Los sermones de Google

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HAZ27 septiembre 2007

Google es una empresa extraordinaria, nadie lo niega, posiblemente el mejor exponente de la nueva «economía digital», que a comienzos de los 90 levantó grandes expectativas, movilizó ingentes inversiones y aupó a lo más alto de Wall Street a empresas desconocidas para luego deshacerlas en el aire como pompas de jabón.

La guerra por ocupar el nuevo territorio creado por la web causó enormes bajas, pero en medio de la batalla surgió Google que nos mostró la dirección correcta y la esperanza volvió a brillar de nuevo. ¡Ah!, con que alegría saludamos a sus dos fundadores.

Su aspecto juvenil más propio de dos jóvenes surferos recién salidos de las playas Santa Mónica nos volvió a recordar las maravillas del sueño americano y la pujanza de Silicon Valley, el semillero de los emprendedores «avant-garde».

Definitivamente estos «chicos» hicieron las cosas muy bien, y el mercado terminó reconociéndolo. Desde la salida a Bolsa de la empresa en el año 2004, la empresa ha quintuplicado el valor de sus acciones. La valoración actual de la empresa se sitúa en unos increíbles 160 mil millones de dólares, sin que todavía haya cumplido los diez años de existencia. Las previsiones para este año anuncian unas ventas de 16.000 mil millones de dólares y unos beneficios después de impuestos de 4,3 mil millones de dólares. Nada que objetar.

Ahora bien, lo que ya no resulta creíble, porque es un tanto hipócrita, es la pretensión de sus fundadores de pasar por la Madre Teresa.

Cada vez que la empresa sube en Bolsa, Larry Page y Sergey Brin se apresuran a declarar que la principal motivación de su empresa no es el lucro sino mejorar el mundo. Da la impresión de que prestar un buen servicio a los clientes de manera honrada y ganar dinero por ello ya no es algo aceptable, ahora, además, queremos que nos eleven a los altares.

Pues bien, Mr. Page y Mr Brin, sigan ganando mucho dinero e incrementando el valor de su empresa y, por favor, no se preocupen por nuestras almas. Cuando queramos escuchar algún sermón acudiremos a la Iglesia más cercana, y si no sabemos dónde se encuentra la dirección, entonces sí, la «buscaremos» en Google.