¿Excavar o no excavar? Esa es la cuestión

Quizá no exista un sector tan duro como el de la minería. Todos conservamos en nuestra memoria imágenes de mineros, tras una jornada de trabajo, arrastrando los pies, con la espalda encorvada, mientras se dirigen en silencio a sus casas con la cara tiznada y la mirada perdida. Ese es el rostro de la minería.

Todos, también, guardamos imágenes de la implacable acción extractiva sobre la tierra: paisajes cercenados, montañas masticadas, bosques laminados. Cuando el subsuelo se niega a dar más fruto y la actividad minera cesa nos queda en herencia una tierra inhóspita y estéril, propia de un paisaje lunar.

Sí, quizá, no exista un sector tan duro como el de la minería. Un sector en el que las medidas para mejorar las condiciones laborales y medioambientales son una cuestión de supervivencia y no simplemente de impulsar «mejores prácticas».

La industria de extracción es, sin embargo, un sector complejo y poco conocido.

Y quizá la primera tarea, antes de proponer recomendaciones, debe centrarse en tratar de comprender mejor cómo funciona y cuales son los principales retos que enfrenta esta actividad.

Nada se consigue con «demonizar» un sector que tiene, con toda seguridad, muchas áreas en las que mejorar pero cuya existencia es incuestionable para el desarrollo de nuestra sociedad y, sobre todo, para la de los países menos desarrollados. En efecto, el sector de la minería tiene un peso importante en 52 países de los menos desarrollados.

Para 30 de ellos supone entre un 15-50% del total de sus exportaciones, entre un 5-15% para 18 y para tres de ellos el peso interno de este sector es muy importante.

Cerca de 3.500 millones de personas viven en estos países, de los cuales aproximadamente 1.500 millones de personas viven con menos de dos dólares diarios.

La minería es una fuente notable de empleo en esos países pero también de importantes preocupaciones. Se generan ingresos sí, pero la distribución de los mismos no siempre beneficia a las comunidades más afectadas por la extracción y las inversiones en infraestructura no se traducen en más desarrollo para esas regiones.

Resulta significativo comparar el lugar que ocupan en el Informe de Desarrollo Humano los países más dependientes del sector extractivo.

De los 19 países más dependientes de los minerales 8 se encuentran en la tabla de países con el Índice de Desarrollo Humano bajo. [VID DEPENDENCIA MINERAL] Existen, asimismo, muchas preocupaciones relacionadas con el impacto sobre el medio ambiente que incluyen desde la posibilidad de extinción de recursos que no son renovables a los efectos producidos sobre el calentamiento global.

Por otra parte, en los últimos años asistimos a una creciente integración del sector de la minería en un puñado de multinacionales con la consiguiente concentración de poder en unas pocas manos. Pero quizá la principal preocupación resida en la mala reputación de un sector caracterizado por malas prácticas en las áreas sociales y medioambientales que hace difícil crear un clima de confianza y diálogo entre los diferentes grupos de interés.

¿Cómo puede un sector económico con esos antecedentes integrar de manera sostenible las variables sociales y medioambientales? No existe una única receta y sí numerosas áreas de acción y retos que deben acometerse si de verdad se quiere mejorar en esos aspectos, pero de nuevo para estar en condiciones de elevar propuestas de mejora se hace necesario conocer las características de este sector.

EL SECTOR DE LA MINERÍA. No resulta sencillo delimitar la industria de la minería. Cualquier intento de acotarla debe tener en cuenta la extensión y amplitud de las diferentes partes de esta actividad. El ciclo de la minería comienza con las actividades de exploración y finaliza con la venta de los minerales al consumidor final. De acuerdo con el US Geological Survey, existen al menos 80 minerales que se comercializan («commodities»).

Desde el punto de vista de su comercialización los minerales se suelen clasificar en cuatro grandes grupos: metalíferos, energéticos, industriales y de construcción y, por último, diamantes y piedras preciosas. El valor económico de los diferentes minerales depende de su cantidad, posibles usos y facilidad de extracción y comercialización a gran escala.

Desde el punto de vista de la localización y exploración de los minerales, en general, existe una tendencia a la baja en esta actividad motivada por el descenso de los precios de las mercancías, el proceso de concentración del sector y la falta de acceso al crédito de las pequeñas compañías mineras.

Las últimas décadas también han sido testigos de una disminución de la minería en Europa y un aumento de esta actividad en Latinoamérica y, sobre todo, en China que se ha convertido en unos de los principales suministradores de minerales, como el carbón.

Es difícil proporcionar unas cifras exactas del empleo que proporciona la industria de la minería debido a sus diferentes sectores y ramificaciones, no obstante la OIT estima que aproximadamente 30 millones de personas trabajan en la minería (no se incluye el sector petrolero y el gasístico), de los que 10 millones trabajan en el carbón.

Esto representa un 1% de la fuerza laboral mundial, pero se excluyen aproximadamente 13 millones de mineros a pequeña escala. Si se incluyen las industrias dependientes la cifra, según la misma OIT, se acercaría a los 300 millones. Por concentración geográfica el continente que emplea más trabajadores es Asia (60%), la gran mayoría en China, que representa el 50% del empleo total.

Si bien los mercados de consumo de materiales más importantes siguen siendo los EEUU, Japón y Europa, en esta última década el peso de China ha ido aumentando de año en año. No obstante, el porcentaje de uso de minerales «per capita» entre los países desarrollados y menos desarrollados sigue siendo muy importante. Así, por ejemplo, el porcentaje de aluminio por habitante en África supone un 0,7%, muy inferior a los 22,3% de los EEUU.

La aplicación de los minerales y metales a la elaboración de productos es prácticamente interminable. Existen 31 clases de metales en un ordenador personal. Un coche contiene 10 clases diferentes de aleaciones metálicas, que constituyen el 70% de los materiales usado para su fabricación. Si bien surgen sustitutivos de los minerales y metales, también se descubren nuevos usos y aplicaciones por lo que no siempre es fácil hacer predicciones sobre su uso potencial en el futuro.

En cuanto a la estructura de la industria, algunos de los principales problemas que enfrenta a la hora de impulsar medidas y buenas prácticas que faciliten el «desarrollo sostenible» son, por una parte, la enorme fragmentación y, por otra, la gran cantidad de actores que intervienen en todo el proceso, desde la exploración a la venta del producto final.

Las posibilidades de promover una acción conjunta son más sencillas en las grandes multinacionales que suelen tener integradas todas las actividades de la cadena. Mucho más complicado resulta abordar una política coordinada con las miles de medianas y pequeñas empresas, que trabajan a lo largo de toda la cadena de producción y comercialización, y que no están regidas por prácticas y políticas comunes.

De hecho, los principales riesgos del sector de la minería están asociados a los millones de pequeños microempresarios que trabajan en el sector, la gran mayoría en los países menos desarrollados dentro del sector informal de la economía, sin sujeción a normativa alguna. Este grupo, de acuerdo con la OIT, supone cerca de 13 millones de personas que directamente trabajan y entre 80 y 100 millones que indirectamente se benefician y comprenden entre un 15 y un 20% de la producción total.

Aunque los fabricantes y consumidores finales podrían cumplir un importante rol a la hora de exigir la adopción de políticas respetuosas con el medio ambiente y los aspectos sociales, lo cierto es que en la actualidad no sienten como propios los problemas de las empresas más directamente relacionadas con los procesos de extracción y producción y, además, tampoco están convencidos de las ventajas de incorporar a sus productos finales los costes sociales y medioambientales de este sector.

LOS RETOS DE LA INDUSTRIA DE LA MINERÍA. Una de las principales preocupaciones de los efectos de la industria de la minería tiene que ver con el hecho de que sus recursos no son renovables.

La posible limitación y consiguiente disponibilidad de los recursos ha sido y sigue siendo una de las cuestiones más debatidas. Las posiciones más pesimistas, representadas a menudo por los científicos e ingenieros, mantienen que nuestro planeta no dispone de recursos suficientes para atender la demanda de minerales.

Los optimistas, generalmente economistas, creen que con la ayuda de las políticas adecuadas, la sustitución de materiales, los incentivos adecuados, el reciclaje y la innovación tecnológica nuestro planeta puede seguir proveyendo recursos en cantidades suficientes sin poner en peligro su existencia. El problema de la seguridad e higiene en el trabajo siempre ha constituido unas de las principales preocupaciones del sector.

Si bien es mucho lo que la industria ha mejorado en este sentido y la situación actual dista mucho de las imágenes «dikensonianas», lo cierto es que el sector minero sigue siendo uno de los sectores con más riesgo en el ámbito de la salud y seguridad en el trabajo.

De acuerdo con la OIT, el sector de la minería es responsable del 5% de los siniestros con resultado de muerte, cifra importante si se tiene en cuenta que la minería sólo supone un 1% de la fuerza laboral mundial. La salud no comprende sólo los accidentes con resultado de muerte o lesiones en el lugar de trabajo sino los efectos a largo plazo sobre la salud como cánceres o enfermedades respiratorias.

Otro de los grandes temas está relacionado con el uso y manejo de la tierra. En efecto, la industria de la extracción plantea interrogantes muy serios sobre el impacto de su actividad en el medio ambiente y en las comunidades que viven en los terrenos próximos o adyacentes.

Las empresas mineras no han sido muy sensibles a los efectos que su actividad podría causar en las comunidades locales. Temas como los derechos de propiedad de las tierras, la participación, consulta y compensación a las comunidades afectadas o los procesos de reasentamiento, han sido ignorados durante muchos años por la industria.

Sólo recientemente se está prestando atención a éstos temas y tratando de regularlos para defender los derechos de las comunidades tanto a participar en los beneficios como en los procesos de toma de decisiones. La Dependencia mineral es el ratio de las exportaciones de minerales no energéticos en relación con el PIB.

El IDH es una Índice utilizado por las Naciones Unidas para medir el desarrollo de los países que tiene en cuenta diversas variables: ingresos, salud, educación, género, medio ambiente. La escala de los países va del 1 (el más desarrollado) al 177 (el menos desarrollado).

El sector extractivo también se caracteriza por ser uno de los sectores más proclives a la corrupción. De acuerdo con el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) que anualmente pública Transparency International, la corrupción es especialmente significativa en los países con importantes reservas de minerales.

De los 32 países con altos ingresos procedentes del sector de la minería incluidos en el IPC, 23 tienen una puntuación inferior a 5, siendo la escala de 10 (muy transparente) a 0 (muy corrupto). Es importante hacer notar que muchos de los países más corruptos son productores de petróleo más que de minerales.

El impacto sobre el medio ambiente es una de las cuestiones más críticas de la industria extractiva. Aunque no resulta sencillo resumir todos los temas relacionados con la industria de la minería y su impacto en el medio ambiente, éstos suelen agruparse en cinco grandes áreas: el tratamiento de los residuos generados por la actividad minera (movimiento de tierras, drenajes de los ácidos, almacenamientos de los residuos, vertido a los mares y ríos, etc.), planificación del cierre de la mina, la gestión medioambiental, el uso de la energía en el sector de la minería y las amenazas a la biodiversidad. Cada una de estas áreas plantea numerosos y complejos problemas que las empresas deben abordar con carácter previo al inicio de sus actividades.

Si bien, como señalábamos anteriormente, el consumidor final tiene actualmente poco peso para presionar a los productores con el fin de que mejoren sus procesos desde el punto de vista social y medioambiental, ésta es un área en el que las ONGs ambientalistas y de defensa de los derechos humanos van a centrarse más en el futuro.

Así por ejemplo, en Australia World Wild Fund (WWF) y el Forest Stewardship Council (FSC), una organización focalizada en la defensa y protección de los bosques, están trabajando con la industria minera en la elaboración de una certificación que acredite el cumplimiento de determinados estándares sociales y medioambientales aplicables a las minas localizadas en el Sur del Pacífico.

Por otra parte, la extensión de las acciones de RSE a la política con los proveedores muy probablemente contribuirá a incrementar las exigencias para que los procesos de producción de las materias primas sean más «amigables» desde el punto de vista social y medioambiental.

La vía para comprobar que la industria cumple esos requerimientos se está materializando a través de distintos procesos de certificación y auditoria.

Las certificaciones pueden referirse a los productos (certificaciones ecológicas o sobre otros aspectos relacionados con el producto [VID DIAMANTES PARA LA PAZ]; a los procesos (ISO 14001 sobre temas medioambientales) o a las instalaciones (certificaciones sobre emisiones de CO2). La mayoría de las certificaciones requieren un proceso de verificación por una entidad independiente.

El aumento de las certificaciones no es más que una manifestación de la pérdida de credibilidad del sector empresarial.

Los diferentes «stakeholders» han pasado de decirle a la empresa «cuéntame lo que haces» a pedirle «déjame comprobar si lo que dices es verdad». Este escrutinio cada vez más minucioso de la actividad empresarial es un poderoso incentivo para que las empresas cambien sus procesos y políticas acercándolos a modelos más respetuosos con las variables sociales y medioambientales, una tendencia creciente que permite mirar con cierta esperanza la Responsabilidad Empresarial del sector extractivo.

¿Escasez de recursos?

En 1972 se publicó, auspiciado por el Club de Roma, Los límites del crecimiento. Fue una de las obras «científicas» más vendidas y citadas.

Cómo el nombre del título expresa, la tesis fundamental venía a advertirnos que los recursos de la tierra se estaban agotando a marchas forzadas debido a la avidez consumista de los países occidentales y alertaban que en apenas unas décadas nos enfrentaríamos a la escasez más absoluta.

Aunque el paso de los años vino a desmentir las predicciones de sus autores y reveló que detrás del lanzamiento se escondía una gran campaña de relaciones públicas financiada por la casa Xeros y organizada por Charles Kitwe Asociates. Lo cierto es que el temor a una supuesta escasez de recursos sigue estando presente en el ánimo de muchas personas.

No existe ninguna base científica que fundamente que los recursos naturales se estén agotando. Si así fuera, la consecuencia lógica sería que los precios de los productos básicos aumentarían y, sin embargo, la tendencia de los precios es precisamente la contraria. Los precios de los productos industriales han bajado cerca de un 80% desde 1845.

La tendencia es similar para el resto de productos. El Banco Mundial ha elaborado un índice para los veinticuatro productos no energéticos de mayor venta mundial (como el aluminio, la lana o los plátanos) y ha comprobado que los precios durante el siglo pasado se han reducido en una tercera parte.

Un estudio realizado a finales de los años 80 sobre 47 elementos con importantes aplicaciones en materiales reveló que tan sólo once presentaban reservas potencialmente insuficientes. En el estudio se demuestra que salvo tres de ellos, todos los demás han experimentado aumentos en sus reservas desde 1988, no descensos.

Las razones que explican porqué los recursos no se agotan son varias.

En primer lugar, continuamente se descubren nuevos yacimientos, las reservas no son fijas ni estáticas. En segundo lugar, cada vez utilizamos de manera más eficiente los recursos. Hoy la construcción de un coche contiene la mitad de metal que en 1970. En tercer lugar, hoy en día se reciclan muchos más materiales y consiguientemente se incrementan las reservas.

La tercera parte de la producción del acero se recicla; lo mismo ocurre con el aluminio; el oro y la plata se reciclan entre un 35-40 por 100. En cuarto lugar, aparecen productos sustitutivos.

Por último, la demanda de minerales no ha crecido exponencialmente como pronosticaban los más pesimistas sino que el incremento ha sido lineal. Conclusión, los recursos no sólo no escasean sino que aumentan constantemente, y eso es debido, en gran parte, a un recurso que en muchas ocasiones se deja de lado y tiene una importancia capital, el ingenio humano.

Diamantes para la paz

Los minerales, en especial las piedras preciosas, se han ganado fama de belicosos. En Angola, por ejemplo, se calcula que el movimiento rebelde UNITA ingresó unos 3.700 millones de dólares por la venta ilegal de diamantes entre 1992-97. En 1998 las Naciones Unidas declararon el embargo de los minerales procedentes de Angola, si bien este embargo no parece haber sido muy eficaz, calculándose en 1,2 millones de dólares los diamantes que diariamente atraviesan la frontera de forma ilegal.

Se calcula que UNITA controla todavía el 25% del comercio ilegal de diamantes en la zona.

Los efectos de la guerra de los diamante en Sierra Leona son de todos conocidos. En marzo de 1991 un pequeño grupo de rebeldes cruzó la frontera de Liberia y atacó a población civil en Sierra Leona. El grupo, Frente Unido Revolucionario (FUR), se haría tristemente famoso por su firma: la amputación de miembros (piernas, manos, labios y orejas).

El balance, tras 11 años de conflicto, ha sido unos de los más sangrientos de la historia si tenemos en cuenta las proporciones del país.

Decenas de miles de personas muertas de una población de 5 millones, 20.000 personas con los miembros mutilados, 10.000 niños obligados a alistarse, dos tercios de la población desplazada y 600.000 huidos. Se calcula que las FUR durante el conflicto vendían a Europa alrededor de 125 millones de dólares anuales que terminaban, ante la pasividad de la industria y de los gobiernos de occidente, en las cuentas de los «señores de la guerra» para financiar la compra de armas.

En mayo del 2000 los estados sudafricanos productores de diamantes se reunieron en Kimberley, Sudáfrica, junto con un grupo de empresas comercializadoras y algunas ONGs, para estudiar mecanismos que impidiesen la comercialización de los llamados «diamantes conflictivos» o «diamantes sangrientos» –cerca del 4% del comercio mundial– y adoptar medidas que protegieran la comercialización de diamantes en bruto no procedentes de esas regiones de conflicto.

En diciembre del 2.000 las Naciones Unidas aprobaron una resolución animando la creación de un proceso de certificación internacional. En al año 2.001 Amnistía Internacional, ante los escasos avances del proceso, lanzó, junto con Global Exchange, una campaña para llamar la atención sobre el conflicto olvidado de Sierra Leona y el comercio de diamantes.

El lema de la campaña, imitando al de la industria, recordaba que: «Una amputación es para siempre».

La campaña puso nervioso a alguno que otro directivo del sector pero no consiguió el efecto de hacer avanzar las negociaciones. Pero llegó el 11 de septiembre. Las investigaciones del FBI demostraron que los atentados del 11 de septiembre se habían financiado con dinero procedente de la venta de «diamantes sangrientos» de Sierra Leona, así como los atentados de 1998 contra las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Sudán.

En el año 2002 se aprobó por las Naciones Unidas la creación del Sistema de Certificación Kimberley que establece un proceso de certificación internacional para garantizar el origen no conflictivo de los diamantes en bruto. Hasta la fecha 52 países han suscrito el acuerdo Kimberley.

Por Javier Martín Cavanna