Innovar en los procesos para generar impacto social

Sin duda alguna, los últimos años han visto el desarrollo de una multitud de productos y servicios que de forma innovadora contribuyen a la solución de importantes retos sociales y ambientales. Sin embargo, a veces es fácil olvidar que muchas de las innovaciones sociales de mayor impacto en tiempos recientes han sido primera y fundamentalmente innovaciones de proceso.
Javier Crespán30 abril 2020

A la hora de responder a necesidades sociales, es poco común que las innovaciones de proceso no afecten también a las características de los productos y servicios que se proporcionan. La diferenciación, por tanto, aunque relevante, no pretende ser ni mucho menos estricta.

Vaya además por delante que algunos considerarán excesivamente generosa la interpretación amplia que aquí se hace de lo que constituye un ‘proceso productivo’, o incluso de lo que se puede llamar producto.

En cualquier caso, la distinción entre innovaciones de proceso e innovaciones de producto tiene utilidad analítica también en lo que respecta a la innovación social. Con este principio como punto de partida, el resto del artículo se centrará en analizar innovaciones sociales cuyo valor añadido se basa más en transformar los procesos de producción de soluciones (el cómo), que en los productos y servicios específicos que resultan de la aplicación de los mismos (el qué).

El software libre

Un buen ejemplo es el software libre, en el que el código fuente no está protegido por derechos de autor.

El producto inmediato, el software base, no tiene por qué ser significativamente distinto en sí mismo de aquel cubierto por mecanismos tradicionales de protección de la propiedad intelectual.

No obstante, la posibilidad de que cualquiera manipule su código abre la puerta a innumerables mejoras y adaptaciones orientadas a cubrir las necesidades particulares de contextos específicos.

En este sentido, el código abierto facilita una restructuración radical de los procesos de mejora y adaptación de software, descentralizándolos. Una innovación de proceso, la forma en qué se manipula el software (quiénes, cómo, cuándo y con qué límites), permite generar una multitud de innovaciones de producto o servicio para responder mejor a necesidades sociales.

En el centro de los desarrollos relacionados con el software libre está otra innovación de proceso que ha tenido un fuerte impacto social: el crowdsourcing.

Siempre han existido esfuerzos colectivos en los que muchas personas participaban para producir un bien o servicio considerado de interés público (o privado, aunque esto es de menor relevancia aquí), pero los avances en las tecnologías de la información y la comunicación le ha dado una nueva dimensión a la posibilidad de movilizar la inteligencia colectiva y promover el trabajo colaborativo.

Si bien las convocatorias abiertas solicitando la colaboración de un público amplio en la realización de algún proyecto o tarea también se dan en ámbitos de escaso beneficio social, es indudable que el crowdsourcing se ha transformado en una herramienta de relevancia en la búsqueda de soluciones a problemas sociales.

En el caso del software libre, hay importantes elementos de crowdsourcing tanto en la construcción del producto inicial, que a menudo se hace de forma colaborativa, como en su adaptación posterior, de inherente naturaleza descentralizada.

El 'crowdsourcing' se ha transformado en una herramienta de relevancia en la búsqueda de soluciones a problemas sociales.

Un mecanismo de financiación íntimamente relacionado con el crowdsourcing es el crowdfunding. Al igual que en el caso de aquel, el crowdfunding no es exclusivo de proyectos o emprendimientos sociales, pero ha tenido una notoria repercusión en este sector.

De forma similar, la realización de colectas para financiar acciones con impacto social no es novedosa en sí misma, lo innovador es su combinación con las nuevas tecnologías.

Pasar de la colecta puerta a puerta a la colecta por correo electrónico es claramente una innovación de proceso. La naturaleza del salto a las plataformas de crowdfunding es más debatible. Si el foco se pone en los proyectos o emprendimientos sociales que se financian por esta vía estaríamos también ante una innovación de proceso, ya que el cambio principal no es en el producto final sino en cómo se movilizan los recursos para realizarlo.

Alternativamente, si el énfasis se pone en las plataformas de crowdfunding como novedoso servicio de financiación, el salto podría verse como una innovación de producto.

Pagar por resultados

No todas las innovaciones de proceso recientes con potencial de impacto social son de base tecnológica. Un ejemplo son los bonos de impacto social, un interesante mecanismo de financiación que condiciona el repago a los inversores a que el programa implementado produzca los efectos deseados.

Normalmente, son inversores privados los que adelantan el financiamiento, y gobiernos, organismos internacionales o donantes filantrópicos los que se hacen cargo de repagarles su inversión más los intereses, siempre que el programa cumpla los objetivos marcados. La rentabilidad para el inversor puede además variar dependiendo del nivel de éxito del programa.

Los bonos de impacto social han sido utilizados con resultados diversos para financiar programas de reinserción de exreclusos, empleo de personas de sectores vulnerables, o lucha contra el sinhogarismo, entre otros.

Este tipo de bonos no son ni mucho menos la única modalidad de pago por resultados con la que se ha innovado en programas sociales en los últimos años. Tampoco están exentos de críticas, algunas de ellas muy meritorias, aunque no se puedan desgranar ahora aquí.

En lo positivo, permiten atraer recursos del sector privado hacia programas sociales, y facilitan la innovación al aislar a los pagadores finales del riesgo de fracaso.

Esto último es especialmente relevante en lo que se refiere al sector público, cuya aversión al riesgo, si bien justificable por la responsabilidad que debe tener en el uso de los recursos fiscales, es una barrera importante a la hora de innovar.

Los bonos de impacto social son un interesante mecanismo de financiación que condiciona el repago a los inversores a que el programa implementado produzca los efectos deseados.

Al igual que en el caso del crowdfunding, los bonos de impacto social podrían considerarse una innovación de producto si se analizan en tanto que servicio financiero.

Por otra parte, desde la perspectiva de los programas que financian, son más que nada una manera innovadora de asegurar los recursos necesarios para su implementación. Es decir, de acuerdo a la concepción amplia que ha adoptado este artículo, serían una innovación de proceso.

Contar con los beneficiarios

Yendo un poco más atrás en el tiempo, una de las innovaciones más impactantes que se han visto en las últimas décadas en los programas sociales en general y los programas de reducción de la pobreza en particular, han sido los cambios en los procesos de diseño de los mismos. Codiseñar las intervenciones con los beneficiarios de estas se ha convertido en el estándar de excelencia y por muy buenas razones.

Al otorgar a los beneficiarios de los programas el peso que se merecen en los procesos de diseño, se facilita que el producto final (el modelo de intervención) sea más acorde a sus necesidades reales y expectativas, y se previenen consecuencias no deseadas. Igual de importante, la participación desde el diseño promueve el empoderamiento y fomenta la apropiación del programa por parte de la población objetivo, haciendo más probable que lo asuma como propio y actúe en consecuencia.

A pesar de que muchos programas se queden cortos al respecto, la mera conversión del codiseño en el estándar al que se debe aspirar ha generado una atención a las perspectivas de los usuarios muy saludable.

Esto hubiera sido inimaginable en la época dorada de los expertos que siguió a la Segunda Guerra Mundial.

Finalmente, para concluir, mencionar las evaluaciones basadas en el modelo experimental, una innovación en los procedimientos de medición de los impactos de programas sociales que ayuda a contar con información más fiable sobre lo que funciona mejor o peor, o lo que no funciona en absoluto. Esto permite continuar afinando los ‘productos’ con mayor valor añadido, y descartar definitivamente aquellos que tienen defectos incorregibles.

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