Recuperar el pulso laboral después del cáncer

Los avances de las últimas décadas permiten mejorar el pronóstico del cáncer y lograr un mayor porcentaje de curaciones, incluso en los tumores más agresivos. Uno de los desafíos para los supervivientes es proseguir con su vida laboral, ya que su capacidad para desempeñar su trabajo igual que antes del diagnóstico es cuestionada.
Nuria García21 junio 2013

Médicos e investigadores coinciden en seguir investigando en el terreno psicosocial y establecer los mecanismos necesarios que faciliten una rehabilitación integral.

La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer en EEUU reveló en un estudio de 2002 que el 66% de los enfermos de cáncer rondaba los 65 años. La tendencia actual indica un creciente aumento de casos en poblaciones por debajo de dicha edad, es decir, personas laboralmente activas y con proyección profesional.

En España, hay alrededor de 1,5 millones de supervivientes de cáncer y podrían ser muchos más para 2020, según las previsiones de Eurostat. Nuestro país se sitúa entre la media de países europeos con cifras de supervivencia global relativa de cinco años para el 49% de los varones y el 59% de las mujeres. Los números son más alentadores cuando se trata de tumores frecuentes, como el de mama, según el grupo de trabajo Eurocare.

La dificultad para mantener el ritmo laboral y el propio impacto emocional del diagnóstico son factores que le hacen plantearse al enfermo su continuidad laboral. Según las conclusiones del estudio El modelo de trabajo social en atención oncológica, elaborado por el Institut Catalá d’Oncologia, el trabajador se ve obligado a asumir «modificaciones en su rol profesional y el desarrollo de su actividad», claros obstáculos para optar a puestos de mayor responsabilidad.

Además, está la merma de su poder adquisitivo, ya sea por las bajas laborales, la pérdida de incentivos y complementos, amén de los gastos asociados al tratamiento de la enfermedad.

El documento titulado La reinserción laboral: Un nuevo reto en el paciente con cáncer expone cómo algunos pacientes son capaces de seguir trabajando más o menos, mientras otros no pueden normalizar su vida laboral. Este trabajo firmado por los doctores Raquel Molina, del Servicio de Oncología del Hospital Universitario Príncipe de Asturias, y Jaime Feliu, del Servicio de Oncología del Hospital de La Paz, reúne conclusiones extraídas de estudios extranjeros que han indagado sobre las consecuencias psicosociales del cáncer. Termina concienciando sobre la necesidad de la rehabilitación «ya desde las etapas tempranas de la enfermedad por ser un importante índice de calidad de vida».

Y un llamamiento final de los autores: acabar con los «mitos» del cáncer entre la sociedad y los empresarios, algo que haría más fácil la reinserción tras el tratamiento, además de fomentar la educación pública y profesional para poner fin a ciertos estigmas que se ciernen sobre los afectados.

La vida se fragmenta

Hay pocos trabajos en España al respecto, pero merece la pena citar el estudio piloto realizado por un grupo de investigación del Hospital de La Paz en el año 2000 con 95 afectados por diversos tipos de tumor. Tras pasar un primer tratamiento, la tasa de reinserción laboral fue del 70%. Los factores negativos para volver al trabajo eran que fuera un trabajador asalariado y la presencia de secuelas ligadas a la quimioterapia como modalidad terapéutica.

Los factores predictivos para recuperar la vida laboral eran ser menor de 45 años, no haber recibido quimioterapia y ser autónomo. El hecho de ser asalariado, tener más de 45 años y realizar algún trabajo físico, o no poder atacar del todo la enfermedad, eran aspectos negativos recogidos en las conclusiones.

Durante un tratamiento contra el cáncer, es habitual experimentar ansiedad, expectación y preocupación por volver a ser tan eficiente como antes. «Pueden sufrir fatiga, especialmente cuando la incorporación no se realiza de manera secuenciada o parcial», según la responsable de Proyectos de la Fundación Josep Laporte, Laura Fernández.

La vuelta al trabajo significa un «gran esfuerzo» y, además, pueden sobrevenir otras dificultades al relacionarse con los compañeros, que no saben muy bien cómo comportarse ante una situación así.

Desde esta fundación aseguran que el tipo de tumor no es tan determinante a la hora de volver o no a trabajar, sino aspectos como «la larga duración del tratamiento, que puede extenderse entre seis meses y dos años, en función del estadio y la gravedad». Laura Fernández incluye las hospitalizaciones como otro de los factores y, por descontado, las secuelas.

Esta fundación, que pertenece a la Universidad Autónoma de Barcelona, ha elaborado un estudio bajo el título Después del cáncer. Experiencias y necesidades de personas que han superado la enfermedad y de sus familiares, centrado en las consecuencias psicosociales de la enfermedad.

«Muchos pacientes ven cómo su vida se fragmenta inevitablemente». Los participantes del estudio catalán relataron cómo sus contratos no eran renovados, con el consecuente impacto económico; cómo habían sido reubicados en otros puestos en detrimento de su carrera; mientras otros afirmaban no haber sufrido dificultades.

Laura Fernández sintetiza así situaciones diversas que reflejan las encuestas: «Algunos pueden verse jubilados de manera anticipada», por esa razón, en este estudio, los participantes (profesionales de la salud, trabajadores sociales y enfermos) coincidieron en la necesidad de una legislación para proteger a los afectados por despidos y jubilaciones «que no hayan sido consensuadas entre empleadores y empleados».

Rehabilitación y sensibilización

La Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) tiene un programa de inserción laboral desde 2004 que, en un principio, se pensó para mujeres con cáncer de pecho. Con los primeros conatos de crisis, se extendió a otros tipos de cáncer para ayudar a más número de enfermos en su proceso de rehabilitación integral.

Las acciones de AECC incluyen la orientación, formación, mediación y desarrollo de los aspectos personales de cara a la ocupación mediante la promoción y potenciación de las capacidades individuales.

Raquel del Castillo, trabajadora social de la asociación, comenta que atienden a unas 450 o 500 personas al año. Un perfil muy frecuente que acude a ellos es el ama de casa «de toda la vida» que se lanza a buscar por primera vez un trabajo «como un reto personal para volver a sentirse válida y superarse, cobrar un papel en la sociedad y dentro de su propia familia».

También recurren a la AECC trabajadores que fueron diagnosticados estando en paro y no han podido seguir buscando trabajo y otros que perdieron su empleo con la enfermedad y ahora «se encuentran con el estigma, sin trabajo y con personas que dependen de ellos». Muchos dedicaron toda su vida a realizar algún trabajo físico y ahora, con cincuenta años de edad, las secuelas del cáncer no les permiten seguir en su sector, ni tampoco tienen preparación para acceder a otros puestos. «Aquí tiene mucho sentido nuestra intervención para abrir otros caminos y formarles para otras ofertas laborales», dice Raquel.

Hay una parte diferenciada del programa de AECC –los talleres prelaborales– que trata el tema de las «autopercepciones negativas» de la persona. Se ayuda a los enfermos a volver a enfrentarse al mercado laboral cuando cae la autoestima, las capacidades anímicas se ven mermadas y falta la motivación.

Claro que, recalca Raquel, tiene siempre que haber una «actitud proactiva» en la persona. «Intentamos canalizar esas ansias de autosuperación para que consigan un trabajo», explica. La pega es que las actuales circunstancias complican la búsqueda porque la oferta es escasa y es difícil convencer al empresario de que, cuando hay dos personas candidatas a un puesto, no se decida por contratar al sano, «entre comillas».

La fase más innovadora del programa es la sensibilización empresarial. Se contacta con las empresas más relevantes, previo estudio de la actividad económica predominante en una región o provincia. Se reúnen con los responsables de aquellas compañías que pueden contratar para sensibilizarles. Los empresarios suelen tener miedo a las bajas o que las secuelas limiten el rendimiento de los empleados. «Nuestra labor es acabar con este estigma y convencer a los empresarios con argumento reales». El mensaje es claro: haber pasado por un cáncer no significa estar incapacitado para trabajar.

En el estudio de la Fundación Josep Laporte, algunos profesionales vinculados al tratamiento de la enfermedad respondían así en las encuestas: «Estamos teniendo muchísimos casos de despidos por culpa de las bajas. Nunca se alega que el motivo sea la enfermedad, pero coincide que, finalizadas las bajas, viene el despido laboral».

Por su parte, un docente entrevistado respondía así cuando le preguntaban por su regreso a la rutina: «Yo tenía un déficit de atención impresionante y no me podía enfrentar a un grupo de chavales de 15 años seis horas diarias, aguantando risitas y tonterías. Un día te duele la cabeza, otro día te apetece llorar…».

¿Hasta qué punto son flexibles las empresas? Laura Fernández asegura que hay una enorme heterogeneidad en las prácticas empresariales en cuanto a adaptación de horarios. Lo ideal sería que las empresas observaran las necesidades específicas del empleado afectado: «El empleador, dentro de su ámbito de responsabilidad social corporativa, puede ser un agente mediador para lograr la completa reinserción del trabajador ofreciendo las condiciones laborales que mitiguen las dificultades ligadas a la reincorporación y reducir las condiciones que pueden exacerbar la ansiedad, el miedo o la pérdida de confianza».

El síndrome del cuidador

Los familiares también viven en primera persona la enfermedad. Los investigadores de la Fundación Josep Laporte destacan el apoyo que deben recibir, aparte, las personas allegadas del enfermo a fin de que puedan normalizar su vida profesional.

Se trata de prevenir en lo posible y tratar el llamado «síndrome del cuidador». Laura Fernández comenta que los parientes deben asumir nuevos roles, modificar sus vidas y su situación laboral para poder ocuparse de un pariente enfermo. «La fatiga y el estrés de los cuidadores deben ser paliados adecuadamente. Con más tiempo de descanso, más relevo en los cuidados y apoyo psicológico, se reduciría mucho la aparición de cuadros depresivos».

Tanto enfermos como familiares deben acudir a las organizaciones de pacientes, contactar con personas que hayan pasado por la misma experiencia y contar con un asesoramiento en cuestiones laborales y legales, opina.

Desde el punto de vista empresarial, Laura estima que sería necesario estudiar muy específicamente, y de forma complementaria al estudio de la Fundación Josep Laporte, las prácticas empresariales con el fin de poder desarrollar un «protocolo de actuación» y aplicarlo en grandes, medianas y pequeñas empresas.

Algunas investigaciones norteamericanas ofrecen claves para la reincorporación laboral. Por ejemplo, aconsejan que el enfermo mantenga contacto con su empleador o responsable durante el periodo de baja, que intente seguir en contacto con sus compañeros, que se pacte con los responsables cuál va a ser el plan de regreso y que la empresa priorice unos horarios más reducidos al comienzo.

Los autores Molina y Feliu aluden a ciertos factores predictivos para la reinserción sobre los que no se puede obrar. Por ejemplo, la edad del paciente en el momento del diagnóstico, la localización o el estadio del tumor no son modificables. Sin embargo sí se puede intervenir sobre los mitos y creencias sobre el cáncer, o se puede incidir sobre el tipo de tratamiento en concreto (para que deje las menos secuelas posibles) o suprimir algunas barreras físicas en los lugares de trabajo, entre otras acciones.

AECC considera que las reinvindicaciones laborales de los supervivientes de cáncer es aún una «lucha joven» si comparamos este colectivo con otros desfavorecidos y estigmatizados que han alcanzado un reconocimiento en España. Estos supervivientes no entran aún dentro del grupo en riesgo de exclusión, ni tampoco existe a nivel de consejerías de salud unos programas públicos de reinserción para ellos, en palabras de Raquel del Castillo.

Comentarios

  1. Buenas tardes,
    A mi me diagnosticaron un cáncer de mama el año pasado, estando recuperándome y un dia antes de que el oncólogo me indicara que solo me darían Radio terapia y hormonoterapia durante 10 años mi jefe me despidió y a partir de ahí ha sido un periplo de desgracias que he tenido que asumir sin ningún tipo de ayuda, francamente no entiendo las ayudas para las mujeres con cáncer, porque yo no las he visto y las he buscado pero no las he encontrado