Las enfermedades desatendidas, punto de encuentro para el sector farmacéutico

Una de las grandes lacras de los países en vías de desarrollo son las llamadas patologías tropicales desatendidas (NTD), enfermedades olvidadas que minan la salud y la productividad de sus habitantes. Desde hace unos años el sector farmacéutico está aportando una buena cantidad de recursos en investigar estas dolencias y darles tratamiento para mejorar las condiciones de quienes las sufren.

No es nada nuevo hablar de la brecha de desigualdad, casi siempre inabarcable, a la que se enfrentan los países en vías de desarrollo. En muchas materias, pero especialmente en lo que concierne al entorno de la salud, una base fundamental para el progreso. Dentro de sus fronteras se encuentran las regiones con peores niveles de salubridad y con recursos materiales y humanos mínimos para dar cobertura a toda su población.

A ello se suman las distintas enfermedades que minan su entorno. Dolencias que son rara avis en la mayor parte del hemisferio norte: malaria, Chagas, leishmaniosis, dengue, cólera, pian… Son nombres temibles que en el ‘primer mundo’ suenan a lejano, pero que necesitan de apoyo para convertirse en mito… algún día.

Según un informe de la Organización Mundial de la Salud sobre patologías tropicales desatendidas (NTD por sus siglas en inglés), en el mundo hay más de 1.500 millones de personas afectadas por 18 enfermedades muy concretas. A pesar de esta enorme cifra y de que causan 35.000 muertes diarias, prácticamente ninguna cuenta con un tratamiento efectivo que no ofrezca problemas de toxicidad, administración o resistencias.

Por otra parte, conceptos habituales como son el del control de natalidad o el calendario de vacunación no terminan de arraigar, principalmente por esa falta de recursos. En este sentido, el sector farmacéutico lleva tiempo aportando su granito de arena con diversas acciones que, aunque siguen sin ser suficientes, están ayudando a mejorar la calidad de vida de multitud de comunidades.

La Fundación para el Acceso a los Medicamentos, una entidad independiente sin ánimo de lucro financiada, entre otros, por la Fundación Bill & Melinda Gates, publicaba hace unos meses un estudio relacionado con este tema. Titulado Are pharmaceutical companies doing more than ten years ago to improve access to medicine? (¿Las compañías farmacéuticas están haciendo algo más que hace diez años para mejorar el acceso a la medicina?), analiza los progresos alcanzados por las 20 mayores multinacionales en 106 países que acogen al 83% de la población global a lo largo de la última década.

Según sus resultados, en este tiempo se han intensificado los esfuerzos a la hora de facilitar el acceso de los habitantes de regiones en vías de desarrollo a nuevos medicamentos. Además, en el campo de la I+D se han duplicado las cifras de moléculas en desarrollo para el abordaje de las 47 patologías estudiadas por el informe.

En concreto, el número de fármacos en fases de I+D ha pasado de 327 en el año 2008 a 673 en 2018. Los mayores esfuerzos se han centrado en diversas NTD, que contaban con 90 proyectos de investigación en 2018. También la malaria (55), el VIH (42), la tuberculosis (31) y las patologías maternas y neonatales (9).

Por otra parte, desde 2008 han sido aprobados por las principales agencias reguladoras 171 nuevos medicamentos para tratar estas dolencias. En concreto, por la EMA (Europa), la FDA (EE. UU.) y por la PMDA (Japón). A todo ello se suman las estrategias empleadas por las compañías para mejorar el acceso a sus productos, entre las que destacan las licencias de producto de precios asequibles y las donaciones.

No obstante, según los autores del estudio, es necesario poner en marcha mecanismos públicos de apoyo que permitan a los laboratorios reducir los riesgos que conlleva la investigación de nuevos tratamientos para las enfermedades desatendidas en estos países. “Sería beneficioso contar con un soporte financiero en el largo plazo con la participación de múltiples donantes, así como una inversión continuada en sanidad por parte de los gobiernos”, apuntan fuentes de la fundación.

“Todavía hoy más de un tercio de la población mundial no tiene acceso a los medicamentos esenciales”, Ricard Troiano.

Apoyo a través de intermediarios

Muchos de los casos de apoyo al desarrollo por parte del sector farmacéutico están encauzados por ONG como Farmamundi. Se trata de una organización internacional de cooperación y acción humanitaria con experiencia en la promoción de la salud integral y la ayuda farmacéutica a países empobrecidos. “Con más de 25 años de andadura, buscamos más que nunca implicar a toda la comunidad farmacéutica española, porque todavía hoy más de un tercio de la población mundial no tiene acceso a los medicamentos esenciales”, asegura su presidente, Ricard Troiano.

Según este, una de sus iniciativas con mayor impacto en empresas e instituciones es el Fondo de Acción Humanitaria y de Emergencias (FAHE). “Realizan aportaciones anuales para que Farmamundi pueda intervenir en las emergencias que vayan produciendo de manera independiente, garantizando y facilitando atención sanitaria y alimentaria, de cobijo e higiene a personas víctimas de crisis humanitarias o desastres naturales”.

En la actualidad, 27 entidades forman parte de este fondo, entre laboratorios y colegios de farmacéuticos, empresas del sector de la distribución y ayuntamientos. “Solo en 2018 más de 117.000 personas, sobre todo mujeres y menores de cinco años, se beneficiaron de 16 intervenciones de salud realizadas en 12 países”, admite.

A lo largo de los últimos 25 años, la ONG ha conseguido que 16 millones de personas reciban atención sanitaria en 70 países. Ha llevado a cabo 388 proyectos de cooperación y ha suministrado 2.340 toneladas de medicamentos y material sanitario que han mejorado la calidad de vida de estos pacientes.

“Desarrollamos acciones concretas de cooperación al desarrollo con más de 30 organizaciones socias en terreno, instituciones públicas y empresas privadas para facilitar el acceso a los servicios públicos y comunitarios de salud, garantizar la seguridad alimentaria y nutricional y mejorar el acceso al agua potable y el saneamiento”, apunta Troiano.

Además, también cuenta con efectivos para luchar contra la violencia a las mujeres o impulsar el fortalecimiento institucional y la participación de la sociedad civil en las políticas públicas de salud. “Mantenemos trabajo estable en Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Perú, Ecuador, República Democrática del Congo, Mali, Uganda y Kenia, entre otros países, con más de 40 proyectos anuales en marcha”, reconoce.

De hecho, en este 2019 llevan ya más de 50. “Cabe destacar la realización de tres convenios en Guatemala, El Salvador y Perú que lideramos junto a la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), que beneficiarán a 165.648 personas y que cuentan con una inversión superior a ocho millones de euros. Concretamente en Guatemala, se está contribuyendo a mejorar la seguridad alimentaria y nutricional de la población del municipio de Santa Lucía Utatlán (Sololá), donde más del 50% de los menores de cinco años sufre desnutrición crónica”, especifica.

En una localidad madrileña hay un centro de I+D+i prácticamente único en el mundo en el que se están investigando posibles soluciones para tratar la malaria, la tuberculosis y otras enfermedades provocadas por kinetoplástidos.

Un centro único en España

Pero no todo se mueve fuera de las fronteras españolas. En la localidad madrileña de Tres Cantos hay un centro de I+D+i prácticamente único en el mundo en el que se están investigando posibles soluciones para tratar la malaria, la tuberculosis y otras enfermedades provocadas por kinetoplástidos (Chagas, leishmaniosis o la enfermedad del sueño, entre otras). “En España no hay ninguno igual, quizás en Europa y EE. UU. haya alguno parecido, pero apenas se conocen”, comenta José María Fiandor, director de la Unidad de kinetoplástidos y portavoz de este centro llamado Diseases of the Developing World (DDW), dependiente de la multinacional farmacéutica GSK.

Se trata de un espacio que lleva funcionando desde 2001 en el que trabajan unos 150 investigadores con perfiles variados: clínicos, biólogos, bioquímicos y veterinarios, entre otros. Están dedicados a dar con moléculas que sirvan para tratar estas enfermedades. “Nos centramos en las fases iniciales y preclínicas. En ocasiones llegamos hasta la fase II, y siempre trabajamos en colaboración con nuestros laboratorios localizados en Reino Unido y en EE. UU.”, explica.

No se trata de un laboratorio de investigación al uso, en muchos casos trabajan con programas de innovación abierta. “Todos nuestros proyectos se realizan en colaboración con ONG, con universidades y con otros grupos de investigación. Compartimos nuestro conocimiento y les damos apoyo a través de la Fundación Open Lab, creada por la compañía con el ánimo de facilitar que investigadores de todo el mundo que estén trabajando en estas enfermedades puedan progresar en su labor de una forma más ágil y dar con posibles soluciones a través de la interacción entre todos los especialistas que estamos aquí”, asegura Fiandor.

Según afirma, la Fundación es la encargada de evaluar y aprobar las propuestas que mejor concuerdan con las investigaciones del DDW. Su estancia puede extenderse entre 4 y 24 meses. “No se trata de financiar proyectos per se, sino de que estos puedan verse beneficiados del intercambio de conocimientos”, puntualiza. Y añade: “Todo lo que salga de aquí pertenece al investigador invitado. Solo le pedimos como condición que haga públicos todos sus resultados”. De esta iniciativa se han beneficiado más de 60 proyectos, de los cuales gran parte de ellos han podido recabar más financiación de entidades como la Fundación Bill y Melinda Gates gracias a los resultados obtenidos de su paso por Tres Cantos.

En una línea parecida trabaja Novartis. “La compañía evalúa sistemáticamente su porfolio para dar respuesta a las necesidades descubiertas de las poblaciones desfavorecidas, e integrar estas necesidades en su estrategia de descubrimiento y desarrollo de medicamentos”, comentan fuentes de la multinacional.

Esta compañía cuenta con un programa llamado Access lanzado a finales de 2015, una cartera de 15 medicamentos patentados y no patentados contra enfermedades crónicas. “Se ofrece como paquete a gobiernos, ONG y otros clientes institucionales a un precio de un dólar por tratamiento al mes. De esta manera, en estos cuatro años se han suministrado más de tres millones de tratamientos mensuales en países como Kenia, Etiopía, Líbano o Camerún”.

Por otra parte, la compañía ha tenido un papel activo en la erradicación de la lepra, habiendo contribuido a que más de 7,2 millones de pacientes hayan recibido tratamiento gratuito desde 1999. Y a través de su fundación ha desarrollado una estrategia para interrumpir la transmisión de la enfermedad mediante el programa de profilaxis post-exposición a la lepra (LPEP), que proporciona medicamentos preventivos para contactos cercanos de pacientes de nuevo diagnóstico para reducir el riesgo de transmisión.

A estas fórmulas innovadoras de apoyo se suman las siempre necesarias campañas de formación a sanitarios de países en vías de desarrollo y donaciones de medicamentos allá donde se necesiten.

Formación y donaciones, una vía de ayuda común

A estas fórmulas innovadoras de apoyo se suman las siempre necesarias campañas de formación a sanitarios de países en vías de desarrollo y donaciones de medicamentos allá donde se necesiten. Programas como el que ha suscrito Bayer este año con la Federación Mundial de Hemofilia (FMH). Este ofrecerá formación, capacitación y tratamientos para la hemofilia A a profesionales de la salud en más de 60 países.

Esta multinacional lleva 50 años trabajando en 130 países apoyando programas de planificación familiar, aportando a sus comunidades anticonceptivos a bajo coste. El objetivo es evitar concepciones no deseadas, sobre todo teniendo en cuenta los datos manejados por el informe anual de Deutsche Stiftung Weltbevoelkerung, según el cual 80 millones de mujeres se quedan embarazadas involuntariamente cada año en todo el mundo, y más de medio millón mueren por complicaciones durante la gestación y el parto.

En esta misma línea también trabaja MSD, que tiene en marcha una campaña a diez años y a escala global en la que invertirá 450 millones de euros para reducir las muertes relacionadas con el embarazo y el parto a través de mejoras en el acceso sanitario. “Por el momento más de 9 millones de mujeres se han beneficiado de este programa. Se han llevado a cabo más de 100 programas con la colaboración de 160 partners en 48 países de los cinco continentes”, comentan fuentes de la compañía.

En el caso de las donaciones, muchas van asociadas a proyectos de erradicación de las NTD, como el que lidera el Dr. Oriol Mitjà contra el pian. Para apoyarle, distintos laboratorios han aportado cientos de miles de dosis de azitromicina, un antibiótico básico para tratar y eliminar esta enfermedad, muy frecuente en regiones pobres de Papúa Nueva Guinea, que causa úlceras en la piel y deformaciones óseas graves en niños.

En 2012, el equipo del Dr. Mitjà demostró que una dosis de este medicamento era capaz de curar a una persona con pian. Tres años más tarde confirmó que su administración masiva era eficaz para frenar su transmisión, y desde 2018 está trabajando con la OMS con el fin de crear guías de actuación para los gobiernos de los países afectados por esta patología desatendida, la mayoría en zonas en vías de desarrollo de Asia, África y Oceanía. La meta final es conseguir que en 2020 se erradique de forma definitiva.

Estos son solo unos pocos ejemplos de cómo el entorno farmacéutico intenta poner su granito de arena en las regiones más necesitadas. Comunidades con recursos mínimos que necesitan apoyo sobre todo en el ámbito de la salud. Un factor básico para el desarrollo de cualquier sociedad.


Contenido realizado bajo acuerdo de colaboración con Farmaindustria.
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