La administración pública reinventa la cobertura social

HAZ24 octubre 2011

En la actualidad el sector público no disfruta de gran predicamento en la sociedad. Se le ataca desde todos los frentes acusándole de ineficacia o despilfarro, en el mejor de los casos, cuando no de corrupción. Por otra parte, la necesidad de prestar a la sociedad servicios públicos con fórmulas más eficaces, baratas e innovadoras es una creciente exigencia por parte de los ciudadanos, que cada día son más conscientes de que sus impuestos deben tener como contrapartida unos servicios públicos de mayor calidad.

Este creciente cuestionamiento del Estado (central, autonómico y local) se ha visto acentuado por la actual crisis económica. La primera consecuencia de la crisis será una dramática reducción de los presupuestos públicos que recortará los programas sociales afectando de manera particular a las poblaciones más vulnerable.

Si a ello se suma la reestructuración de las cajas de ahorro, sobre cuya obra social descansaba una parte no despreciable de los programas sociales, el escenario que se dibuja en los próximos años no es precisamente alentador. Como es natural, este recorte en la financiación no se verá compensado por una caída de las demandas sociales; muy al contrario la situación actual de desempleo provocará como efecto inmediato un aumento significativo de las mismas.

En un escenario como el anterior resulta urgente impulsar nuevas fórmulas de colaboración entre los tres sectores (público, privado y tercer sector), desarrollar nuevos modelos de financiación, revisar los procedimientos existentes de concesión de ayudas, incrementar el impacto de las iniciativas, mejorar la eficiencia de los procesos con el fin de encarar con éxito las futuras demandas sociales. Si algo está claro en la presente situación es que la innovación social ha dejado de ser una idea atractiva entre otras muchas para convertirse en un imperativo ineludible.

Además, nos encontramos ante una oportunidad histórica que no podemos desaprovechar. En efecto, los momentos de crisis económica han sido siempre periodos en la historia de una enorme fecundidad desde el punto de vista social.

No resulta ninguna casualidad que la mayoría de las grandes innovaciones sociales hayan surgido casi siempre en épocas de crisis o en contextos muy difíciles. La Gran Depresión en los Estados Unidos fue uno de los periodos más fértiles en la historia de la innovación social. Un conjunto de propuestas e iniciativas surgieron como respuesta a la crisis económica de 1929. Algunas de estas iniciativas cristalizaron en instituciones tan importantes como la Seguridad Social, la Security Exchange Commision (SEC) o el Fondo Asegurador de Depósitos.

Palancas de la innovación social

Ahora bien, aunque la crisis pueda ayudar, la innovación social no es algo que surja por generación espontánea. En primer lugar, debe promoverse una cultura que incentive la propuesta de nuevas ideas e iniciativas y, como es bien sabido, la administración pública no es un sector muy dado a asumir riesgos. Como señala Michael Bloomberg, el multimillonario alcalde de Nueva York y uno de los principales impulsores de la innovación social en el sector público, «los ciudadanos quieren saber qué van a pagar con sus impuestos y qué resultados van a obtener y esas expectativas no cuadran muy bien con la esencia de la innovación, en la que muchas veces no sabes con qué te vas a encontrar, cuánto te va a costar y qué resultados vas a obtener».

Afortunadamente el patrimonio personal de Bloomberg le ha permitido solventar este problema orientando gran parte de sus actividades filantrópicas privadas (solo en el 2010 destinó 279 millones de dólares a diferentes organizaciones filantrópicas) a financiar proyectos revolucionarios e innovadores en el sector público.

Lamentablemente no todos los políticos gozan de una fortuna como la de Bloomberg, pero eso no ha sido un impedimento para incentivar la innovación a través de diversos mecanismos o palancas. Aunque cada una de esas «palancas» tiene características específicas, todos ellas participan de una serie de rasgos comunes como son la orientación a los resultados, la colaboración entre los sectores o la ampliación de los participantes en la solución de los problemas (Vid. Principios de la innovación).

Las diferentes soluciones que están surgiendo en la modalidad de «pago por resultados» o payment by succes es un buen ejemplo del amplio margen para innovar que existe en los sistemas de financiación pública, tradicionalmente enfocados en la subvención de actividades y no en la exigencia de resultados. Aunque todavía es pronto para valorar algunas las experiencias, como la de los «bonos de impacto social» lanzados en Gran Bretaña y Estados Unidos, las primeras señales y resultados son muy esperanzadores (Vid. Los bonos de impacto social: financiando el éxito y no solo las buenas intenciones).

Otro de los mecanismos que puede favorecer la innovación social y pueden generar un impacto importante en la solución de los problemas son los «premios». La mayoría de los premios y distinciones actuales están centrados en reconocer los méritos del pasado, pero de lo que se trata es de «configurarlos» para que contribuyan a aportar soluciones para el futuro. En este caso no se trata de «inventar la rueda» sino de desempolvar enfoques que han mostrado su éxito desde hace siglos (Vid. Premios a la innovación).

Pero, además de estos elementos, resulta crítico facilitar los medios para que las iniciativas o propuestas se puedan poner en marcha, pues no basta que las ideas surjan si después no existen cauces o medios apropiados para hacerlas efectivas, algunos países, como Inglaterra o Estados Unidos, han sido pioneros en este tema promoviendo organismos especialmente concebidos para impulsar la innovación social.

Oficinas de innovación social

Probablemente la Oficina de Innovación Social y Participación Ciudadana (OISPC), adscrita a la Casa Blanca, sea el organismo más conocido. Durante la campaña presidencial americana del 2008, las crecientes críticas de los ciudadanos al despilfarro gubernamental, la falta de resultados de muchos de los programas sociales impulsados por los organismos públicos y la necesidad de conectar con la sociedad civil impulsó a los candidatos republicanos y demócratas a tratar de ganarse el favor del sector no lucrativo dando mayor juego a las organizaciones sociales.

Cuando Barack Obama ganó las elecciones presidenciales no perdió mucho tiempo en poner en marcha estas ideas. El 30 de junio del año 2009 convocó en la Sala Este de la Casa Blanca a algunos de los principales líderes empresariales, directores de grandes fundaciones y conocidos emprendedores sociales, entre los cuales se encontraba Bill Drayton, presidente de Ashoka y galardonado este año con el Premio Príncipe de Asturias, o Geoffrey Canada presidente del Harlem Children’s Zone. El mensaje de Obama fue muy claro: «La mayoría de las soluciones a los grandes problemas sociales se encuentran en los grupos organizados de la sociedad civil y no es función del gobierno suplantar esos esfuerzos sino impulsarlos y reforzarlos. En lugar de gastar el dinero de los contribuyentes en programas que son obsoletos e ineficaces, el gobierno debería buscar soluciones creativas y orientadas a los resultados dentro de las mismas comunidades y ayudarles a replicar esos esfuerzos en todo el país».

Para desarrollar este objetivo el presidente Obama creó la OISPC con el mandato de identificar y financiar, con la ayuda del sector privado y filantrópico, soluciones innovadoras a los problemas sociales.

Aunque dos años y medio es poco tiempo para evaluar el éxito de esta iniciativa, los resultados hasta el momento han sido esperanzadores. Entre otras cosas, la Oficina de Innovación Social ha conseguido evitar los intereses partidistas poniendo de acuerdo a demócratas y republicanos.

Los dos grandes partidos apoyan los fines de esta iniciativa: incrementar la eficacia de la actuación del gobierno en una situación de crisis con menos recursos disponibles, aprender de lo que funciona, expandir los programas eficaces al resto del país, actuar como catalizador en lugar de ejecutor y fomentar la competencia y los mecanismos de mercado para impulsar la innovación social.

Otro de los frutos de la oficina ha sido la creación del Fondo de Innovación Social (FIS), cuya finalidad es financiar la expansión de los programas de éxito con ayudas que van de uno a diez millones de dólares. El fondo tiene varios elementos novedosos. En primer lugar, la selección de los proyectos no la hace el gobierno sino diversas instituciones y emprendedores con experiencia probada en el sector social. En segundo lugar, la financiación está ligada a los resultados, solo se financian aquellos programas que demuestren un impacto real, y, por último, para tener acceso a la financiación las organizaciones beneficiarias tienen que aportar recursos privados por una cantidad igual a la recibida.

En Gran Bretaña fue Tony Blair el primer político en descubrir las ventajas de la innovación social al impulsar hace más de una década la creación del National Endowment for Science Tecnology and the Arts (NESTA) de Gran Bretaña. El Nesta fue constituido por el Parlamento británico en el año 1998 con una dotación de 250 millones de libras procedente de la National Lottery con el fin de impulsar la innovación en diferentes áreas de interés. En estos últimos años gran parte de las iniciativas más importantes sobre políticas públicas, financiación de programas sociales y modelos de intervención publico-privada han surgido gracias al impulso del Nesta y su doble condición de organismo de investigación y financiación.

El partido conservador británico no ha querido quedarse atrás en la carrera por rentabilizar políticamente la innovación social y la ha convertido en uno de los ejes de su discurso. El 25 de julio pasado, David Cameron dio un discurso en Liverpool en el que describió las líneas maestras de su política sobre la Big Society o la propuesta por devolver a la sociedad civil y a las organizaciones comunitarias la iniciativa para impulsar los principales cambios sociales. Entre sus promesas se encuentra la creacción del Big Society Bank, una institución financiera cuyo objetivo será financiar los proyectos de los emprendedores sociales y las comunidades de base.

En España, el Ayuntamiento de Madrid ha sido la primera institución en sumarse a la corriente de la innovación social creando el pasado mes de julio la primera Oficina de Innovación Social dependiente de Concepción Dancausa, delegada de Asuntos Sociales y Familia del Ayuntamiento de Madrid. De acuerdo con el decreto de creación, las funciones de la nueva oficina se centrarán en: impulsar la colaboración entre el sector privado (empresas y organizaciones del tercer sector) y el sector público en la solución de los problemas sociales; incentivar el desarrollo y ejecución de propuestas y modelos innovadores de intervención social y canalizar inversiones a proyectos e iniciativas que generen impacto social.

El camino de la innovación social

Aunque hay que celebrar muchas de las iniciativas e ideas que están surgiendo al calor de la innovación social, algunos expertos defienden que las expectativas creadas son muy superiores a los resultados reales. Sin duda, el sector, empresarial tiene mucho que aportar a la solución de los problemas sociales, y nadie discute que el auge de los emprendedores sociales ha contribuido a dinamizar el sector social, pero pensar que unas cuantas gotas de capitalismo con corazón pueden contribuir por sí solas a solucionar los grandes problemas sociales constituye una ingenuidad.

En el discurso sobre el emprendimiento social sigue habiendo todavía mucha poesía y poco rigor científico. Todavía son escasísimas las iniciativas sociales innovadoras que han alcanzado una escala e impacto importante. Cuando se quiere poner un ejemplo de innovación social exitosa siempre se acude al mismo: las microfinanzas.

Pretender que los problemas van a desaparecer gracias a la participación del sector privado o a la implementación de un paquete de herramientas tecnológicas o financieras puede que tranquilice la conciencia durante cierto tiempo, pero nada más. Guste o no, la solución a los problemas sociales exigirá siempre mucha paciencia, muchos recursos y, sobre todo, una enorme capacidad de aprendizaje. Porque el ejercicio de la libertad comporta siempre el riesgo de equivocarse; pero es un riesgo que merece la pena correr porque solo asumiendo riesgos se produce aprendizaje y se abren nuevos caminos. Solo los mecanismos, procesos, organizaciones que premian el esfuerzo, que sean capaces de incentivar una respuesta personal, única e irreemplazable, podrán impulsar la innovación.

Dejar hacer, no estorbar, encauzar iniciativas, integrar; pero también dejar equivocarse, son actitudes que deben impregnar todos las iniciativas sociales por la sencilla razón de que, precisamente, «eso», y no otra cosa, constituye la innovación social.

Por Revista Haz

Leer también:

Editorial: En defensa del sector público
Bonos de impacto social: Financiando el éxito y no solo las buenas intenciones
Los siete principios de la Innovación Social en la Administración pública
Los premios a la innovación
Entrevista a George Overholser: “La novedad de los ‘pay for success’ es que los donantes conocen si su contribución dio resultados”
Infografía: Bonos de impacto social, financiando el éxito

Comentarios