cultura, e incorporando en las organizaciones prácticas estandarizadas de medición y evaluación.

Ésta es, sin duda, una forma para que los argumentos en defensa de la cultura adquieran el peso discursivo en la escena social, económica y política que la cultura se merece.

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