Pliego de cargos: ¿Le interesa a la banca la educación financiera?

José Manuel González-Páramo, consejero ejecutivo de BBVA y responsable de la unidad de Global Economics, Regulation & Public Affairs, responde a todos aquellos que afirman que a los bancos no les interesa que sus clientes estén educados financieramente.
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HAZ28 octubre 2015

La duda sobre si la banca está realmente interesada en la educación financiera posiblemente haya estado muchos años en la mente de una gran parte de los directivos del sector. Al fin y al cabo, la asimetría de información ha sido un clásico en la industria, lo que sin duda ha sido una de las claves que mejor pueden explicar la mayor parte de las crisis financieras que históricamente hemos vivido.

Creo sinceramente que esto está cambiando. La profunda crisis de reputación sufrida en el sector estos últimos años, el creciente cuestionamiento de la legitimidad social de la actividad financiera y la progresiva preocupación del regulador por la protección al cliente son factores que explican que las entidades estén tomando pasos decisivos para impulsar la educación financiera de sus clientes.

La OCDE ya lo apuntaba en su primer informe en 2005: «Los ciudadanos necesitan una mayor comprensión sobre el funcionamiento del sistema financiero para poder gestionar mejor sus deudas hipotecarias o de consumo, ahorrar de forma efectiva para su jubilación, y los gobiernos de la OCDE han reconocido que deben ayudar a las personas en esa tarea».

Otros hitos muy relevantes fueron los Principios sobre las Estrategias Nacionales de Educación Financiera, aprobados por el G20 en junio de 2012, así como la publicación por parte de la OCDE en julio de 2014 de los resultados del primer Informe PISA sobre la competencia financiera de los jóvenes de 15 años en 18 países. En este informe, apoyado por el BBVA, España se situó un poco por debajo de la media de la OCDE con 486 puntos, un nivel similar a Francia o Estados Unidos.

La educación financiera ha ido tomando un mayor protagonismo en la agenda pública. Ante ello las entidades financieras están apostando por la educación financiera. Seguramente habrá mayor o menor convicción, mayor o menor compromiso, pero hoy muy pocos cuestionan ya que a todos nos interesa tener clientes que tomen decisiones financieras informadas.

Y ello es así porque la educación financiera tiene sin duda un alto valor social para las sociedades y las personas. Una mayor educación financiera lleva a la persona y a las familias a una decisión informada, es decir, a una mejor decisión. La educación financiera favorece la situación financiera personal, mejora la gestión del riesgo, impulsa el ahorro y fortalece el sistema financiero. La educación financiera revierte, en definitiva, en ahorradores más coherentes y en deudores más responsables.

Superado ese debate, hoy tenemos otro que suscita frases como la siguiente: «Las entidades financieras tienen un conflicto de interés y promueven iniciativas de educación sesgadas para enseñar lo que les interesa». Para superar este debate con un fuerte componente ideológico considero necesario tomar un poco de distancia y apuntar algunas claves.

En primer lugar, hay que admitir que tanto las entidades financieras como las administraciones públicas, reguladores y supervisores podríamos haber hecho más por educar financieramente a las personas. En España todo empezó en 2008 con el primer Plan Nacional de Educación Financiera de la CNMV y el Banco de España, y el programa de Valores de Futuro de BBVA.

Este último año también se sumó la AEB con el programa «Tus finanzas, tu futuro». Seguramente si hubiésemos empezado todos diez años antes, la crisis habría sido otra crisis.

En segundo lugar, la falta de cultura financiera es un problema global. Debemos ser conscientes de que el futuro de un país pasa porque las personas, las empresas, tomemos, como norma, decisiones informadas y responsables. En las economías emergentes el analfabetismo financiero produce menor inclusión financiera, lo que deriva en una mayor desigualdad.

En sociedades desarrolladas como la nuestra, la amplitud e innovación en la oferta financiera, así como la mayor exigencia en la gestión de recursos, nos lleva también a la necesidad de mayores conocimientos en el uso de los servicios financieros.

En tercer lugar, tal y como apuntan dos instituciones tan alejadas como la OCDE o la Unicef, la educación financiera es necesaria en todas las etapas de la vida. Existen numerosas iniciativas para adultos pero también es oportuno empezar pronto. En ese caso, quien debe decidir cómo impartir educación financiera en el aula es el docente. Pero las entidades financieras, las asociaciones de consumidores u otras organizaciones del tercer sector siempre pueden ofrecer propuestas educativas complementarias y de carácter voluntario para que luego el docente valore su utilidad en el aula.

En este reto de enseñar a las personas a tomar decisiones financieras informadas no solo juegan un rol protagonista los responsables de las políticas educativas, los reguladores y supervisores financieros. Las entidades financieras tienen también un rol fundamental si son capaces de integrar esta cuestión en un modelo de banca responsable.

Seguro que todavía queda mucho por avanzar para trabajar de forma coordinada para este objetivo común. No deberíamos ahorrar esfuerzos en tratar de ayudar a todos los ciudadanos a tomar mejores decisiones financieras. Van a poder tener una vida mejor, se facilitará el trabajo de las entidades financieras y contaremos todos con una sociedad más equitativa.

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