Moisés Naín: Editor jefe de Foreign Policy

HAZ1 abril 2009
“Esta crisis ha tomado por sorpresa no sólo a la sociedad y a los políticos sino sobre todo a los economistas”

Moisés Naín es una de las voces más autorizadas actualmente en el panorama internacional. Presidente editor de la revista Foreign Policy, una de las publicaciones más influyentes e innovadoras sobre política internacional y los fenómenos de la globalización, ha sido el principal artífice del éxito y expansión de la revista, hoy traducida a doce lenguas y con circulación en 180 países. Es autor de ocho libros, entre los que se encuentra Ilícito, que fue seleccionado por el Washington Post como uno de los mejores libros de no ficción del año 2005 , y colaborador de numerosos medios de comunicación. Moisés Naín fue ministro de Industria y Comercio en Venezuela a comienzos de los noventa, así como director ejecutivo del Banco Mundial.

Aprovechando su paso por España, conversamos sobre la crisis económica, la situación política en América Latina, el problema de la droga y la formación de los líderes empresariales en un mundo cada vez más globalizado.

Uno de los mayores temores respecto de la crisis actual es si el remedio no será peor que la enfermedad. La exigencia de un mayor control –señalan algunos expertos– puede terminar fagotizando la capacidad de innovación. También hay una gran preocupación ante la perplejidad general de los expertos económicos y respecto de determinadas declaraciones rápidas y superficiales en boca de los responsables políticos. En nuestro país el secretario general del PSOE resumía las enseñanzas de esta crisis con la frase de «Más gobierno y menos mercado». ¿Cuál es su opinión?

Esta crisis ha tomado por sorpresa no sólo a la sociedad y a los políticos sino sobre todo a los economistas, que no han sido capaces de ofrecer un inventario claro de propuestas confiables. Hemos asistido y estamos asistiendo a constantes oscilaciones en las propuestas sobre lo que debe hacerse. No presenciamos, como en otras ocasiones, la existencia de una comunidad de expertos que rápidamente llegan a una visión compartida de cuáles son las medidas a tomar y los diagnósticos a seguir. El valor de una ciencia depende de su capacidad para pronosticar y de su capacidad para prescribir. Cuando uno va al médico, espera que éste sea capaz de diagnosticar y sobre todo de prescribir. La ciencia económica ha fracasado en ambos campos; no ha sido buena pronosticando y anticipando esta crisis, ni está siendo eficaz prescribiendo la farmacopea. Lo anterior ha dejado el espacio abierto a las opiniones más variadas, un campo en el que las opiniones más ilustradas e informadas se mezclan de manera indistinta con las opiniones más ideologizadas e interesadas. Nos encontramos además a una sociedad que tiene que consumir opiniones en un mercado saturado de productos en el que no tiene criterio para discriminar cuál es el bueno y cuál el tóxico.

Recientemente escribí una columna en la que comparaba esta crisis con la crisis del 11 de septiembre. Básicamente los paralelos son los siguientes. En primer lugar, hoy sabemos que la reacción de los EEUU al 11 de septiembre le hizo más daño que el propio 11 de septiembre y que hoy estamos pagando las consecuencias de esas reacciones. Hay más gente muerta por las medidas tomadas tras el 11 de septiembre que por el propio atentado. En segundo lugar, tras el atentado surgieron recursos que hasta el día previo parecían no existir para atender los grandes problemas de la humanidad. Para resolver los problemas de la pobreza, el hambre, la falta de vivienda, de agua potable se nos dijo que no existían recursos. Para intentar paliar los problemas de las grandes pandemias en África o tratar de dar cobertura sanitaria a los estadounidenses se nos dijo que no había recursos disponibles, y de pronto, de un día para otro, empiezan a surgir recursos por todas partes. Eso ocurrió tras el 11 septiembre y está ocurriendo también con esta crisis, que está disparando la aparición de recursos desconocidos hasta entonces. En los últimos meses hemos sido testigos de un tsunami de dólares. En tercer lugar, se han colapsado las restricciones fiscales y presupuestarias. En cuarto lugar, se está enarbolando la bandera de la audacia y como consecuencia las apuestas hiperarriesgadas se hacen más tolerables. Se nos dice que la crisis se fundamenta en que estamos en un mundo nuevo y que las reglas que funcionaban antes se han quedado obsoletas: las convenciones de Ginebra para el tratamiento de prisioneros de guerra ya no son aplicables, las ideas sobre el control fiscal que debía cumplir un Estado sobre sus gastos también han dejado de tener vigencia. ¿Qué consecuencias trae todo lo anterior? Pues que se están emitiendo multitud de cheques en blanco en el área financiera, moral, militar, con el consiguiente riesgo que todo esto conlleva.

Y en medio de la crisis aparece Obama. En el momento más delicado surge una figura muy cercana a un redentor que parece que ha venido a cerrar las heridas. Ni el mejor guionista de Hollywood habría sido capaz de concebir una trama tan buena. Ahora bien, la herencia que va a recibir Obama no es precisamente un legado envidiable. Existe el peligro de que todas esas enormes expectativas que ha generado den lugar a una enorme frustración si no son atendidas rápidamente.

Ese pronóstico es fácil hacerlo. Es intelectualmente sencillo argumentar que el presidente Obama ha generado expectativas que van a ser muy difíciles de satisfacer y que inevitablemente generarán frustraciones. Es decir, pronosticar que eso va a ocurrir es fácil y, además, es correcto. Lo que es más interesante es tratar de ver qué nuevas oportunidades pueden surgir de la situación actual. Qué posibilidades se le ofrecen al nuevo equipo de gobierno que contará con una mayor paciencia de los electores, pues parece claro que los electores van a conceder una luna de miel más larga al presidente Obama. La sociedad americana es consciente de que la nueva administración ha heredado una situación devastadora en el área social, en el área internacional, económica, sanitaria… Allí donde se mire la situación es muy crítica. Eso lo sabe la gente y lo sabe el mundo, y saben que esos problemas no los creó el presidente Obama, pero también saben que la crisis le permitirá ensayar nuevos enfoques. Sí, es verdad que habrá frustración, pero habrá que prestar atención sobre todo a las nuevas oportunidades que surgirán, a las fuerzas que van a apostar por el cambio y por la esperanza.

Nuestra revista se dirige, entre otros grupos, al sector empresarial. Usted es un gran conocedor de América Latina, donde las empresas españolas han concentrado su inversión en las dos últimas décadas. En los meses pasados parece que han resucitado con más virulencia las políticas populistas en algunos países como Venezuela, Ecuador o Bolivia, poniendo en cuestión los principios de seguridad jurídica y amenazando a algunas empresas con la nacionalización o la expulsión. ¿Nos podría hacer una breve radiografía de la región? ¿Este populismo se va a recrudecer en los próximos meses o se trata de problemas muy localizados?

Esa corriente está muy concentrada en países muy específicos, como Argentina, Venezuela y Ecuador. No está presente en otros como Brasil, Colombia, Chile o Perú. América Latina es un continente que siempre ha sido muy heterogéneo, y que ahora ha aumentado su heterogeneidad, y no puede verse como una realidad monocolor. Las políticas públicas, la legitimidad democrática de Brasil, por poner un ejemplo, es muy diferente de la de Argentina. Por tanto, la primera respuesta es que hay que analizar caso por caso. El motivo por el que la presidenta Kitchner decidió nacionalizar los ahorros de los trabajadores argentinos responde a incentivos distintos de los que tuvo el presidente Chávez para tratar de nacionalizar el Banco de Santander o los que tiene Correa para amenazar a Repsol. Cada uno de estos tres ejemplos responde a impulsos diferentes. El segundo tema a considerar es que la crisis va a afectar mucho a estos personajes, les ha cambiado las reglas del juego de manera radical. La Argentina de la familia Kirtchner es una Argentina que dependía mucho del precio de la soja y el precio de la soja ha descendido bruscamente. Gobernar Argentina con este escenario es muy diferente. El presidente Chávez ha gobernado a Venezuela hasta el momento con tres premisas a favor. En primer lugar, el precio del petróleo; en segundo lugar, el total monopolio de la política interna y, en tercer lugar, el conflicto permanente con el presidente de los EEUU. Las tres premisas han cambiado. Las pasadas elecciones para gobernadores han arrojado un resultado en el que Chávez ha dejado de tener el monopolio político para pasar a tener sólo la hegemonía. El precio del petróleo ha pasado de 147 dólares a 40. Por último, ahora tenemos a Obama de presidente y Chávez no va a poder mantener el mismo discurso antiamericano. El presidente venezolano no tiene más remedio que reinventarse en este nuevo escenario.

Siguiendo con Venezuela, país que conoces usted muy bien, los partidos opositores ponen demasiado el acento en discutir las credenciales democráticas del presidente Chávez, tema, nos guste o no, difícil de cuestionar; sin embargo no se escuchan muchas críticas sobre el fracaso de su política social. Actualmente en Venezuela la pobreza y la desigualdad están aumentando debido a las políticas paternalistas impulsadas por el gobierno chavista. El líder que ha levantado la bandera a favor de los pobres, en realidad ha terminado por esclavizarlos aún más.

Esa es una crítica que en justicia habría que hacérselo más a los medios de comunicación europeos y americanos que a los venezolanos. La percepción internacional afortunadamente está cambiando en este tema; pero no hay que olvidar que cada vez que los periodistas europeos o americanos iban a Venezuela, la crónica que presentaban a sus lectores era la de un gobierno que estaba trabajando en favor de los pobres.

Hoy algunas empresas tienen casi tanto poder como un Estado, se han convertido en actores globales de la escena internacional. Todo esto ha llevado a mucha gente a sostener que las capacidades de los dirigentes empresariales deberían acercarse más a un perfil político. La propia oferta académica de MBA está intentando incorporar contenidos más políticos en la formación de los dirigentes. ¿Comparte usted la opinión de que la formación de los líderes empresariales debería incorporar más competencias y habilidades políticas?

Hay dos temas diferentes que plantea la pregunta. El primero es la creciente internacionalización de la educación de los MBA. Es decir, entender que un directivo empresarial además de contar con competencias técnicas necesita desarrollar otras habilidades y conocimientos teniendo en cuenta que su carrera profesional se desarrollará en varios países y necesitará operar en diferentes fronteras. Ciertamente su capacidad se verá muy limitada sino tiene una visión global del mundo. Las competencias técnicas funcionales (pueden saber mucho de finanzas u operaciones logísticas) no les van a servir de mucho cuando ese saber funcional atraviese las fronteras y se tropiece con otras variables culturales y políticas, etc. Este es un debate que hace años que está presente en las escuelas de negocio y cada escuela lo ha resuelto de diferente manera. El segundo tema está relacionado con el auge de la responsabilidad social empresarial. Las empresas que operan fuera se han dado cuenta de que son responsables de todas sus operaciones en el exterior, que deben gestionar todas las actividades de su cadena de manera responsable. En cualquier caso, el tema de la RSE es un asunto todavía muy abierto y que alimentará el debate en los próximos años.

Usted escribió un libro con el título de Ilícito en el que abordaba el creciente tráfico de productos ilícitos: prostitución, armas, droga, etc. Hace poco hablaba con un amigo mexicano que me manifestaba su escepticismo respecto a la guerra contra el narcotráfico en su país. Una guerra que a pesar de la voluntad del presidente Calderón parece que se está perdiendo. ¿Cómo podemos enfrentar el fenómeno del narcotráfico? Un problema de extraordinarias dimensiones al que nuestros líderes y políticos no parecen prestarle la suficiente atención. ¿Qué tipo de crisis debemos padecer para que este asunto empiece a ser una prioridad en las agendas de nuestros líderes? ¿Acaso la única solución pasa, como defienden algunos, por legalizar el consumo?

La guerra contra el narcotráfico está devastando América Latina, no sólo México, se trata de un problema de dimensiones y consecuencias terribles. La mayor parte de las familias mexicanas obtienen sus ingresos del sector informal de la economía y de las remesas que les mandan sus familiares. Ambas fuentes de ingresos están bajo presión. Las remesas de los mexicanos dependen de la actividad económica en EEUU, sobre todo del sector de la construcción, y tanto el sector de la construcción como la actividad económica del sector informal están disminuyendo a marchas forzadas debido a la crisis económica. Si ambas actividades disminuyen está claro que la única alternativa capaz de generar recursos va a ser el narcotráfico. Por tanto en los próximos años veremos un aumento de esta actividad criminal. Por otra parte, los Estados Unidos y la OTAN, el ejército más poderoso del mundo, está perdiendo la guerra en Afganistán. Hasta que no nos demos cuenta de que la guerra de Afganistán es una guerra por el control del comercio del opio no existirán probabilidades de ganarla. El control de la droga en Afganistán tiene tanta o más importancia que los temas religiosos.

El consenso de Washington sobre el tema del narcotráfico tiene dos pilares importantes. El primero es que el enfoque actual ha fracasado y no funciona. La política y las medidas que estamos aplicando en los EEUU simplemente no funcionan. El segundo pilar es que lo que estamos haciendo no se puede cambiar. Esa contradicción es producto de que en la actualidad no sólo hay una prohibición de consumir droga sino una prohibición para pensar en soluciones imaginativas para terminar con la lacra de la droga. Desde hace algún tiempo formo parte de una comisión presidida por el ex presidente Cardoso de Brasil y de la que también son miembros el ex presidente Cedillo de México y el ex presidente Gaviria de Colombia, entre otros. En breve vamos a emitir un documento en el que vamos a tratar de decir a los líderes, entre otras cosas, que es indispensable romper la actual prohibición para pensar. Enfrentar el problema de la droga exige plantearse otros enfoques. Eso no quiere decir que estemos proponiendo legalizarla. Proponer la legalización de la droga es una afirmación muy superficial. En realidad, cuando se dice que hay que legalizar no se está diciendo nada, mientras no se mencione cómo, cuándo, dónde… Parte del problema es que el debate sobre el narcotráfico se ha circunscrito al tema de los partidarios y detractores de la legalización y eso ha provocado que no se avance en la propuesta eficaz de soluciones.

En el último numero de Foreign Policy anunciaban la compra de la revista por el grupo perteneciente al Washington Post ¿Qué ha supuesto o mejor que va a suponer esta nueva etapa de la revista?

Personalmente me siento muy orgulloso de este paso. Llevo once años dirigiendo la revista. Comenzó como una revista trimestral muy académica, y en estos once años se ha transformado en una revista con un enfoque global. Circula en180 países y se publica en 12 idiomas diferentes. Hemos ganado los principales premios de la industria editorial estadounidenses.

La revista era propiedad de una fundación, el Carnegie Endowment for International Peace, que por 40 años la había financiado con gran generosidad y respetando la autonomía de sus editores. Pero, pese a la enorme implantación de la revista llegamos a la conclusión de que la publicación necesitaba el apoyo de un gran grupo mediático si quería alcanzar mayores cotas de presencia y difusión. La fundación me dio autorización para buscar el grupo, y cuando ya tenía tres interesados me llamo Don Graham, el dueño del Washington Post, para hacernos una oferta muy generosa. La oferta incluye respetar la línea editorial y un programa de inversiones para potenciar la revista y llevarla a los niveles que creemos que puede alcanzar. Para nosotros ha sido una enorme satisfacción contar con el apoyo de un grupo como el Washington Post. En un momento en el que la mayoría del sector editorial está sufriendo una crisis económica muy severa y también está disminuyendo el interés por los temas internacionales, Foreign Policy, sin embargo, en este contexto negativo, está contratando a más personal y expandiendo sus actividades.

Por Javier Martín Cavanna
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