Del (mero) reciclaje a la economía circular

Muchos estudios y analistas han alertado en los últimos tiempos sobre el creciente desabastecimiento o incluso carencia de recursos naturales en la cadena de suministro. Y los datos resultan demoledores en ese sentido.

En un mundo de cerca de 9.000 millones de ávidos consumidores en apenas unos años, el suministro y reserva de recursos naturales amenaza con terminarse antes de lo que estiman las previsiones más pesimistas. «Este enfoque echará por tierra a muchas empresas y, con estas, a numerosas economías», vaticina Polman.

Esa previsión hecha alerta encuentra solo una salida adecuada, insiste Polman, en el concepto de economía circular, un modelo en el que los productos no solo se consumen y malgastan de modo rápido, sino que son reutilizados para, de ese modo, extraer el máximo valor antes de que regresen de forma segura y productiva a la biosfera.

«Pero lo más importante para los líderes de los negocios es que esa nueva economía circular puede pilotar el crecimiento, y los directivos y empresas más innovadoras están ya aventurándose en este nuevo espacio», resalta el primer ejecutivo de Unilever, que ha colaborado con el influyente informe Towards the circular economy (Hacia la economía circular), elaborado por la Fundación Ellen MacArthur.

La economía circular, que para algunos expertos puede suponer un cambio definitivo en la cadena de suministro desde la propia base, reemplaza una asunción previa –disponibilidad– con otra –restauración o reemplazo–. Como apunta un reciente informe de McKinsey sobre el futuro de la revolución industrial, en el fondo, esta nueva economía «busca alejarse del modelo tradicional de ‘coge, fabrica y usa’ a través de la creación y optimización de productos que puedan ser reutilizados en múltiples ocasiones después del primer uso».

Este esfuerzo de reciclaje comienza, según el estudio de la prestigiosa consultora estratégica, con los propios materiales, vistos bajo esta nueva filosofía como útiles que pueden ser usados de nuevo, y no como elementos que fluyen a través del ciclo productivo solo una vez.

La publicación en 2012 del primer informe Towards the circular economy contribuyó enormemente, según constatan los socios de McKinsey, a introducir esta filosofía en el debate sobre la sostenibilidad en lo referente al uso de los bienes duraderos. Bajo ese espíritu empresarial del reciclaje, esta nueva economía está llamada a «crear una prosperidad que no surja a expensas de las oportunidades del mañana», señalan Hahn Nguyen y Martin Stuchtey, socios de McKinsey.

Los informes sobre la economía circular coinciden en un punto evidente: la necesidad de que el ciclo extractivo y productivo cambie de curso de forma drástica. A este respecto, los últimos 150 años de revolución industrial han estado dominados por un modelo lineal de producción y consumo en una sola dirección.

Según dicho modelo, los bienes eran fabricados a partir de materias primas, para ser posteriormente vendidos y usados, para acabar como meros residuos. Este modelo, conceden desde la Fundación Ellen MacArthur, ha sido «excepcionalmente exitoso a la hora de proporcionar productos baratos a los consumidores y, en general, prosperidad material para millones de personas». En las economías desarrolladas, la economía circular ha desplazado de forma generalizada a la economía tradicional, basada principalmente en la reutilización y regeneración, pero de paso necesitada de más mano de obra y con unos bajos rendimientos de la inversión.

El informe de McKinsey reconoce que aún existe campo para que el modelo lineal pueda progresar en nuevas áreas geográficas e incluso pueda mejorar enormemente su productividad en el uso de los recursos. No obstante, «pese a esta mayor productividad, existen signos evidentes de que en las próximas décadas se requerirá un nuevo enfoque no solo en la utilización y consumo de los recursos sino en la calidad de estos. Por ello, será necesario llevar estas mejoras a una nueva magnitud», sostiene el informe de la Fundación Ellen McArthur, que sitúa a la economía circular como el paradigma de esa nueva magnitud.

No es para menos. A media que la clase media global se duplique para el año 2030 hasta llegar a los 5.000 millones de personas, el consumo y la cantidad de materias primas utilizadas se elevarán de forma exponencial, lo cual aumentará los precios de modo súbito, debido no solo a la cada vez mayor escasez de las materias primas sino a la mayor dificultad para acceder a ellas.

No obstante, tal vez lo más preocupante, según la Fundación Ellen McArthur, es que este aumento repentino de la demanda puede tener efectos adversos sobre el medio ambiente, lo cual puede limitar incluso más la oferta. Los síntomas de la estas limitaciones crecientes son ya visibles en el suministro de alimentos y agua. El simple hecho de que multinacionales como Coca-Cola hayan situado en el centro de su estrategia el futuro del agua a través de grandes inversiones en los tres últimos años deja constancia de ello. Del mismo modo, la disminución de la fertilidad del suelo ya se estima que costará alrededor de 40.000 millones de dólares a nivel mundial.

Las modernas formas de consumo circulares y regenerativas –hasta ahora limitadas a unas pocas categorías de productos– representan una alternativa prometedora que está ganado terreno.Ejemplos de gran alcance de la viabilidad de sus beneficios han visto ya la luz, sobre todo en el sector de los residuos domésticos.

Si bien estos ejemplos son todavía limitados en su alcance geográfico, se estima que todo el potencial de la economía circular puede alcanzar los 700.000 millones de dólares a nivel mundial, según el informe de la fundación.

En la práctica

Martin Stuchtey, director global de práctica en sostenibilidad y recursos de McKinsey, destaca el esfuerzo que, dentro de la economía circular, están realizando tanto Desso, una empresa de alfombras y césped artificial holandés, y Steelcase. Ambas organizaciones, al hilo de este cambio circular, «están realizando un viaje completo de transformación en su negocio, desde la lucha contra diseño de productos, modelos de negocio y la logística», destaca Stuchtey.

Sin embargo, el socio de McKinsey observa indicio positivos en numerosas empresas, cuyas campañas de marketing ya van dirigidas hacia la funcionalidad circular. En esta línea, menciona los casos de compañías como Michelín, que «ahora vende kilómetros, no neumáticos», precisa; o Rolls-Royce, que actualmente vende «el poder de la hora», como indica su lema; o Vodafone, que ofrece conectividad, no un teléfono móvil.

En el fondo, como resume Stuchtey, «la economía circular no podría tratarse de un concepto más simple. Consiste en entender y gestionar la economía –o una compañía– como si fuese un bosque; es decir, viviendo y haciendo crecer una organización que no malgasta nada. Y para eliminar los desperdicios del sistema industrial, tenemos que reutilizar los productos duraderos, desde los materiales (aluminio) a los componentes y los productos finales (teléfonos móviles). Porque todos los productos, sean del tipo que sean, se pueden consumir con mucho menos desperdicio o gasto».

No extraña que la denominada economía circular surja en un momento en el que la carestía de los recursos se ha instalado en el debate de la cadena de suministro como uno de los elementos críticos de la supervivencia o redefinición de esta. No en vano, recursos y suministro coinciden en una variable clave, el precio, que se ha elevado de forma drástica en los últimos años a raíz de la necesidad de hacer un mejor uso de las materias primas.

El responsable global de sostenibilidad y recursos de McKinsey sitúa el gas natural como la excepción a la regla, pero, salvo este, «la presión sobre los recursos clave no es probable que disminuya». A su juicio, con una población mundial camino de los 9.000 millones de personas para 2050 –un argumento muy similar al de la Fundación Ellen MacArthur–, «la escasez de recursos es probable que permanezca en el tiempo».

En este contexto, las fuerzas del mercado suelen recompensar, prosigue, a aquellos que optimizan de manera más eficiente los recursos que se convierten en un cuello de botella, como sucede con el agua en el norte de China o con los recursos minerales en Europa. Con este panorama, «el diseño de negocios circulares es el camino definitivo para optimizar recursos al mantener intacto el ciclo de vida de estos», ratifica el responsable de McKinsey.

Desde la consultora estratégica destacan, entre otros, el caso de Renault, cuya planta de Choisy -le- Roi, cerca de París, ha protagonizado la remanufacturación de motores de automóviles, transmisiones, bombas de inyección y otros componentes para la reventa. Las operaciones de la planta de remanufactura de la compañía francesa de automóviles usan un 80% menos de energía y casi el 90% menos de agua, además de generar un 70% menos de residuos de aceite y detergente. Y la planta ofrece los mayores márgenes operativos de Renault en su conjunto.

En términos generales, la compañía rediseña ciertos componentes para hacerlos más fáciles de desmontar y utilizar de nuevo. También se centra en la conversión de los materiales y componentes ya utilizados de los vehículos para un nuevo uso. Para apoyar estos esfuerzos, Renault ha creado compañías mixtas con una empresa de reciclaje de acero y una empresa de gestión de residuos para mejorar el diseño y la experiencia final de consumo por parte del cliente. En conjunto, estas medidas ayudan a Renault a ahorrar dinero mediante el mantenimiento de un control más estricto de sus materias primas a lo largo de ciclos de vida o el uso de sus vehículos.

Renault también trabaja con los proveedores para identificar a los «beneficios circulares» que aportan y distribuyen valor en toda su cadena de suministro. Por ejemplo, la compañía ayudó a su proveedor de fluidos de corte (especializado en los refrigeradores) a pasar de una venta a un modelo basado en el desempeño. Al cambiar la naturaleza y los términos de la relación, Renault ha motivado al proveedor para rediseñar el fluido y, de paso, trabajar con mayor eficiencia. El resultado de este proceso ha sido una reducción del 90% en el volumen de descarga de residuos.

La experiencia de Renault es solo uno de los múltiples ejemplos de empresas punteras que se han subido a la nueva ola sostenible de la economía circular, en la que las oportunidades de negocios son «reales y grandes», como resalta la Fundación Ellen MacArthur. De hecho, el informe de este organismo sugiere que el ahorro en los materiales por sí solos podría superar los 1.000 millones de dólares al año en 2025 y que, bajo las condiciones adecuadas, una economía circular podría convertirse en «un conductor tangible de la innovación global industrial, la creación de empleo y el crecimiento para el siglo xxi».

Ricoh representa esa innovación global en el día a día de numerosos espacios de trabajo. La multinacional de máquinas de oficina ha diseñado la marca GreenLine de fotocopiadoras e impresoras para maximizar la reutilización de los productos y componentes, al tiempo que minimiza el uso de materiales vírgenes.

Curiosamente, los productos que regresan de sus contratos de arrendamiento son inspeccionados, desmantelados y trasladados a través de un proceso de restauración extensa que incluye la sustitución de componentes y actualización de software antes de que las máquinas vuelvan a entrar en el mercado.

Mediante el diseño de unos componentes que pueden ser reutilizados o reciclados en las propias fábricas de Ricoh, la empresa reduce la necesidad de nuevos materiales en la producción y crea un apretado «círculo interno» de uso que le permite emplear menos material, mano de obra, energía y capital.

Los productos GreenLine se ofrecen ya en los seis principales mercados europeos, en los que representan el 10 y el 20% de las ventas de Ricoh en volumen. Pero lo más significativo es que los márgenes de los productos de esta gama son hasta dos veces más elevados que los de los nuevos productos lanzados por la propia compañía, y sin reducción alguna de la calidad.

En el caso de los productos que no pueden ser fabricados de nuevo, restaurados o mejorados, Ricoh mantiene los componentes una vez utilizados y los recicla en las instalaciones locales. La compañía está considerando, como detalla el informe de McKinsey, un plan para devolver algunos materiales reciclados para sus plantas de fabricación en Asia, donde se plantea la fabricación de nuevos componentes.

Después observar y analizar las diferencias de precios entre los materiales vírgenes y los que han sido reciclados (polipropileno, por ejemplo), y el coste del transporte de contenedores con destino a Asia, Ricoh estima que podría ahorrar hasta un 30% en el coste de los materiales para estos componentes.

No solo eso, sino que, en líneas generales, la compañía asegura que está en camino de poder reducir, para el año 2020, la entrada de nuevos recursos en sus productos en un 25% con respecto a los niveles de 2007. A día de hoy, los propios ejecutivos de la multinacional reconocen que este proceso de reciclaje se ha convertido en una de las ventajas competitivas con que la compañía desea competir en un mercado amenazado enormemente por la impresión 3D.

Resistencia al cambio

De todos modos, subraya el director de sostenibilidad y recursos de McKinsey, aún son muchas las organizaciones que muestran recelo a la hora de abrazar la denominada economía circular y prefieren seguir «malgastando» recursos, pues ven poco retorno en la circularidad para la inversión que requiere.

«En el fondo, se trata de miedo a que, al introducirse en la dinámica circular, comprueben que deben reconfigurar toda su cadena de suministro, que en algunos casos funciona muy bien, pero que podría hacerlo también de forma más sostenible si apuestan por el cambio. Pero la resistencia al cambio siempre pesa», explica Martin Stuchtey.

En el fondo, sugiere Stuchtey, la gran barrera contra una economía circular es la enorme dificultad de romper hábitos arraigados. Muchos aspectos del sistema actual reflejan las decisiones tomadas hace mucho tiempo. Incluso en los últimos años numerosas empresas, gracias a la filosofía Lean, han mejorado enormemente los tiempos y recursos de su cadena de suministro. Incentivos mal alineados salpican el paisaje industrial, por lo que es difícil crear, capturar y redistribuir valor dentro de los recursos y materias primas, apunta la Fundación Elle MacArthur.

Los clientes, por ejemplo, «se utilizan para evaluar el coste de los productos solo en el punto de venta, incluso aunque los productos más costosos pero más duraderos –propios de la economía circular– fuesen más económicos a largo plazo». A su vez, los modelos de arrendamiento son desconocidas en muchas industrias, a pesar de que beneficiarían tanto a los clientes como a empresas.

Como se ha mencionado anteriormente, los hábitos arraigados dentro de las empresas también frustran el cambio hacia la economía circular. Los altos ejecutivos se preocupan con razón por los altos niveles de capital necesario para cambiar los productos, así como por el constante movimiento de las ventas en el ámbito familiar. «Pero sienten un miedo innato cuando apuestan por una novedad que les puede alterar el ciclo normal de ventas», advierte el informe de la fundación.

En este punto, una de las mayores preocupaciones de los ejecutivos de Ricoh antes de lanzar GreenLine, por ejemplo, fue el simple hecho de que podría canibalizar otros productos de la compañía, sobre todo aquellos que gozaban de un alto grado de fidelidad por parte de los consumidores. La multinacional temía que GreenLine rompiese esa lealtad del cliente y que, al mismo tiempo, no construyese una fidelidad propia alrededor del nuevo lanzamiento. Solo después de crear un plan de control para controlar las ventas de GreenLine y del resto de productos, pudo la empresa asegurarse de no caer en el efecto perverso de la canibalización.

Los respectivos informes de la Fundación Elle MacArthur y McKinsey ponen de manifiesto que las iniciativas y estrategias en favor de la economía circular supondrán a medio-largo plazo una «absoluta reconfiguración», como precisan desde la consultora, de la cadena de aprovisionamiento y suministro de las empresas en un momento en que estas se están viendo amenazadas por la creciente carestía de recursos naturales.

En el fondo, como constata el informe de la fundación, la circularidad económica no solo permitirá optimizar los recursos y materias primas, sino que supone un cambio de paradigma en las relaciones entre proveedores y empresas desde el comienzo del proceso productivo. En este sentido, la economía circular supone un trabajo conjunto entre organizaciones, productores, comunidades locales y autoridades gubernamentales, que «deben involucrarse de manera conjunta en el reciclaje de esas materias primas».

La movilización de varios grupos de interés es siempre un reto, por supuesto, y puede adoptar diversas formas, incluidas las asociaciones y consorcios industriales. Las organizaciones no gubernamentales y sin fines de lucro también jugarán, por tanto, un rol de primer orden en el cambio del ciclo productivo.

Y eso, a su vez, en última instancia beneficiará a los interesados en todos los niveles, ya sean clientes, empresas o la sociedad en su conjunto, que deben azuzarse mutuamente para una mayor sensibilización sobre el reciclaje de las materias primas.

Por Juanma Roca
@juanmaroca

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