Felicidad y buen humor… ¿en el trabajo?

Un experimento realizado por investigadores de Reino Unido y publicado en septiembre de 2014 en la Journal of Experimental Psychology: Applied demostró que en las oficinas donde había plantas, la productividad de los trabajadores aumentaba un 15% respecto a las que no tenían.

«Cualquiera sea el ambiente, mejorará si está enriquecido y las plantas son una forma muy eficiente en costos de lograrlo», afirmaba Craig Knight, de la Universidad de Exeter. Un planteamiento muy racional e inteligente. Llama la atención ese “cualquiera sea el ambiente”. Desconozco si el objetivo del estudio era encontrar formas económicas de aumentar la productividad sin realizar importantes cambios en la gestión de las personas, o si pretendía desarrollar entornos más saludables en la organización. La cuestión es que funcionaba.

El experimento era muy simple. En una misma planta de oficinas en el centro de Londres un grupo de personas trabajaron durante varios días en un espacio colectivo. Otro número idéntico de personas trabajaron en sus escritorios con vistas, al menos, a dos plantas. A las tres semanas los dos grupos de control contestaron un cuestionario de percepción sobre la calidad del aire, la concentración, la satisfacción con el lugar de trabajo y la productividad.

Como adelantaba al inicio del artículo, los empleados de la oficina “verde” manifestaron un aumento de todas estas variables. Pero no quedó todo en una cuestión de percepción. El experimento se completó con otras versiones en las que se cronometraron tareas concretas y errores cometidos durante la jornada laboral para conocer los niveles de productividad concretos de las personas trabajadoras en las oficinas “verdes”. De nuevo estos experimentos mostraron índices de mejora de la productividad en un 15% en la oficina con plantas.

Evidentemente, los autores sugirieron que agregar plantas en una oficina mejoraría el compromiso físico, cognitivo y emocional de los empleados.

Repito, que quedan ausentes en el estudio tanto las causas que les llevaron a investigar esto, como las consecuencias de los resultados de tal investigación. Quizá las tiendas de flores de la capital londinense hayan mostrado un repunte en ventas desde la aparición de este estudio, porque falta hace mejorar la productividad en tiempos de crisis.

Pero mi reflexión va más allá. Si unas pocas plantas tienen tal poder en el ser humano, ¿qué no podrá hacer un ambiente laboral que fomente la felicidad, el buen humor, la risa, la creatividad? ¿Hay empresas que lo hacen? Sí. ¿Es una cosa generalizada? No lo creo, al menos no en España.

Me gustaría conocer, por supuesto, vuestra opinión al final de este artículo en la sección de comentarios y que nos contéis vuestras experiencias al respecto. Pero en España no parece que felicidad, buen humor y trabajo sean variables de la misma ecuación.

Si nos remontamos a las teorías del humor, podemos encontrar algunas razones de por qué nos cuesta tanto introducir el humor en nuestras vidas de adultos, más aún en el trabajo. Juan Carlos Siurana, miembro del equipo de investigación en éticas aplicadas de la Universidad de Valencia liderado por la Catedrática de Ética Adela Cortina, y conocido como de la “Escuela de Valencia”, ha analizado éstas y otras cuestiones en su último libro Ética del humor, que verá la luz a finales de febrero de 2015, en la editorial Plaza y Valdés.

La teoría de la superioridad, la más antigua de todas, afirma que reímos cuando, de repente, nos sentimos superiores a otros. Así, reímos de los defectos del otro, de sus torpezas -por ejemplo, de cuando alguien tropieza y cae-. “Este tipo de risa debe ser revisada éticamente”, según afirma Siurana.

La segunda teoría más común es la teoría de la incongruencia: reímos cuando se produce un cambio inesperado o incongruente. El humor puede entonces convertirse en un gran crítico de aquello que consideramos “normal” o “previsible”, y fuente inagotable de creatividad.

Por último, la teoría de la liberación de la tensión, nos muestra a “un ser humano sometido al esfuerzo, a la lucha y la tensión”, que se alivia mediante la risa.

El autor afirma que hay un humor ético y un humor dañino, y que es necesario saber educar en el humor ético, porque eso es lo que nuestra naturaleza humana ansía que ocurra y, por ello, cuando el humor ético nos rodea, nos sentimos tan bien y repercute de un modo tan positivo en todo lo que hacemos.

Un manejo incorrecto del humor es el que puede llevar a desarrollar ese sentimiento de superioridad, la incongruencia o la tensión nerviosa, cuestiones que claro, ¡no parecen buena carta de presentación para las empresas! Ni para las emociones del ser humano en general. Y así nos va.

Cuando crecemos vamos perdiendo la naturalidad de mostrar que somos felices, la risa, el buen humor, y vamos limitándolo a nuestras esferas más privadas, a nuestros momentos más locos. A nuestras noches de Reyes y fiestas de pijamas.

“El negocio es cosa seria”, ¿quién no ha escuchado esto alguna vez en su organización? ¿Acaso seriedad y buen humor o felicidad están reñidos? “Mi trabajo no tiene ni pizca de gracia”, “si permites que se diviertan, no trabajarán”, son algunos de los prejuicios con los que se enfrenta este libro, recogiendo, en este punto, aportaciones muy valiosas de otros autores que ya habían hablado de los beneficios del humor en el trabajo, y que Siurana interpreta ahora en perspectiva ética. Y el mejor… ¡“esto es una americanada”!

Sin embargo, hay empresas, empresas inteligentes, de las que saben “lo de las plantas”, que promueven ambientes divertidos, creativos, felices. Que no tienen miedo a la carcajada, al chiste, al juego.

Todos conocemos o hemos oído hablar de alguna de ellas, no tantos hemos tenido la suerte de trabajar en alguna de ellas: Google, Ben & Jerry´s, Southwest Airlines, son algunas de las que Siurana utiliza en su libro como ejemplo de que si se quiere se puede, y de que poder es además causa de muchos beneficios:

  • El humor fortalece la motivación individual y colectiva.
  • El humor atrae y retiene a los recursos humanos más valiosos.
  • El humor estimula la innovación.
  • El humor optimiza la comunicación interna.
  • El humor favorece el aprendizaje.
  • El humor cohesiona los equipos humanos.
  • El humor potencia el impacto persuasivo de los mensajes de venta.
  • Favorece las relaciones con los clientes.

En definitiva, crea un entorno más agradable y humano para trabajar.

Tendremos que esperar hasta finales de febrero de 2015 para descubrir cómo se afronta esto en el libro de Juan Carlos, pero, de momento… ¿por qué no vas haciendo la prueba en tu empresa?

Carmen Martí
@carmenmarti_
Comentarios

  1. Totalmente de acuerdo Carmen.
    Y como muestra, comentarte tan solo que en la pizarra de mi despacho tengo escrita una de mis frases predilectas; la frase del filosofo austriaco Ludwig Wittgenstein:
    «El humor no es un estado de ánimo; es una visión del mundo»
    Esperaremos a finales de mes para leer la publicación.