Reflexión inexcusable en tiempos de 'fake news' y los efectos de la posverdad

Se cumplen diez años desde la publicación de nuestro primer informe que analizaba la responsabilidad de los medios de comunicación.

Las palabras con las que arrancaba la presentación de esa primera edición han adquirido especial vigencia en este período de crisis que estamos padeciendo: “Es fácil dejarse seducir por el argumento de que, cuando la mayoría de los periódicos están llevando a cabo fuertes recortes de plantilla para afrontar la actual crisis económica, no es el mejor momento para plantear un tema como el de la responsabilidad corporativa por la elaboración de contenidos. Sin embargo, es esa una tentación que debemos rechazar con firmeza, pues defender los valores del buen periodismo, además de ser un principio cuyo cumplimiento no puede depender de coyunturas económicas, es la mejor garantía para asegurar la continuidad de cualquier proyecto editorial”.

A lo largo de estos años hemos podido constatar pequeños avances en las prácticas de los grupos de comunicación para proteger su independencia y reforzar su credibilidad. La mayoría de ellos han venido impulsados por el auge de la responsabilidad corporativa (RC), un conjunto de prácticas empresariales voluntarias que han contribuido a que la empresa se cuestione cómo puede integrar cada vez más el desarrollo de su negocio con la generación de un impacto positivo en la sociedad.

No se requiere una especial sutileza para concluir que la mayor contribución social que un grupo de comunicación puede hacer a la sociedad es proporcionarle una información veraz y confiable. Así lo han entendido la mayoría de los grupos de comunicación y las entidades impulsoras de la RC, que han adaptado las prácticas de RC a las particularidades de los medios de comunicación, centrando su atención en el impacto que los contenidos editoriales pueden tener en sus audiencias y lectores.

Esa toma de conciencia sobre la necesidad de adaptar las recomendaciones de las prácticas de RC a las características peculiares de las empresas propietarias de los medios de comunicación, no se ha extendido, sin embargo, al ámbito del gobierno corporativo de la empresa. Esta es la vuelta de tuerca que queda pendiente para apuntalar a los grupos de comunicación.

No puede extrañar, por tanto, que las cuestiones sobre la estructura de la propiedad y el funcionamiento y composición del órgano de gobierno son las que mayor espacio y atención ocupen en el nuevo informe Primera Plana 2019, por ser las que más relevancia tienen a la hora de configurar el compromiso de la empresa con la credibilidad e independencia editorial.

También son, como revela el documento, las más descuidadas en la muestra de empresas analizadas.

Para reforzar este enfoque hemos incluido en esta edición un análisis sobre la propiedad y la gobernanza de cinco empresas líderes de medios de comunicación de Estados Unidos y Reino Unido.

Decidimos incluir este análisis para mostrar cómo se puede construir y cultivar la integridad de los medios a través de un conjunto de prácticas reales. Y cómo estas prácticas son compatibles con la cuenta de resultados.

También hemos añadido un análisis de la gobernanza de la propiedad del grupo Prisa a raíz de la renovación este año de su presidente. En este caso como un ejemplo de mala práctica, y por entender que ilustra muy bien los conflictos entre propietarios con intereses muy contrapuestos.

Las reflexiones del profesor Ángel Arrese, sobre las empresas de medios que han “domado el ánimo de lucro”, y las del historiador y colaborador del The Guardian, Giles Tremlett, sobre los propietarios de los grupos que han conseguido resistir las diferentes crisis por tener centrada su mirada “en el largo plazo” y “proteger la misión central del periodismo”, son, en este sentido, especialmente sugerentes y oportunas.

Estas dos miradas, de un académico y un periodista, nos confirman que existen maneras de organizar la propiedad y el sistema de gobernanza capaces de garantizar, al mismo tiempo, la credibilidad editorial y la financiera.

El objetivo de este informe es proporcionar orientación a las empresas de medios de comunicación para que puedan profundizar e impulsar prácticas que contribuyan a generar mayor confianza con sus lectores y principales partes interesadas. Nos parece que, en esta época, marcada por el auge de las fake news y los efectos de la posverdad, esta reflexión resulta inexcusable.

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