Transparencia y divulgación: la cura que necesita la ciencia contra el negacionismo

Cuando la Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia por la covid-19, también advirtió de los perjuicios que podía causar la ‘infodemia’ que acompañaba al coronavirus, ya que la sobreabundancia de información supone un obstáculo para el ciudadano que debe diferenciar cuál es la información correcta de los bulos, añadiendo complejidad a la respuesta de la sociedad ante la crisis sanitaria.

En España se estableció el estado de alarma durante 100 días y se decretó el confinamiento durante tres meses para evitar la propagación de contagios y evitar la saturación de los servicios médicos. Actualmente, la pandemia sigue afectando a la sociedad debido a los rebrotes y la segunda ola y las consecuentes medidas de seguridad que han cambiado la forma de relacionarse de las personas.

A pesar del número de fallecidos y la cantidad de personas contagiadas en el mundo –asciende a más de 30 millones en todo el planeta-, en el último mes se ha observado que cada vez hay más ciudadanos que niegan la existencia de la covid-19 mediante manifestaciones públicas, saltándose las medidas de seguridad.

Según explica la Dra. Loreto Corredoira, profesora de derecho de la información de la Universidad Complutense de Madrid, en su artículo sobre el ‘negacionismo’, lo que define o caracteriza al negacionista de “último cuño” es objetar las evidencias científicas o de la verdad lógica (aquella que se puede conocer y contar) con emociones, sesgos y bulos, lo que supone renunciar al conocimiento racional de la realidad.

Sobre este aspecto, cabe señalar que los movimientos ‘negacionistas’ existen desde hace mucho tiempo sobre diversos temas. Sin embargo, el negacionismo como movimiento, en concreto contra las evidencias de la epidemiología, a través de publicaciones y posiciones públicas que niegan el valor de los datos y banalizan resultados que la ciencia explica con método científico, producen una mayor incertidumbre y desconfianza contribuyendo al desorden informativo en un contexto donde se requiere de la colaboración ciudadana y la coordinación de los agentes sociales para afrontar la pandemia.

En este sentido, la transparencia podría aplicarse al conocimiento científico, entendido como el esfuerzo por acercar el ámbito de la ciencia al gran público. De modo que la sociedad en general pueda comprender mejor cómo y por qué los avances de la ciencia son un beneficio global y así fomentar la confianza en ella.

El Dr. Enrique J. de la Rosa, director del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas, perteneciente a la Agencia Estatal Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), habla con Revista Haz para explicar la importancia de saber divulgar la ciencia para el conocimiento general de los ciudadanos y cuáles son las fórmulas más adecuadas para conseguirlo con éxito.

<p>Dr. De la Rosa.</p>

Dr. De la Rosa.

Llevar la ciencia donde está la gente

El conocimiento científico es difícil y complejo debido especialmente al lenguaje técnico que utiliza. Sin embargo, existen fórmulas para difundir este tipo de conocimientos sin que se pierda la rigurosidad de su método.

Inspirado por la iniciativa canadiense de Café Científico, el Dr. De la Rosa, apoyado desde la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular (SEBBM) creó el ciclo de Ciencia con chocolate, consistente en dar charlas divulgativas sobre ciencia en una chocolatería, que más tarde se amplió a otros espacios de ocio -JamScience, Ciencia en Pangea-, para sacar la ciencia de los ambientes de las facultades y los salones de actos.

La idea es divulgar y hacer más accesible el conocimiento científico llevando el conocimiento “donde vaya la gente y no pretender que la gente vaya donde estés tú”.

Otra fórmula según el director del CIB Margarita Salas es ser “lo más próximo posible” en el modo de explicar los temas, siendo claro, paciente y utilizando metáforas y ejemplos comprensibles para todos los públicos.

“No es necesario explicar la ciencia desde una tarima o pedestal, y sobre todo debe evitarse ser impacientes cuando alguien pregunta si el coronavirus se ha creado en un laboratorio”, pues los temas científicos se pueden contar de una manera que no sea “altamente especializada” sin perder el rigor, ya que el secreto está en utilizar metáforas, ejemplos y paralelismo que permitan a las personas entender lo que se está explicando.

No obstante, el problema de esta fórmula es que “lleva mucho tiempo”, puesto que aprender a divulgar no resulta fácil y requiere de práctica. Además, De la Rosa observa otro problema añadido y es que la divulgación no se considera parte de las carreras de los investigadores.

Sobre este aspecto, el experto consultado considera necesario el apoyo de los ciudadanos y de la sociedad en general para reivindicar más divulgación científica, y solicita la complicidad de los periodistas y los medios de comunicación para que se apoye más a la ciencia, en general, y especialmente para que puedan desarrollarse más actividades “menos científicas”, pero igualmente necesarias, como es la divulgación.

¿Por qué se pone en duda el conocimiento científico?

Las manifestaciones negacionistas de la covid-19 han puesto en relieve su capacidad de influir en la opinión pública a pesar de vivir en la “sociedad del conocimiento”. Ante esta situación, el Dr. De la Rosa afirma que hay que diferenciar dos perfiles claros dentro de este tipo de movimientos: por un lado se encuentran las personas que “tienen creencias” sobre algo en concreto que, si no son perjudiciales, solo cabe respetarlas, mientras que por otro lado, está el grupo de gente que duda y tiene miedo ante un problema de la ciencia que requiere ser explicado “con calma y paciencia”.

Sobre este aspecto, De la Rosa afirma que “la ciencia no es creencia”, puesto que la evidencia y las pruebas de las que disponen gracias al método científico la convierten en hechos probables. Sin embargo, hay evidencias complejas que si no son explicadas de la manera adecuada pueden generar muchas dudas. “La desconfianza en general viene de la gente que plantean cuestiones y no se las resuelven”.

“La desconfianza en general viene de la gente que plantean cuestiones y no se las resuelven”. Dr. Enrique J. de la Rosa

Gracias a las charlas divulgativas, el Dr. De la Rosa afirma que ha aprendido mucho sobre cómo escuchar a la gente para posteriormente explicar los temas tranquilamente y “las veces que haga falta”, tratando de vencer la incertidumbre y el miedo que surgen porque “nadie lo ha explicado”.

Un ejemplo de esto son las vacunas de los niños, ya que algunos padres se asustan por las reacciones en los hijos y al buscar información en Internet se encuentran con todo tipo de publicaciones sobre efectos adversos.

Según el Dr. De la Rosa “por más racional que seas”, hay aspectos de la vida que asustan, como el bienestar de los hijos, “por eso hay que saber ponerse en el lugar del otro y aclarar las cosas para evitar que ese miedo corroa a las personas”.

En una situación de gran estrés, determinadas posturas se extreman, como ha sucedido durante el confinamiento, ya que los ciudadanos han estado mucho tiempo encerrados y expuestos a Internet y, sobre todo, no siempre se han recibido mensajes claros por parte de las autoridades sanitarias. Esto ha provocado que el miedo y la incertidumbre anulen el pensamiento crítico de determinadas personas y se dejen llevar por lo emocional.

En este sentido, De la Rosa considera que la solución está en la labor de divulgación de manera que “empape poco a poco a la sociedad”, permitiendo que la gente resuelva sus interrogantes en lugar de decirles lo que tiene que saber, “hay que dejar que la gente te pregunte lo que quiere saber, aunque tardes tres veces más en contarles lo que querías”.

Transparencia para confiar en la ciencia

La sociedad actual es más exigente, no solo con los responsables públicos y los dirigentes políticos, sino con todos los agentes sociales. Resulta fundamental informar adecuadamente a la ciudadanía especialmente sobre aquellos temas en los que se precisa su colaboración para solucionar el problema como es el cambio climático, la sostenibilidad o la salud pública.

El Dr. De la Rosa considera que la transferencia a la sociedad del conocimiento científico y de sus posibles aplicaciones no puede percibirse como “una ocupación secundaria” de los docentes e investigadores y señala el artículo 15 de la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de la Unesco (2005), donde se establece que “los beneficios resultantes de toda investigación científica y sus aplicaciones deberían compartirse con la sociedad en su conjunto”.

De la Rosa explica que los científicos no llaman “ser transparente” a la labor de divulgación, porque su trabajo tiene un proceso de evaluación constante que hace transparente su labor a nivel de sus colegas; sin embargo, de cara a la sociedad resulta diferente, debido a que es necesario explicar a la sociedad cómo y por qué se realizan determinadas prácticas, como por ejemplo la experimentación animal, “se ha hecho mucho esfuerzo en los últimos tres años en contar cómo trabajamos y por qué necesitamos trabajar con animales”.

Con respecto a la crisis sanitaria, los principales centros de investigación internacionales se encuentran inmersos en la búsqueda de la vacuna contra la covid-19. El experto consultado asegura que “la peor estrategia” que pueden seguir las empresas farmacéuticas y de biomedicina es “no ser transparentes científicamente”, ya que, si en la sociedad permea más la idea del interés por ganar dinero, en lugar de hacer una vacuna segura, irá en contra de las empresas y de la esencia de la ciencia en su conjunto.

Por este motivo, el Dr. De la Rosa asegura que se debe invertir más tiempo y medios para que los docentes e investigadores científicos puedan comunicar más el resultado de sus investigaciones, mientras que las empresas deben asumir su responsabilidad social corporativa, “por su propio beneficio y el de la sociedad en general”, concluye para Revista Haz.

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