Los profetas y la crisis

HAZ1 junio 2009

Podemos distinguir dos tipos de profetas. Los que reclaman poderes adivinatorios y dicen poseer facultades para conocer lo que el futuro y el azar nos depara. Y aquellos otros que diagnostican el futuro tomando como material el conocimiento del pasado y del presente.

Este arte consiste en descubrir bajo el estado de cosas presentes unas indicaciones del futuro, que ya late en la actualidad, aunque de modo oculto. Este tipo de profecía tiene siempre un punto de apoyo en los datos históricos y en un conocimiento profundo de la naturaleza humana. Los profetas de esta clase son capaces de ver el árbol porque antes han visto la semilla. Sin semilla no se atreven a profetizar.

La profecía de la segunda clase no descansa en ningún dato histórico, se apoya en algo que se conoce por revelación. Los clásicos reservaban este oficio a los oráculos, nosotros a los políticos y economistas. En la actualidad apenas quedan profetas de la primera clase.

En un reciente encuentro sobre la crisis actual cerca de cuarenta economistas y profesores de escuelas de negocio reflexionaron sobre las causas de la misma y las fórmulas más adecuadas para enfrentar el futuro. Si bien entre los expertos reunidos existían una serie de puntos u opiniones coincidentes, lo cierto es que, tras la lectura de las conclusiones del encuentro, la impresión que le queda a uno es que el futuro sigue disfrutando de tan buena salud como siempre. Quizá el problema esté, como casi siempre, en querer diseñar un modelo ideal, cuando lo cierto es que el modelo ideal no existe ni existirá y, si es lícito hablar de la organización ideal, sólo lo será aquella que mejores disposiciones tenga frente al futuro mismo.

Así las cosas, el futuro se puede esperar con temor o con confianza. De ahí que, por encima de las características que, según los citados expertos, debería reunir la sociedad del futuro, el factor crítico vendrá determinado por algo tan sencillo como la capacidad para mirar con confianza la realidad.

La confianza es una de las principales características de los emprendedores; éstos son capaces de descubrir oportunidades donde otros sólo perciben amenazas. No resulta ninguna casualidad que la mayoría de las grandes innovaciones sociales hayan surgido casi siempre en época de crisis o en contextos muy difíciles.

La Gran Depresión en los Estados Unidos fue uno de los periodos más fértiles en la historia de la innovación social. Un conjunto de propuestas e iniciativas surgió como respuesta a la crisis económica de 1929. Algunas de estas iniciativas cristalizaron en instituciones tan importantes como la Seguridad Social, la Security Exchange Commision (SEC) o el Fondo Asegurador de Depósitos. Pero, la mayoría de las innovaciones sociales que surgirán en los próximos años no procederán del Gobierno ni de los economistas, sino de las instituciones de la sociedad civil y, sobre todo, de los emprendedores sociales.

Los emprendedores sociales son una clase especial de emprendedores que se caracteriza por descubrir y poner en práctica soluciones viables a problemas sociales.

Cuando Mohamed Yunus decidió crear el Grameen Bank nada aconsejaba dar ese paso: Bangladesh era uno de los países más pobres del mundo, la religión musulmana discriminaba a la mujer, a la que veía como un ser de segunda categoría, el país sufría periódicas inundaciones, el sector financiero era inexistente y se concentraba en las pocas grandes empresas que operaban en los núcleos urbanos.

¿Qué hizo Yunus? Diseñó una tecnología para otorgar préstamos a los más pobres, centrándose especialmente en las mujeres y en las zonas rurales. Si Yunus hubiese pedido consejo a nuestros gurús, muy probablemente seguiría hoy en día dando clases de economía en Dakha. Pero decidió no hacer caso a los economistas y políticos (lección primera) y luchar con tesón por hacer realidad su sueño (lección segunda).

Cuando nuestros gurús tratan de explicar el modelo del Grameen Bank suelen centrarse exclusivamente en los elementos de la tecnología del microcrédito: la escala en los préstamos, la proximidad al cliente, la reducción de los costes de transacción en las operaciones, las garantías morales de la comunidad, la evaluación del riesgo centrada en el conocimiento del cliente y su reputación, etc. Sin despreciar todos estos elementos, es preciso recordar que el principal acierto de Yunus fue mantener una mirada positiva sobre el ser humano y reconocer su dignidad. Al considerar a los «pobres» como clientes Yunus confió en sus capacidades y recursos, les ofreció una oportunidad y estimuló su autoestima.

«Crédito» viene de creer, de confiar. Sólo los que tienen una gran confianza en el ser humano están en condiciones de afrontar con esperanza el futuro. Estos son los profetas que necesitamos hoy.

Javier Martín Cavanna, presidente editor
@jmcavanna
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