La ceguera occidental sobre África

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Guillermo de Rueda30 diciembre 2014

Desde finales de los años sesenta asistimos a un gran debate sobre cómo contribuir al desarrollo de las naciones africanas. Los Objetivos del Milenio del 2000 impulsaron un grandioso plan de desarrollo para África; el G8 en 2005 acordó duplicar la ayuda a estos países; los Objetivos del Milenio de la Cumbre de Lisboa fijaron asimismo unas metas muy ambiciosas.

Entonces, ¿por qué han fracasado todos estos planes? Tal vez porque la mayor parte de los analistas económicos cifran el desarrollo en términos cuantitativos, por eso merece la pena reflexionar sobre el porqué de tanto esfuerzo para tan poco resultado.

Como he podido constatar in situ –tanto en Etiopía, como en Kenia, Benin o Tanzania–, las Agencias de Cooperación intentan «desarrollar» estos países con grandes inversiones, en vez de dirigir el esfuerzo, por ejemplo, a dar pequeñas ayudas a los padres para que los niños puedan asistir a la escuela; construir cien mil pozos y minipresas para potabilizar el agua de pequeñas comunidades, en vez de inversiones faraónicas en infraestructuras, o subvencionar abonos nitrogenados a pequeños agricultores de estos países, en vez de ofrecer inmensas extensiones para cultivar maíz a los inversores chinos o indios.

Son pequeños ejemplos pero que conducen a una importante realidad: África no precisa de grandes planes de desarrollo con grandiosas inversiones (que luego tampoco se cumplen), sino de miles de microinversiones que eleven progresivamente el nivel de vida de sus habitantes.

Por Guillermo de Rueda
@Guillermoderu
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