¿Cómo será el futuro del trabajo?

El trabajo, tal y como se entiende hoy, está en profunda transformación, y los retos y oportunidades que surgirán en el futuro necesitan de medidas para que no se ahonde en las desigualdades y se aumente la incertidumbre.

Esa es la idea principal que surge del informe Trabajar para un futuro más prometedor realizado por la Comisión mundial sobre el futuro del trabajo de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Un futuro del trabajo en el que se van a mezclar diversos asuntos como la automatización, la ecologización de las economías o la evolución demográfica y que necesitará de acciones y cambios importantes.

Y todo ello a través de la revitalización del contrato social que asegure a los trabajadores una participación justa en el progreso económico, el respeto de sus derechos y la protección de los riesgos a los que se exponen a cambio de su constante contribución a la economía.

Para cumplir con ese contrato social y fortalecerlo, la Comisión propone un programa de acciones centrado en las personas que las sitúen en el centro de las políticas económicas y sociales y de la práctica empresarial.

El trabajo se debe adaptar a las personas y no al revés

El programa de la Comisión no tiene como objetivo conseguir que las personas se adapten a este nuevo horizonte del mercado laboral, sino que tiene una visión más audaz que pretende orientar las transformaciones en curso hacia un futuro del trabajo que confiera dignidad, seguridad e igualdad de oportunidades, y que amplíe las libertades humanas.

El primer paso propuesto para ello es aumentar la inversión en las capacidades de las personas.

Con la finalidad de aprovechar las transformaciones en curso para abrir puertas y crear oportunidades para el desarrollo humano se propone un aprendizaje permanente para todas las personas que englobe no solo el aprendizaje formal e informal desde la infancia hasta la etapa adulta y que combine competencias básicas sociales y cognitivas, sino que también abarque el desarrollo de aptitudes necesarias para participar en una sociedad democrática.

Para ello será necesario crear un ecosistema eficaz de aprendizaje permanente con la participación activa y el apoyo de los gobiernos, los empleadores y los trabajadores, así como de las instituciones educativas.

Las transiciones en el trabajo, provocadas por los cambios mencionados al inicio, van a requerir que las personas reciban apoyo y empoderamiento para realizarlas con éxito.

El futuro más próximo muestra un panorama mundial con países o zonas con población muy joven y otros con población envejecida, y se va a tener que actuar para que tanto unos como otros tengan sus oportunidades en el mercado laboral a la vez que se maximiza el beneficio en las empresas, resultante de tener plantillas con diversidad generacional.

La igualdad de género: un imperativo social y económico

Mientras las mujeres siguen teniendo que adaptarse a un mundo de trabajo ideado por hombres para hombres, muy pocas veces se promueve a que los hombres hagan trabajos considerados de manera tradicional como femeninos.

En el informe se recomienda la adopción de políticas que promuevan que hombres y mujeres compartan los cuidados y las responsabilidades domésticas, incluyendo instauración y ampliación de prestaciones de permisos que animen a ambos progenitores a compartir por igual las responsabilidades de cuidados a otras personas, como hijos o personas mayores o dependientes.

También subraya la importancia de la rendición de cuentas con el fin de impulsar la igualdad de género, de manera que se tengan datos objetivos sobre la magnitud de las diferencias salariales basadas en el género y facilitar de esa forma que se corrijan.

Tanto en la economía formal como en la informal, la voz, la representación y el liderazgo de las mujeres han de ser potenciados, recalca el informe.

Las mujeres deben ser participantes y activas en el proceso de toma de decisiones en los gobiernos, organizaciones de trabajadores y de empleadores, cooperativas, etc.

Protección social: indispensable para prosperar

Como derecho humano que es, la protección social es esencial para que los trabajadores y sus familias puedan gestionar sus futuras transiciones liberando a los trabajadores de temores e inseguridades, ayudándoles a participar en los mercados laborales.

El futuro del trabajo precisa sistemas de protección social sólidos y con capacidad de respuesta, basados en los principios de solidaridad y de reparto de los riesgos que ayuden a satisfacer las necesidades de los trabajadores (de todas las formas de trabajo incluyendo el trabajo por cuenta propia) a lo largo del ciclo de vida.

Unos sistemas de protección que en muchas economías mundiales se enfrentan a retos muy importantes derivados de las tendencias demográficas, los cambios que se están produciendo en la organización del trabajo, la disminución de los rendimientos de las inversiones de las pensiones y la reducción de la base imponible.

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Aseguramiento de los derechos laborales universales

Partiendo de la base de que los trabajadores son seres humanos con derechos, necesidades y aspiraciones y que el trabajo no es una mercancía con la que se pueda comerciar en los mercados buscando el mejor postor, la Comisión pone de relieve la necesidad de establecer una garantía laboral universal.

Dicha garantía ha de comprender los derechos fundamentales de los trabajadores, un salario vital adecuado, límites a las horas de trabajo y garantizar la seguridad y la salud en el lugar de trabajo.

Todos los trabajadores, independientemente de su modalidad contractual o de su situación laboral deben gozar de una protección adecuada que les garantice condiciones de trabajo humanas.

Ampliar el alcance de la protección laboral puede a su vez proporcionar una vía de transición del empleo informal al formal para muchos trabajadores, a la vez  que se asegura de que esos trabajadores disfrutan de unos derechos básicos y de seguridad de los ingresos.

Los trabajadores también necesitan una mayor soberanía sobre su tiempo que mejore su salud y su bienestar, así como su desempeño personal y empresarial.

Los gobiernos, los empleadores y los trabajadores deben invertir esfuerzos en elaborar acuerdos sobre la ordenación del tiempo de trabajo que permitan a los trabajadores elegir los horarios de trabajo, sujetos a las necesidades que tenga la empresa de una mayor flexibilidad.

Para lograr estos objetivos, será sin duda necesaria la participación y revitalización de la representación colectiva y del diálogo social.

De igual manera, trabajadores y directivos han de rediseñar la concepción del puesto de trabajo y administrar la tecnología a favor del trabajo decente, respetando sus derechos en las plataformas digitales, y reglamentando el uso de datos y la responsabilidad sobre el control de los algoritmos en el mundo del trabajo.

Trabajo decente y sostenible para cumplir con los ODS

Los países han adoptado el objetivo del pleno empleo y el trabajo decente para todos, al igual que la necesidad de realizar acciones responsables para lograr la sostenibilidad del planeta, con la idea del cumplimiento de la Agenda 2030 en el horizonte.

La realización de inversiones en estos campos también redundará en otros asuntos como por ejemplo la igualdad de género, el desarrollo de la economía rural, o el aumento de negocio en energías renovables construcción y acondicionamiento medioambientalmente sostenible, con muy importantes repercusiones en términos de creación de empleo y readaptación profesional de la fuerza laboral.

Para que esto se cumpla, serán necesarias medidas como la remodelación de las estructuras de incentivos empresariales en pro de estrategias de inversión a largo plazo, y la búsqueda de indicadores suplementarios de desarrollo humano y bienestar.

La Comisión contempla también dentro de esas medidas las políticas fiscales justas, la revisión de las normativas contables empresariales, una mayor representación de las partes interesadas y cambios en las prácticas de presentación de informes.

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