Sin periodismo no hay democracia

En días como hoy, en el que proclamamos la necesidad de la libertad de prensa, me gusta recordar esa máxima que la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) lanzó en los años de la crisis: “Sin periodismo no hay democracia”. Miramos hacia Turquía por haberse convertido en una celda para reporteros, pero tampoco en España rige la verdad plena en los medios.

Como periodista y como ciudadana del mundo siento una tristeza infinita al tener que seguir celebrando el Día Internacional de la Libertad de Prensa. Que se le dedique una jornada de reconocimiento al año indica, principalmente, que queda mucho por hacer en esa materia, y no sólo en los países menos desarrollados.

Este año las miradas se han puesto sobre Turquía, un país supuestamente democrático que aún se marca como objetivo conseguir un hueco en la Unión Europea. ¿Es posible que se le conceda habiéndose convertido en el último año en uno de los grandes azotes del periodismo a nivel mundial? Las exigencias del Parlamento Europeo dejan claro que no puede ser así.

Según Amnistía Internacional (AI), hay 120 reporteros encerrados injustamente en cárceles turcas por hacer su trabajo. Lógicamente el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan lo niega, asegurando que la mayoría han sido encarcelados por hacer apología del terrorismo, contraviniendo las normativas del país.

Una ‘ley mordaza’ como otra cualquiera que también ha servido para cerrar más de 150 medios de comunicación y dejar sin trabajo a 2.500 periodistas desde el fallido golpe de Estado del pasado verano. La Dirección General de Prensa y Comunicación ha asegurado además que, desde entonces, se han anulado las credenciales de casi 780 profesionales de la comunicación.

Una larga lista de datos que han sido recogidos en el informe El periodismo no es un delito, elaborado por AI, en el que se denuncia la caza de brujas a la que se están viendo sometidos un buen número de reporteros, nacionales e internacionales, que están siendo procesados con la excusa de fomentar la propaganda terrorista.

Sin embargo, la realidad es muy distinta: contar ciertas verdades, aquellas que hablan de la falta de democracia y del olor a dictadura que se extiende a lo largo y ancho del país árabe, no le gusta a Erdogan. Y para silenciarlas, ¿qué mejor que cerrar un negocio o una larga condena carcelaria? Un clásico que no hace tanto también se vivía en España.

En Turquía se han cerrado más de 150 medios de comunicación y han dejado sin trabajo a 2.500 periodistas desde el fallido golpe de Estado del pasado verano.

Libertades a medio gas

El caso de Turquía (o de otras naciones del mundo en las que los periodistas se juegan el tipo por sacar a la luz la verdad) es tan flagrante que empaña la falta libertad de prensa que también sufrimos en España. No es comparable, no cabe duda, y probablemente por eso lo pasamos por alto.

No se trata sólo de la ‘dictadura del capitalismo’ que nos obliga a contar lindezas y a dorar la píldora de aquellas marcas que invierten importantes fondos en publicidad para que los medios de comunicación se sostengan. O de dejar una gran exclusiva al tamaño de un breve para que no llame la atención, porque contraviene la línea editorial de un periódico.

Tampoco de infravalorar a periodistas y fotógrafos con constantes ERE y sueldos irrisorios por jornadas interminables de trabajo. Una buena forma de empujarles a generar contenidos con poco fondo, casi siempre más marcados por el SEO que por la calidad periodística. De fabricar churros para cubrir el expediente, como decía a menudo un antiguo compañero de redacción, en vez de fomentar la búsqueda de la exclusiva, de la verdad.

Y si, aún teniendo en cuenta todos los contras, alguno decide ir tras la noticia y contarla, puede que se encuentre con una mano poderosa que le aplaste. No es difícil recordar aquellas “injurias a la Corona” sufridas por la revista satírica El Jueves en 2007, cuando la Audiencia Nacional ordenó el secuestro de la publicación, la prohibición de su venta, la confiscación de los moldes y el cierre de su web. Todo por una portada subida de tono. Se llevó a juicio a los autores de la caricatura, Guillermo Torres y Manel Fontdevila, y se les condenó a pagar una multa de 3.000 euros. Un buen pack para un país con ‘libertad de prensa’ como España.

Aprovechando fecha tan señalada, el think tank Freedom Home también ha publicado un ranking en el que nuestro país ha quedado en el puesto número 26 de Europa, un continente con 50 países, contando con las naciones del tamaño de una pequeña población como Ciudad del Vaticano o Liechtenstein. ¿Eso no nos pone sobre aviso?

Quizás vaya siendo hora de hacer autocrítica y mejorar en este aspecto. Porque, como dice la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) en su manifiesto, sin periodismo no hay democracia. Y necesitamos de ella para crecer y progresar.

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