Emprendedores sociales. Cuando quien pide cuentas es la sociedad

Aunque ellos prefieren denominarse "impulsores de cambios", los emprendedores sociales son, simplemente, personas que creen que todos podemos cambiar el mundo. Si de manera individual, y a partir de una nueva idea, un emprendedor puede hacer tanto ante los problemas sociales que observa, sólo hay una cosa más poderosa que eso: un grupo de emprendedores trabajando de manera conjunta en la solución de un problema.

La mayoría de las veces es más fácil saber lo que uno no quiere que lo que quiere, y los emprendedores sociales saben mucho de lo primero. Son personas atentas a las necesidades de su entorno y que además, no quieren quedarse impasibles ante ellas.

Ashoka es una organización mundial que respalda e invierte en ideas innovadoras en manos de emprendedores sociales para impulsar cambios estructurales y duraderos. Su labor consiste precisamente en identificar esos proyectos innovadores con fuerte impacto social, propuestas por personas emprendedoras y creativas, y con un importante componente ético.

Desde 1980 Ashoka ha ido consolidando la «profesión» de emprendedor social en el mundo, creciendo hasta contar con una red que hoy está cerca de los 2.000 emprendedores sociales en más de 60 países de todo el mundo. Ashoka selecciona cada año una media de 150 nuevos emprendedores sociales.

Para ello, la organización realiza un riguroso proceso de búsqueda y selección que permite identificar a estos emprendedores sociales, basándose especialmente en características como la visión, la creatividad y la determinación tradicionalmente asociada a los emprendedores de negocios, pero con una diferencia: su motivación es el cambio social y no el beneficio económico.

El apoyo principal de Ashoka a los emprendedores seleccionados consiste en un sueldo mensual durante tres años para que pueda dedicarse a tiempo completo a desarrollar su idea. Además, Ashoka le brinda una serie de servicios profesionales y oportunidades de colaboración e intercambio con otros emprendedores sociales en todo el mundo, para consolidar y expandir su idea. Desde Ashoka son claros: «El objetivo final es la transformación del sector ciudadano para que sea más emprendedor, integrado y eficiente», señalan.

«Ellos son la fuerza más poderosa para provocar transformaciones sociales. Su impacto conduce a otros individuos a adoptar y difundir sus innovaciones y además permite que personas de cualquier lugar del mundo imaginen o prueben sus propias ideas para producir cambios sociales significativos», insisten desde Ashoka.

Entre sus áreas de trabajo: participación social, desarrollo económico, medio ambiente, salud, derechos humanos y educación y formación. En el caso del área ambiental, el objetivo principal de los emprendedores es alcanzar un entorno sostenible con la creación de soluciones variadas que protegen el medio ambiente a la vez que abordan problemas sociales íntimamente relacionados con él.

Innovación como punto de partida

En palabras de la directora general de Ashoka España, María Calvo, los emprendedores sociales deben tener «las mismas cualidades» que cualquier emprendedor de negocios: creatividad, estrategia, capacidad de análisis de la situación, etc.

Mientras el emprendedor social «ve una oportunidad de mercado y la quiere aprovechar, el emprendedor social busca una solución a un problema social», explica, y se preocupa por aspectos como el número de personas en las que impacta positivamente su idea o cómo extender su influencia. «Es así como mide su éxito, no con los resultados económicos», agrega María Calvo.

Sin embargo, algunos emprendedores sociales «sí desarrollan un verdadero modelo económico, que hace rentable su negocio». Otros trabajan con colectivos pobres y no pueden sacarle rendimiento económico a su idea. Depende de la temática a la que se dediquen.

Muchos buscan y encuentran financiación de entidades sociales y organizaciones. Pero sobre todo «la gran mayoría trabajan en red». Eso significa que establecen contactos muy estrechos entre ellos, «se apoya, se ayudan y se respaldan», añade María Calvo.

La ventaja, y a veces el inconveniente, es que estos emprendedores sociales ponen en marcha modelos muy innovadores, y por ello, arriesgados. «Les cuesta mucho introducir sus modelos porque a veces éstos suponen incluso la apertura de nuevos mercados, de nuevos servicios», añade la responsable de Ashoka.

En cualquier caso, y para los que puedan confundir a estos emprendedores sociales con meros impulsores de ONG o de acciones de filantropía, «la diferencia radica en la innovación» y sobre todo en el hecho de que los emprendedores trabajan para modificar la realidad. La diferencia es también que ellos trabajan con las causas, y no con las consecuencias de los problemas sociales. «Los emprendedores tratan de atajar las causas, las ONG trabajan con las consecuencias», puntualiza Calvo.

El perfil del emprendedor social responde a un porcentaje de un 60% de hombres y un 40% de mujeres. La media de edad ronda los 35 años, y casi siempre llevan varios años trabajando en su idea: la han madurado y tienen una buena preparación al conocer el entorno y la problemática sobre la que quieren desarrollar su emprendimiento.

A todos ellos les definen características similares: su fe, sus inquietudes, que son semejantes, su pasión por lo que hacen y su gran capacidad para relacionarse. Ashoka apoya actualmente a 18 emprendedores sociales en España, pero la red cuenta con más de 2.700 en todo el mundo. Para todos ellos Ashoka es una fuente de recursos, de cobertura económica de sus necesidades personales –lo que les permite volcarse en su iniciativa–, de contactos y de posibilidad de apoyo por parte de socios estratégicos: abogados, asesores, etc.

«La visión de Ashoka pasa por identificar y apoyar a estas personas, porque creemos que para contribuir a solucionar los problemas sociales la mejor aportación es impulsar esta figura: los agentes de cambios», remarca María Calvo.

Algunos ejemplos

Antonio García Allut es uno de los mejores ejemplos de emprendedor social centrado en la mejora del medio ambiente. Este emprendedor español ha creado un modelo integral y sistémico para hacer viable económica y socialmente la pesca artesanal, actuando sobre las causas que están poniendo en peligro la existencia de las comunidades pesqueras tradicionales en el mundo.

Su planteamiento se basa en la idea de «convertir a los pescadores en los protagonistas reales del cambio», así como en la importancia de redistribuir los logros y éxitos del proyecto entre todos los agentes sociales que intervienen en él. Para luchar contra la falta de transparencia y evitar que los intermediarios se apropien de la mayor parte del valor de las capturas, Antonio ha impulsado la creación de Lonxanet, la primera empresa de comercialización en la que participan los pescadores.

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Se trata de un mercado electrónico que vende pescado directamente a restaurantes y consumidores. Lonxanet es una empresa única en el sector de la comercialización de la pesca, ya que no nace para ocupar un nicho económico nuevo, sino por la necesidad de resolver algunos problemas en el sector pesquero (especialmente la inseguridad e inestabilidad de los ingresos) y provocar un cambio social en el mismo.

Lo que motivó su creación fue precisamente la búsqueda de una solución a una serie de ineficiencias dentro del sistema de comercialización tradicional que provocaban efectos perversos sobre los pescadores y sus cofradías, sobre el ecosistema costero y también sobre el consumidor.

A través de estos cambios estructurales, Antonio está logrando transformar el papel y la actitud del pescador tradicional, que ha pasado de ser un mero «recolector de pescado» a ser un «gestor del medio ambiente marino» que busca una mayor eficiencia de los recursos marinos, garantizando a la vez su sostenibilidad ambiental.

Esta transformación y la colaboración entre los pescadores ha impulsado además la creación de una Área Marítima Protegida de Interés Pesquero, que por primera vez ha sido creada, definida y diseñada por los propios pescadores.

A la vez, Antonio está promoviendo diversas iniciativas para aumentar el valor del producto de la pesca tradicional, como la implantación de un sistema de trazabilidad (desde la captura hasta el consumidor final) para garantizar la calidad del pescado a través de Lonxanet. Además está implicando a otros sectores económicos y sociales, como la restauración, creando una Red de Restaurantes por la Conservación del Ecosistema Marino para mejorar sus prácticas de compra de productos pesqueros y contribuir a una mayor transparencia en el origen del producto de cara al consumidor.

Con el objetivo de acercar a la sociedad a la vida del pescador, sensibilizarla sobre sus retos y entender su importancia en la sostenibilidad económica, social y ambiental de la zona, Antonio también está impulsando el proyecto «Mar de Lira», que aúna varias iniciativas relacionadas con el turismo y con la educación gestionadas por los propios pescadores y que están sirviendo de ejemplo a otras poblaciones gallegas.

Con todo ello este emprendedor social está poniendo en marcha un modelo visible y exitoso, susceptible de ser aplicado en otras comunidades pesqueras y en otros contextos. Actualmente, trabaja con diferentes líderes en comunidades de Europa y América Latina y desde hace un año, también en África.

Ciudad saludable

Otro de estos ejemplos de emprendedor social preocupado por el medio ambiente es la peruana Albina Ruiz, que ha creado el proyecto «Ciudad Saludable», con el que trata de mejorar la calidad de vida de las poblaciones de Perú más pobre a través de la gestión eficiente de residuos sólidos, permitiendo tener ciudades más limpias y a la vez generar empleo.

«La basura es un problema para muchos, pero para nosotros es una oportunidad», afirma Albina Ruiz, que ha puesto en marcha una red de microempresas de recogida y reciclado de basuras que no sólo ha generado mejoras en las condiciones sanitarias de las 35 ciudades peruanas en las que opera, sino que también ha creado numerosos empleos entre los miembros de estas comunidades, en su mayoría, «personas desocupadas». A su juicio, «no se trata de prestar ayuda a estas personas, sino de facilitarles un empleo».

En Perú se producen diariamente 15.000 toneladas de residuos sólidos y se recolecta sólo el 60% de éstos. Sólo el 35% tienen un destino final adecuado. La novedad del proyecto de Albina radica en que integra a la sociedad civil en el proceso de tratamiento de residuos sólidos, mitigando a la vez los graves problemas de salud y contaminación del agua, aire y suelo que generan las basuras arrojada a ríos, lagos, áreas agrícolas y calles de las ciudades de Perú.

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Albina, siendo una estudiante de ingeniería industrial, desarrolló un nuevo sistema integral de gestión de residuos que lleva perfeccionando más de 15 años.

Actualmente su modelo contribuye al desarrollo de ciudades saludables, mediante la creación de empresas encargadas de la recolección y procesamiento de los residuos en todas sus fases, incluida la creación de rellenos sanitarios de baja tecnología y microempresas generadoras de compost, proporcionando a su vez ingresos y trabajo permanente a cientos de personas –35 microempresas y 2.000 empleados en 25 ciudades del país–. A través de «Ciudad Saludable», Albina está transformando la perspectiva de un problema en crecimiento de las grandes ciudades en una posibilidad integral de desarrollo.

Además, y gracias al trabajo de esta organización –que cuenta con el premio «Proyecto más innovador en Desarrollo 2007», otorgado por la Red Global del Desarrollo–, Perú cuenta con una Ley de Residuos.

«Ciudad Saludable» trabaja también en la publicación de una guía de formación para recicladores y ha ampliado su radio de acción a otros países latinoamericanos como Bolivia, Venezuela, México, Ecuador y Chile.

En esta línea, la organización ha puesto en marcha, en colaboración con la Universidad Católica de Lima, una diplomatura a distancia de gestión integral de residuos, que ya cuenta con 54 alumnos, y trabaja activamente en un Plan Nacional de Residuos para el país.

Emisiones de CO2

Un ejemplo más de emprendedor social centrado en proyectos de medio ambiente es el alemán Johanes Hengsenberg, que ha puesto en marcha un innovador proyecto: «CO2 online», que responde a una idea clara: la protección del clima no es una idea «abstracta y complicada», sino una cuestión de simple comunicación y de acceso a la información.

Para demostrarlo este emprendedor desarrolló un sistema sobre el terreno que muestra lo sencillo que es ahorrar energía a través de unas herramientas on line que permiten a los consumidores contabilizar su consumo de energía y tomar medidas para reducirlo, demostrando además el valor adicional de la energía que ahorran.

Lo novedoso de esta idea es que Johannes enmarca el debate del cambio climático en términos que los ciudadanos ordinarios pueden entender, y les ayuda a reducir tanto su consumo de energía como sus gastos. Comprobando que recurrir a razones morales «raras veces se traducirá en acción», Johannes se centra en las ventajas económicas para fomentar un modo de vida más sostenible.

En 1992, con la ayuda de algunos ingenieros de software, Johannes desarrolló un programa para analizar el gasto energético, una herramienta que ofrece comparaciones personales frente al promedio nacional de gasto e identifica el potencial de ahorro de un hogar, tanto económico como en términos de emisiones de CO2.

Lanzó así el servicio on-line www.co2online.de, al que cualquiera puede acceder gratuitamente. Este sitio web ofrece servicio de correo electrónico, secciones útiles de dudas, preguntas y respuestas y otros consejos y medidas prácticas relacionadas con aspectos como el aislamiento de azoteas, paredes o ventanas.

En 2008 la iniciativa de Johannes había alcanzado a más de dos millones de personas en Alemania y ampliaba sus esfuerzos a otros países de Europa y el extranjero. Gracias a su idea, simple y rentable, había movilizado a miles de ciudadanos para ahorrar 3,4 millones de toneladas estimadas de CO2.

Agricultura ecológica

Por su parte, la cacereña Beatriz Fadón trabaja para que las pequeñas y medianas producciones de agricultura ecológica sean viables económica y socialmente como alternativa para lograr un desarrollo rural sostenible, siempre bajo los criterios de una economía alternativa, justa y solidaria.

Para ello Beatriz está fortaleciendo el papel que juegan los agricultores a lo largo de toda la cadena de la industria agroecológica, desde la producción hasta la distribución y comercialización de los productos, articulando el sector para involucrar a todos los actores, y movilizando una masa crítica que ejerza presión a la hora de diseñar y definir políticas económica y ambientalmente sostenibles.

¿Cómo lo está haciendo? Demostrando la rentabilidad de estas técnicas sostenibles de producción a través de experiencias piloto en su propia finca y en las de agricultores que todavía son reticentes a hacer el cambio definitivo, pero que están dispuestos a experimentar a pequeña escala.

A través de su organización, Red Calea, ofrece formación técnica específica a los agricultores que quieren reconvertir su producción hacia modelos sostenibles y les estimula a participar en los movimientos asociativos sectoriales de la región, como la Asociación Extremadura Sana, que también ha impulsado, y que les permite participar en redes de colaboración con otros profesionales y expertos como estrategia facilitadora de resolución de problemas.

Una parte clave de la iniciativa de Beatriz Fadón consiste en acompañar a los agricultores para que participen en la toma de decisiones de cada etapa del proceso de producción –incluyendo la transformación del producto, la distribución, el estudio de mercado y la venta final– en lugar de depender de los intermediarios.

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En su caso, y después de estudiar química agrícola y darse cuenta del daño que se hacía al medio ambiente a través de los métodos tradicionales, Beatriz comenzó a dedicarse a la agroecología. Tras varios años de experiencia, Beatriz está reformulando la agricultura ecológica para presentarla como una opción rentable y atractiva para pequeños y medianos agricultores.

Pero para llegar hasta donde está, Beatriz tuvo que comenzar cultivando y vendiendo sus propios productos ecológicos. Sólo después de experimentar el rechazo inicial y conocer de cerca las dificultades que para el sector entrañaba esta nueva forma de ser agricultor, pudo poner en marcha una idea exitosa. Ella, como el resto de emprendedores sociales, está convencida de que la mejor forma de inspirar el cambio en cualquier colectivo es comprender totalmente su situación. Por eso se implican personalmente, por eso ponen en práctica el método de ensayo y error.

Todos ellos son soñadores aferrados a la realidad. Un día soñaron que era posible y despertaron para hacer realidad ese sueño.

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