Retos ambientales del modelo energético español

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HAZ20 octubre 2006

La energía es un componente fundamental de nuestra existencia, como personas y como sociedad. Para desarrollar sus funciones vitales nuestro cuerpo requiere un aporte energético diario del orden de 3 kWh, pero son con diferencia los aspectos ‘adicionales’, como el establecer un cierto nivel de bienestar y mantener nuestra organización social operativa, los que conllevan un mayor consumo de energía, del orden de 50 veces superior al requerido por nuestro cuerpo.

Ante una demanda per cápita tan elevada de un determinado recurso limitado, con una gran población mundial, que incluso puede llegar a doblarse, no debe extrañarnos que alcancemos los límites permitidos por nuestro entorno.

EN EL PASADO, cuando todavía estábamos alejados de estos límites, el uso del recurso energético se ha realizado de forma poco consciente tanto a nivel local como global, guiado por criterios económicos de corto alcance por no valorar todos los costes de la actividad desarrollada.

Pero en la actualidad, y a pesar de que todavía estamos muy alejados de una situación de equidad en compartir el recurso energético a nivel global, surge con fuerza y urgencia el requerimiento de sostenibilidad en nuestro modelo de desarrollo.

LOS CAMBIOS REQUERIDOS en el modelo energético de nuestra sociedad para encaminarlo hacia la sostenibilidad son muy importantes. Mantener el calentamiento global dentro de límites asumibles requiere la reconversión del sistema energético, actualmente basado en los combustibles fósiles, para prácticamente dejar de usar este recurso energético en un plazo de unos 50 años.

Los retrasos en la adopción de medidas para encaminar el sistema energético hacia la sostenibilidad nos conducen a situaciones cada vez más difíciles de superar: Un retraso de 5 años implica un incremento en la tasa de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero superior al 40 %, y un retraso de 10 años a incrementos de más del 120 %.

EN ESPAÑA EL MODELO ENERGÉTICO se encuentra muy apartado de la sostenibilidad. Tenemos una gran dependencia energética del exterior (importamos más del 80 % de la energía que consumimos), y una intensidad energética que sigue creciendo en contraposición a la tendencia en los países de nuestro entorno.

El incremento del 50 % en el precio del petróleo durante el último año ha dejado patente la insostenibilidad económica de nuestro modelo energético disparando las tasas de inflación.

La incapacidad de cumplir con nuestros compromisos del primer protocolo de Kioto (no superar en más de un 15 % las emisiones de 1990), dan una clara medida de la insostenibilidad ambiental de nuestro modelo energético. Hemos superado ya en un 50 % las emisiones de 1990, cuando el objetivo último debería ser anular prácticamente todas las emisiones en un plazo de unos 50 años.

SIN EMBARGO, en España contamos con abundantes recursos para reconvertir nuestro modelo energético hacia la sostenibilidad.

El potencial de las energías renovables (solar térmica, eólica terrestre y marina, solar fotovoltaica, olas, biomasa, hidroeléctrica y geotérmica) en la España peninsular se cifra en 15,6 veces la demanda total de energía, permitiendo cubrir nuestro abastecimiento energético con una gran diversidad de tecnologías autóctonas y nuevas oportunidades de actividad económica.

NO SE TRATA DE REDUCIR nuestros requerimientos de bienestar sino de planificarlos y satisfacerlos de forma consciente y compatible con nuestro entorno. Encaminar nuestro modelo energético hacia la sostenibilidad requiere un gran cambio, pero éste está plagado de nuevas oportunidades de actividad.

Además de la gran diversidad de tecnologías de generación, será preciso introducir esquemas inteligentes de gestión de la demanda energética, de tal forma que los edificios, sus electrodomésticos, los vehículos de transporte, y la actividad industrial acomoden su demanda energética de forma inteligente al recurso disponible de las fuentes de energía renovable.

Esto a su vez requerirá dotar de mayor ‘inteligencia’ a las redes de transporte de energía e información para acoplar recurso y demanda de forma óptima. Teniendo en cuenta que la demanda energética de nuestra sociedad se reparte más o menos a partes iguales entre los sectores de edificación, industrial y transporte, es evidente que tanto a nivel personal, como profesional y empresarial se abren grandes posibilidades de tener una participación activa y consciente en el proceso de cambio.

Por Xavier García Casals