La RSC, entre la esperanza y la insatisfacción

El título no es mío. Pero cosas que nos pasan a los "seres" de la RSE que estamos “interconectados”, podría serlo perfectamente, porque al escuchárselo, al escuchar toda su charla, me sentí ¡como escuchándome a mí misma!

Fue hace unas semanas en una jornada organizada por la Mesa de RSC de Castellón en la que coincidimos varios amigos, entre ellos mi querido y admirado José Ángel Moreno, quien tituló así su intervención.

José Ángel es para mí una de las personas con más «seny», que decimos por mi tierra valenciana, en el mundo de la RSE. Un gran sentido común desde la experiencia, porque sabe bien de qué habla.

José Ángel estuvo al frente de la RSE en el BBVA, formando parte también del desarrollo de la interesante iniciativa, impulsada por Manuel Méndez, que es la Fundación para las Microfinanzas de este banco.

También es el autor de un libro para mí indispensable, Entre el fragor y el desconcierto. Economía, ética y empresa en la era de la globalización, escrito bajo el pseudónimo de Gabino Izquierdo (él nos contará por qué), fruto de lo cual se conoce menos de lo que debiera.

Precisamente por esta experiencia como experto de la RSE desde la teoría y desde la práctica, desde la empresa, y ahora desde el mundo social en Economistas sin Fronteras, sus palabras tienen, al menos para mí, tanto sentido.

José Ángel nos invitó a reflexionar profundamente, como él siempre acostumbra, sobre el fenómeno de la responsabilidad social en los últimos 15 años en nuestro país.

Un fenómeno que generó grandes esperanzas en sus inicios, y que en el presente ha generado dos percepciones principales: “la de los expertos que siguen valorándolo muy positivamente. Pero también otra corriente de opinión que ven la RSC con cierto escepticismo y criticismo, por la que me inclino”, por la que nos inclinamos.

Una percepción, matizaba José Ángel, “desencantada con la concepción dominante, con la forma en la que las grandes empresas, que dicen que apuestan por la RSC, la instrumentalizan, apoyadas por escuelas de negocios, expertos académicos, consultoras y auditoras, que se alinean detrás de los intereses de estas grandes empresas”.

Los de la otra corriente estarán a este nivel del artículo subiéndose por las paredes. Lo intuyo. ¿Pero no hemos avanzado muchísimo en estos años? No en vano somos el país de Europa que más memorias conforme al GRI presenta, de los que más firmantes del Pacto Mundial tiene, con un Consejo Estatal de RSE único, y ahora con una Estrategia de RSE recién aprobada y esperando a desarrollarse. ¿No es esto un enorme avance en la RSE en nuestro país? ¿No es para estar contentos?

La reflexión va más allá, y me parece importante traerla a colación, sobre todo viniendo de una persona para mí tan autorizada para hacerla como José Ángel Moreno, mucho más que servidora, que no soy más que una directora de comunicación de una pequeña organización cualquiera.

Los últimos años, el discurso de la creación del valor compartido, la RSC en el core business, la rentabilidad de la RSC, las ventajas competitivas, se han instalado en el discurso empresarial como realmente algo positivo del avance de la responsabilidad social. ¡Por fin! las empresas empezaban a considerar la responsabilidad social algo ventajoso y a integrarlo en sus políticas, en su manera de hacer y ser.

Sin embargo, una perspectiva “utilitarista” y extremadamente “pragmática” esta del business case de la responsabilidad social, aunque sin lugar a dudas un avance respecto a la situación anterior.

Ahora bien, ¿es suficiente esta perspectiva para la óptima implantación de la RSC? Esa es la gran pregunta que nos hacemos los que miramos más allá. Deformación profesional de filósofa hacerse preguntas ¡qué le vamos a hacer!

Indudablemente “pasar de la responsabilidad social como imperativo moral, como argumento ético dependiente del fenómeno subjetivo moral al business case permite conciliar con más facilidad lo justo socialmente con lo conveniente para la empresa”, destacaba Moreno, “pero tiene unas debilidades importantes: es una visión economicista y patentemente instrumental que presenta la RSC como una herramienta generadora de utilidad para la empresa, una inversión más, por lo que la empresa solo aplicará la RSC en tanto le sea rentable”.

Una instrumentalización  del concepto de responsabilidad social que supedita su aplicación a la rentabilidad del mismo, y que es, ha sido, y va a ser, la nota dominante de las grandes empresas en nuestro país. “Incluso en las empresas más avanzadas las políticas de RSC pueden ser adornos, muy caros y muy flagrantes, pero adornos, muchos de ellos los mismos que nos han llevado a esta crisis”, concluía José Ángel.

La cuestión es que esto bien puede ser necesario, pero no suficiente para el objetivo a conseguir, a saber, la mejora real de los comportamientos empresariales más allá de programas, políticas y memorias bien armadas.

Resumo para terminar, y sin ánimo de agotar la interesantísima reflexión de José Ángel, emplazándole a escribir más al respecto, los tres tipos de actuaciones que indicó como  fundamentales, y a los que me sumo, y que “sólo puede pasar por la intervención de los poderes públicos”, algo que sin duda suscitará el debate, y que está estos días de máxima actualidad.

1. “Primero que las sociedad quiera mejores empresas y tengan la capacidad de exigir mejores comportamientos y a los gobiernos que los exijan”. A lo que yo añadiría, que tenga la capacidad de exigirlos, ¡y de pagarlo! Porque tener mejores empresas implica precios “reales” de las cosas a los que no estamos acostumbrados y que muchos no están dispuestos a pagar.

José Ángel destacó en este sentido la importancia del grado de vertebración de la sociedad. “Una de las policías públicas más eficaces para fortaleces la RSC es ayudar a fortalecer el tejido asociativo”. Estoy de acuerdo.

2. “Hacen falta políticas estimulantes de fomento, para que premien las buenas prácticas”. Algo todavía muy débil en España.

3. Y por último, “tiene que haber una mayor exigencia legal para aspectos básicos como derechos laborales, derechos humanos, evitar corrupciones flagrantes, exigir un mínimo de transparencia o no engañar a los clientes. No pueden dejarse en la mano de las grandes empresas”.

El debate está servido. Y me sumo a una última reflexión: “Este tipo de asuntos hubiera sido interesante que los planteará la Estrategia de RSC. Una oportunidad perdida para concretar esas líneas de actuación para ser un verdadero plan estratégico, que no es”. Perdona José ángel por “fusilarte” tu charla, pero ese sentimiento de escuchar en boca de otro tus pensamientos. Es lo que tiene estar “interconectados” por la RSC.

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