Los pilares de la responsabilidad social: el templo griego

En no pocas ocasiones los docentes en responsabilidad social, cuando abordamos un nuevo grupo que se inicia en la materia, nos encontramos ante un reto que por obvio no resulta nada sencillo, ¿qué es verdaderamente la responsabilidad social? ¿Cuál es su alcance?
<p>Imagen 'Los pilares de la responsabilidad social', extraída del libro '9 necesarios debates sobre la responsabilidad social', Comares, 2019.</p>

Imagen 'Los pilares de la responsabilidad social', extraída del libro '9 necesarios debates sobre la responsabilidad social', Comares, 2019.

Similares cuestiones asaltarán mi pensamiento cuando mi hija, por ahora solo tiene tres meses, me pregunte dentro de unos años qué es eso por lo que su padre tiene tanta pasión. Para la segunda de estas cuestiones me ceñiré a la definición que el hijo de una buena amiga, Nita Macía, directora del Congreso Internacional de Responsabilidad Social, con no más de 15 años daba al concepto de sostenibilidad y de responsabilidad social: “Trabajar para garantizar que TODAS las personas, tendremos de TODO y para SIEMPRE”.

Hoy todos hablamos de responsabilidad social, todos creemos saber lo que es y lo que incluye, pero corremos dos riesgos a la hora de definirlo: olvidarnos de alguno de sus fundamentos e incluso, tomar una parte de la responsabilidad social por el todo.

Recuerdo mis estudios en ciencia política y de la administración; en aquellos años se nos explicaba el funcionamiento de la Unión Europea mediante el sistema de pilares de un templo griego, con su basamento y su frontispicio. Tres pilares en los que diferenciábamos las políticas de ámbito comunitario, la política exterior y de seguridad común y la política de cooperación judicial en materia penal.

Así, la responsabilidad social, vendría conformada como una suerte de templo griego. En el basamento se incluiría el fiel respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos laborales. Este basamento que partiría del estricto respeto de la legalidad nacional e internacional y que para algunos pudiere responder a una cierta obviedad, tiene total actualidad si tenemos en cuenta el contexto internacional y el mundo cada vez más interconectado en el que vivimos.

El impensable no respeto de los derechos humanos de una empresa que opera en nuestro territorio, podría ser observado con limitaciones cuando la empresa o entidad multinacional opera en terceros países. Es decir, la observancia de determinadas normativas en terceros países podrían permitirnos cierta laxitud a la hora de respetar derechos humanos y laborales, quizá como elemento de atracción de inversión extranjera; pero ni la responsabilidad social, ni el concepto de “entidad responsable”, son licencias que se pueden permitir.

Los desarrollos que, entre otros, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) viene realizando bajo el contexto de ‘Trabajo decente en las cadenas mundiales de suministro’ se proyectan en esta dirección. No existirá el menor atisbo de responsabilidad social sin el respeto de estos derechos humanos y laborales.

Sobre dicho basamento se erigen tres pilares fundamentales: el medioambiental, el de las personas y el del buen gobierno. Concebir la responsabilidad social sobre la visión comprehensiva de todo ello nos garantiza que no olvidamos ninguno de sus elementos definitorios. En no pocas ocasiones hablar de ‘informes de sostenibilidad’ podría conducirnos a pensar que abordamos en exclusiva el pilar medioambiental. Lo mismo ocurriría al hablar de ‘responsabilidad social’ pues corremos el riesgo de pensar únicamente en del pilar de las personas. Por todo ello, tener la visión completa de esta política de pilares es la mejor garantía de no obviar ninguno de ellos.

Sobre el basamento de los derechos humanos se erigen tres pilares fundamentales: el medioambiental, el de las personas y el del buen gobierno.

El pilar medioambiental constituye un elemento fundamental. Muchas son las reflexiones y contribuciones que se han venido sucediendo desde los trabajos del Club de Roma en 1968 con su informe de Los límites al crecimiento en 1972 y la máxima del Informe Brundtland en 1987 que define el desarrollo sostenible como “aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones”. Declaración de Río en 1992, Protocolo de Kioto en 1997 y Acuerdo de París sobre cambio climático en 2015.

Hoy los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas siguen poniendo su acento de manera decidida sobre este pilar medioambiental y es cierto, tal y como sostiene el director ejecutivo de Ecodes, Víctor Viñuales: “Quizá mañana podamos vivir sin Google pero nunca podremos vivir sin agua”. El compromiso medioambiental de empresas, administraciones y personas a nivel individual es más que nunca una realidad de subsistencia.

El pilar de las personas es aquel que incluiría todo ese tipo de acciones y compromisos que tienen como destinatario principal el ser humano. Se trata de aquel pilar que pretende eliminar las diferencias y reducir la desigualdad. Un pilar que piensa y antepone los derechos de las personas con discapacidad, que procura la igualdad entre mujeres y hombres y que lucha sin cuartel por reducir la desigualdad de las personas en riesgo de exclusión social. En dicho pilar también se insertarían, entre otras, todas aquellas acciones de cooperación internacional, acciones encaminadas a la construcción y desarrollo de un mundo mejor donde nadie quede atrás.

El tercero de los pilares es el del buen gobierno. Un buen gobierno que sobre los principios de transparencia pretende restar razones a quienes se ven tentados por la corrupción. Tanto para las empresas como para las administraciones públicas la transparencia es hoy más que nunca una necesidad. La Administración del Estado publicó la Ley 19/2013, de 9 de diciembre, de transparencia, acceso a la información pública y buen gobierno, referente en la escena internacional. Mientras, las empresas entienden la transparencia como el camino sobre el que seguir avanzando, fruto de un consumidor cada vez más exigente que va a jugar un papel determinante en las pautas futuras de nuestra economía de mercado.

Finalmente, el templo griego ve erigir sobre su basamento y los tres pilares, el frontispicio. En dicho frontispicio se encuentra el ser de la responsabilidad social, sus principios y valores, la fundamentación ética que debe delimitar todo principio de actuación y que será abordado en un próximo texto.

Ordenar y tener una visión comprehensiva e integral de la responsabilidad social es la mejor herramienta para delimitar dónde estamos, cómo nos estamos comportando y qué extremos de mejora podemos proyectar.
 

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