Beneficios sostenibles de un planeta de cristal y hormigón

HAZ28 agosto 2007

En 2008, la mitad de la población mundial (3.300 millones de personas) vivirá en ciudades. Un hecho sin precedentes en la historia de la humanidad. Ese año el mundo será urbanita y el planeta, de hormigón y cristal.

El Fondo de Población de Naciones Unidas en su informe de este año sobre el Estado de la Población mundial, titulado «Liberar el potencial del crecimiento urbano», pronostica que, para 2030, esa cantidad habrá llegado a casi 5.000 millones, o sea, un 60% de la población mundial».

El imparable proceso de urbanización será especialmente notable en África y Asia, donde la población urbana se duplicará dentro de 23 años, que habrán agregado 1.700 millones de personas; es decir una cantidad superior a la suma de las poblaciones de China y de los Estados Unidos. Y para 2030, las ciudades de los países en desarrollo albergarán «al 80% de la población urbana del mundo».

«Lo que ocurra en las ciudades de África, Asia y de otras zonas, conformará nuestro futuro común. Debemos abandonar nuestra mentalidad contraria a la urbanización y adoptar medidas concertadas en su favor que ayuden a las ciudades a liberar su potencial para estimular el crecimiento económico y resolver los problemas sociales», dice Thoraya Ahmed Obaid, directora ejecutiva del Fondo de Población de la ONU (UNFPA por sus siglas en inglés).

A fin de aprovechar las oportunidades potenciales, es preciso que los gobiernos se preparen para el inminente aumento.

Si esperan, será demasiado tarde. Esta marejada de urbanización no tiene precedentes.

Los cambios son demasiado grandes y demasiado rápidos como para posibilitar que los planificadores y los responsables políticos se limiten a reaccionar ante el hecho consumado: en África y en Asia, cada semana aumenta en un millón el número de residentes en ciudades. Es preciso que los líderes asuman actitudes proactivas y adopten medidas a largo plazo para aprovechar plenamente las oportunidades que ofrece la urbanización», añade Obaid.

FENÓMENO POSITIVO. La ONU, no obstante, quiere dejar claro que la mayor concentración de gente en las ciudades no es necesariamente un fenómeno negativo. El hecho de que muchas ciudades tendrán una población similar a la actual de Ciudad de México (20 millones de personas), debe llevar a los gobiernos a respuestas positivas.

«Hay que ser optimistas: la urbanización está asociada al desarrollo y el desarrollo realmente tendrá lugar en los centros urbanos», afirma Harry Hockman, directivo del Fondo de Población. De la misma opinión es Mirtha Rivarola, oficial del organismo de Naciones Unidas. Destaca que hay que saber aprovechar el potencial del crecimiento urbano en beneficio del desarrollo. En la era industrial, ningún país ha logrado «jamás un sustancial desarrollo económico sin urbanización, alentando a poner el foco de atención, más allá de los problemas actuales, en acciones preventivas que permitan afrontar el futuro del crecimiento urbano».

Las tendencias apuntan a que la mayoría de los urbanitas seguirán viviendo en ciudades no excesivamente pobladas. Las megápolis, con una población no inferior a 10 millones de personas, acaparan los titulares de los medios de comunicación.

Sin embargo, el 52% de la población urbana del mundo vive en ciudades de menos de 500.000 personas. Como en el futuro seguirán predominando las ciudades de menor tamaño, el reto radica en cómo hacer que el crecimiento no rompa sus endebles capacidades de administración y planificación.

Las instituciones, los urbanistas y los especialistas en población «pueden y deben desempeñar un papel fundamental en el apoyo a las organizaciones comunitarias, los movimientos sociales, los gobiernos y la comunidad internacional para mejorar la naturaleza y las modalidades de la futura expansión urbana».

INEVITABLE. La urbanización—el aumento de la proporción de población que reside en ciudades respecto de la población total—es inevitable. El Estado de la Población Mundial 2007 afirma que los nuevos residentes urbanos serán, en su mayoría, pobres. Pero este hecho debe ser parte de la solución.

Al ayudarlos a satisfacer sus necesidades de vivienda, servicios de salud, educación y empleo, también podría liberarse el potencial de los residentes urbanos para impulsar el crecimiento económico. «La batalla por el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, de reducir a la mitad la extrema pobreza para 2015, se ganará o se perderá en las ciudades del mundo en desarrollo.

Esto significa que se acepte el derecho de los pobres a vivir en las ciudades y que se aproveche su creatividad para abordar potenciales problemas y generar nuevas soluciones», subraya Obaid.

EMIGRACIÓN BENEFICIOSA. La frecuente respuesta de las autoridades al crecimiento urbano ha consistido en tratar de desalentar, prevenir o, incluso, combatir la emigración. Pese a que ésta puede ser beneficiosa. Política de consecuencias desastrosas, tanto para la calidad de vida de las personas como de las ciudades.

Los resultados están a la vida en muchos países: menor cantidad de viviendas para los pobres y mayor proliferación de tugurios y chabolas. Además, limita las oportunida des de que los residentes pobres mejoren sus vidas y contribuyan plenamente a sus comunidades y sus vecindarios.

Por eso, las autoridades municipales y los urbanistas deberían asignar prioridad a satisfacer las necesidades de vivienda de los más desfavorecidos y dotarlos de servicios, energía eléctrica, abastecimiento de agua y saneamiento. Quienes residen en comunidades pobres deberían tener acceso a servicios de educación y salud y a que pudiera construir sus propias viviendas.

Otro hecho que destaca el informe es que la mitad de la población urbana tiene menos de 25 años de edad. También analiza las necesidades especiales de los jóvenes, en materia de educación y atención de la salud, protección contra la violencia, empleo e integración a la sociedad en general. Si se satisfacen esas necesidades, se ayudará a muchos de ellos a superar su propio origen en la pobreza.

INICIATIVAS EN PRO DE LA CALIDAD. Es necesario que los responsables políticos aprovechen el potencial de las ciudades para mejorar las vidas de todos. Hay tres iniciativas de gran importancia: aceptar el derecho de los pobres a la ciudad y abandonar los intentos de desalentar la emigración y prevenir el crecimiento urbano. Las autoridades deben colaborar estrechamente con las organizaciones y asociaciones de vecinos de barrios pobres; adoptar una visión amplia y a largo plazo de la utilización del espacio urbano.

Significa proporcionar terreno con servicios mínimos para construir viviendas y promover un uso sostenible del suelo, tanto en las ciudades como en los suburbios; establecer medidas internacionales concertadas para brindar apoyo a las estrategias para el futuro urbano. Son muchos los expertos en planificación del territorio que sostienen que la concentración poblacional en las ciudades contribuye a la sostenibilidad a largo plazo y que los beneficios de la urbanización son superiores a sus desventajas.

«Siempre que se tomen –dicen- las medidas adecuadas de planificación y gerencia política de los espacios urbanos». No hay duda de que las ciudades son las principales beneficiarias de la globalización y de la integración progresiva de las economías mundiales. Las personas van en busca de empleo, que es el resultado de las «inversiones y las actividades económicas». Cada vez más concentradas en ciudades dinámicas.

El dato

La primera ola de urbanización en América del Norte y en Europa duró más de dos siglos, de 1750 a 1950: el número de habitantes urbanos pasó de 15 millones a 423 millones. En la segunda ola de urbanización, en los países menos desarrollados la población urbana aumentará de 309 millones en 1950 a 3.900 millones en 2030.

A comienzos del siglo XX, las regiones industriales tenían más del doble de urbanistas que las menos desarrolladas (150 millones, en comparación con 70 millones). Ahora tienen 2,6 veces más habitantes urbanos que el mundo desarrollado (1.300 millones frente a 900 millones). El abismo se hará más grande en las próximas décadas.

A escala mundial, en el siglo XX la población urbana pasó de 220 millones de habitantes en 1900 a 2.840 millones en 2000. En el siglo actual, se producirá un crecimiento similar en apenas 40 años.

Entre 2000 y 2030, la población urbana de Asia aumentará de 1.360 millones a 2.640 millones; la de África, de 294 millones a 742 millones; y la de América Latina y el Caribe, de 394 millones a 609 millones. Como resultado, los países en desarrollo tendrán el 80% de la población urbana del mundo. Y casi siete de cada diez habitantes vivirán en ciudades de Asia y África.

Una huella insignificante pero densamente humana

El espacio que ocupan los asentamientos urbanos aumenta con más rapidez que la propia población urbana. Entre 2000 y 2030, la población urbana del mundo crecerá un 72%, mientras que la superficie de las zonas edificadas donde viven 100.000 o más personas podría aumentar en un 175%. El territorio ocupado por las ciudades no es de gran magnitud, si se considera que alberga la mitad de la población mundial.

Cálculos recientes -basados en imágenes obtenidas por satélite- revelan que todos los asentamientos urbanos (incluidos parques y zonas edifi- cadas) cubren sólo un 2,8% de la superficie terrestre del planeta.

Esto significa que aproximadamente 3.300 millones de personas ocupan una superficie inferior a la mitad de la de Australia.

Sin embargo, los asentamientos urbanos son muy importantes. Su creciente tasa de expansión, localización y la manera en que se incorporan tierras adicionales al perímetro urbano, tienen considerables implicaciones para la población futura, tanto de orden social como ambiental.

Desde una perspectiva social, la satisfacción de las necesidades de suelo urbano y vivienda de las personas más necesitadas no pueden ignorarse en las planificaciones urbanísticas. Y tienen suma importancia para mitigar la pobreza, los medios de vida insostenibles y reducir las desigualdades. El crecimiento de las ciudades ocurrirá, en su mayor parte, en los países en desarrollo y «muchos de los nuevos residentes urbanos serán pobres».

La forma y la dirección del futuro crecimiento de la ciudad, junto con la manera en que se distribuya, utilice y organice el espacio, son aspectos «cruciales para el crecimiento económico y la reducción de la pobreza».

La expansión territorial de las ciudades también afectará las condiciones del medio ambiente.

La creencia generalizada sostiene que la expansión del espacio urbano es, en sí misma, «perjudicial». Muchas ciudades ocupan el corazón de fértiles tierras agrícolas u otras tierras con gran biodiversidad. Es «evidente que la ampliación del perímetro urbano invadirá una mayor superficie de tierras productivas e irrumpirá en importantes ecosistemas».

Pero en la actualidad se abre paso una «mayor conciencia de que los asentamientos urbanos son realmente necesarios para la sostenibilidad». El tamaño de la superficie asignada a usos urbanos es «menos importante que la manera en que se amplían las ciudades»: la expansión urbana ocupa mucho menos tierra que las actividades productivas de bienes de consumo, como alimentos, materiales de construcción o extracción de minerales.

También es inferior a la magnitud de los espacios naturales que se pierden cada año para destinarlos a actividades agrícolas, silvícolas o de pastoreo, o que quedan degradados por la erosión o el aumento de la salinidad.

Si la población mundial estuviera más dispersa, ¿ocuparía más o menos superficie de tierras valiosas? ¿Liberaría la dispersión tierras agrícolas de calidad? ¿Ayudaría a evitar la invasión de ecosistemas? En la mayoría de los países las respuestas serían «¡no!», subraya la ONU. La mayor densidad es potencialmente útil.

Dado que la población mundial es de 6.600 millones y que aumenta a razón de unos 75 millones por año, la concentración demográfica origina más sostenibilidad.

En última instancia, la protección de los ecosistemas rurales requiere que la población esté concentrada en actividades distintas del sector primario y en zonas pobladas.

Por lo tanto, el que espacio disponible para las ciudades sea más eficiente acentúa la necesidad de adoptar políticas de previsión, teniendo en cuenta la rápida duplicación de la población urbana en los países en desarrollo. Esta propuesta anima a adoptar una «visión del futuro basada en análisis», que adopte una noción de «espacio» más amplia que la impuesta por los límites urbanos, políticos y administrativos.

La sostenibilidad empieza en la urbe

La batalla en pro de un medio ambiente sostenible se libra primordialmente en las ciudades.

En ellas se acumulan muchos de los grandes problemas medioambientales del planeta: crecimiento de la población, contaminación, degradación de los recursos naturales y generación de residuos. Pero también las ciudades nos dan la mejor oportunidad de un futuro sostenible.

Nadie discute que las pautas insostenibles de producción y consumo de las ciudades y una gestión urbana inadecuada agravan los problemas ambientales.

Pero al mismo tiempo los asentamientos urbanos ofrecen realmente mejores posibilidades de sostenibilidad.

Primero, porque concentran la mitad de la población del planeta en menos del 3% de su superficie terrestre. Segundo, porque la dispersión de la población y de las actividades económicas empeora los problemas en lugar de mitigarlos. La adopción de políticas correctas ante el inevitable crecimiento urbano, evitará muchos de los problemas medioambientales vinculados a la urbanización.

Desde un enfoque demográfico, la alta densidad no sólo tiene mayor capacidad que las zonas rurales para albergar grandes poblaciones de manera sostenible.

No obstante, los beneficios sostenibles procedentes de la urbanización no ocurrirán automáticamente. ; Requieren minuciosos preparativos y medidas de fomento.

Los expertos en ordenación del territorio y los responsables políticas urbanísticas reconocen cada vez más el valor potencial de las ciudades para la sostenibilidad a largo plazo. Los beneficios de la urbanización compensan en gran medida las desventajas.

El desafío consiste en aprender de qué manera explotar sus posibilidades.

Así, en 1994, el Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo exhortó a los gobiernos a «satisfacer las necesidades de seguridad personal, infraestructuras y servicios básicos de todos los ciudadanos, incluidos los habitantes de asentamientos ilegales en zonas urbanas, eliminar problemas sanitarios y sociales».

Recientemente, la Declaración del Milenio de la ONU recordó que, ante el crecimiento de la pobreza urbana, el objetivo 11, se propone la modesta ambición de, para 2020, «haber mejorado significativamente la vida de al menos 100 millones de chabolistas».

El Tercer Foro Urbano Mundial del Programa de la ONU para los Asentamiento Humanos, ONU-Hábitat y el informe «Estado de las Ciudades del Mundo 2006/7» centran el interés en el «deterioro de las condiciones sociales y medioambientales de los emplazamientos urbanos».

El proceso de globalización también destaca el «potencial productivo» de las ciudades.

Sin embargo, la gente, en general, aún no ha captado la enormidad de la escala y los efectos positivos de la futura urbanización del planeta. La atención prestada hasta el momento se ha dirigido sobre todo a las preocupaciones inmediatas: cómo albergar a los pobres y mejorar sus condiciones de vida; cómo generar empleo; cómo reducir la huella ecológica; y cómo mejorar la gobernabilidad y gestionar con más eficacia sistemas urbanos cada vez más complejos.

Sin duda, cuestiones importantes. Pero quedan eclipsadas ante los problemas suscitados por el inexorable crecimiento futuro de la población urbana. Hasta el momento, los planificadores han reaccionado ante los problemas a medida que surgía. Esta improvisación ya no basta. Para que la urbanización en los países en desarrollo pueda resolver los retos sociales y medioambientales, en lugar de agravarlos catastróficamente, es necesario prever los acontecimientos y adoptar enfoques proactivos.

La protección de la biosfera y de la tecnosfera y la gestión de los servicios de ordenamiento de los ecosistemas en previsión de la futura expansión urbana requieren una estructuración deliberada del espacio considerando sus necesidades. La «huella urbana» se extiende mucho más allá de sus límites. Las ciudades influyen sobre entornos más amplios y a la vez reciben su influencia.

Las políticas proactivas favorables a la sostenibilidad también serán importantes, previendo las consecuencias del cambio climático y la considerable proporción de concentraciones urbanas a nivel del mar o cerca de éste.

Las decisiones adoptadas hoy en las ciudades del mundo en desarrollo conformarán su propio destino y el futuro social y medioambiental de la humanidad. El próximo milenio urbano puede tornar más manejables la pobreza, la desigualdad y la degradación ambiental o puede agravarlas.

Desde esta perspectiva, «todas las medidas que se adopten para abordar los retos y oportunidades de la transición urbana deben estar imbuidas de un sentido de urgencia».

Por Carlos Cachán