Lluvia de millones ‘solidarios’ sobre Notre Dame

Aún no se habían apagado del todo las llamas de la catedral parisina cuando grupos de empresas y familias de grandes empresarios se lanzaban a la carrera de la solidaridad y el mecenazgo.
<p>Foto: Wandrille Preville</p>

Foto: Wandrille Preville

Unas acciones que caminan por el fino hilo que divide a la solidaridad real de otras cosas como el marketing, el postureo y las ventajas fiscales, y que personalmente creo que en la mayoría de casos no acaban cayendo sobre la solidaridad real.

En el momento de escribir estas líneas, todavía no se sabe ni cuánto va a costar la reconstrucción, pero quizá se haya recaudado tanto dinero como para construir la catedral desde cero, una cifra que debe de andar ya por los 1.000 millones de euros entre unos y otros.

El listado de donantes conocidos es extenso. Según leo en diversos periódicos, el grupo Pinault (accionistas de Kering y uno de los más ricos de Francia) aportará 100 millones de euros; el grupo empresarial Louis Vuitton Moët Hennessy (LVMH) otros 200 millones; el grupo cosmético L’Oréal y la familia Bettencourt (relacionada económicamente con dicho grupo), otros 200 millones (100 de ellos provenientes de su fundación familiar); la petrolera Total ha prometido 100 millones; Apple una cantidad aún no determinada; el ayuntamiento de París promete 50 millones; la región de París, 10 millones; el Banco Central Europeo, una cantidad por determinar, etc.

Esas son las cifras de empresas y administraciones más conocidas, pero a buen seguro hay otras muchas de menor importancia o fama que han prometido su ayuda en cifras concretas más modestas o que aún no las han determinado.

Además, también deberán entrar en juego las aseguradoras, no solo de la propia catedral (en el caso de incendio fortuito) sino de las empresas que estaban haciendo las reformas en el momento del incendio (en el caso de negligencia).

Como vemos, parece que aquí el dinero no va a faltar y va a ser el menor de los problemas.

Notre Dame, símbolo de la “ciudad de la luz”

Tuve el placer de visitar la catedral a finales del año pasado y he de decir que, aunque no soy un entendido en catedrales o arquitectura ni mucho menos y habiendo visitado muchas iglesias en muchísimos países, me pareció impresionante.

Las colas para entrar eran muy largas y sin duda es uno de los atractivos más visitados de Francia y también del mundo.

Un lugar que debe ser reconstruido no solo por ser un imán que atrae turistas y dinero sino por su importancia como símbolo nacional francés y por su valor arquitectónico e histórico para occidente.

La manera en que se gestiona su reconstrucción o, mejor dicho, cómo se está recaudando dinero para ello, no deja de ser un poco sorprendente cuando se compara con otras necesidades sociales.

Pero la manera en que se gestiona su reconstrucción o, mejor dicho, cómo se está recaudando dinero para ello, no deja de ser un poco sorprendente cuando se compara con otras necesidades sociales tanto a nivel parisino, francés o mundial.

Uno tiene la sensación de que para reconstruir un edificio (todo lo simbólico e importante que queramos) hay dinero de sobra pero para hacer frente a otras necesidades acuciantes y ya existentes desde hace muchos años no hay ni la misma prisa ni tampoco el mismo entusiasmo monetario.

Y aún así, se hace especial hincapié en que los ciudadanos de todo el planeta pongan su “eurito de arena” para la reconstrucción.

Aunque, viendo la cantidad ingente de donativos prometidos, no sé qué ciudadanos se van a ver interpelados realmente a donar un euro. Con un #jesuisparis o #jesuisnotredame en las redes sociales probablemente bastará (véase #Jesuis… activistadesofá).

La catedral necesitaba un dinero para su restauración que no llegaba

Tampoco he leído en ninguna parte cuál va a ser la aportación de la iglesia en todo esto. No hemos de perder de vista que Notre Dame es una catedral católica y dicha iglesia, más allá de discusiones sobre si es más o menos rica, no se puede decir que sea precisamente pobre.

Pero también leo en La Vanguardia, que el rector de Notre Dame llevaba años pidiendo en asociaciones estadounidenses 150 millones de euros para las obras de restauración que se estaban llevando a cabo, porque en Francia nadie le estaba haciendo caso ni dando apenas nada.

Parece que las llamas de Notre Dame han sido la chispa del incendio de “solidaridad” de las empresas.

¿O quizá se busca algo más que ser solidario como decía al inicio? ¿quizá erigirse como empresas salvadoras del símbolo, tener publicidad gratuita, y desgravarse unos buenos millones de euros? Lo veremos a continuación.

La Ley del mecenazgo francés y sus especiales ventajas

Según la Ley del mecenazgo existente en Francia, las empresas que realicen donativos tienen derecho a una reducción de impuestos equivalente al 60% de lo donado, hasta un cinco por mil de su volumen de negocio, y en el caso de los particulares una reducción del impuesto sobre la renta equivalente al 66% de lo donado, siempre y cuando las cantidades donadas sean menores del 20% de la base imponible.

Según la Ley del mecenazgo francesa, las empresas que realicen donativos tienen derecho a una reducción de impuestos equivalente al 60% de lo donado, hasta un cinco por mil de su volumen de negocio.

Es decir, que las empresas antes enunciadas probablemente se beneficiarán de dichas ventajas (el límite lo marcará su volumen de negocio) y el resto del dinero irá a cargo del Estado francés.

Pero aún hay más, en el caso de que el donativo vaya destinado a un “tesoro nacional”, el porcentaje a deducir sería del 90% de lo donado.

¿Y adivinan qué?  El exministro de Cultura Jean-Jacques Aillagon, y actualmente asesor de Pinault para sus fundaciones artísticas, ha pedido declarar Notre Dame tesoro nacional. ¿Casualidad? No soy muy dado a creer en ellas, más aún cuando tras saltar la polémica, la familia Pinault ha dicho que va a renunciar a cualquier ventaja fiscal por su donación.

¿Quizá les ha salido el tiro por la culata y toca recular para que su imagen no se vea perjudicada en este caso?

Sea como fuere, la catedral se ha de reconstruir, independientemente de con qué dinero. Si no hubiera donaciones, quizá sería el Estado francés el que debería poner el dinero sobre la mesa, y entonces el 100% de ese este vendría, indirectamente, del bolsillo de los ciudadanos franceses.

Desde mi punto de vista, la Ley de mecenazgo es buena puesto que promueve que particulares y organizaciones apoyen diversas causas a la vez que se benefician de ello, pero no me parecen correctas otra serie de cosas que tienen que ver con ello.

Altruismo y solidaridad vs. oportunismo

Entre aquello que no veo bien concretamente en el uso de las leyes de mecenazgo (tanto en Francia como en otros países) está que las empresas se aprovechen de situaciones como la de Notre Dame para lanzar una imagen de buenismo que puede que se corresponda con en el resto de sus acciones.

Por favor, nótese que no estoy hablando ahora exclusivamente de las empresas que he dicho antes (y de las que desconozco exactamente su responsabilidad corporativa puesto que no la he estudiado) sino de todas las que entran en la categoría de macrocorporaciones y que, en muchas ocasiones, se aprovechan de esas leyes usando para ello unos beneficios monetarios que han sido obtenidos a través de trampas  y evasiones fiscales y tributación fuera de los lugares donde realizan sus actividades reales, para así lavar su cara, dárselas de solidarios y comprometidos y obtener una publicidad gratuita como grandes salvadores de símbolos y causas varias.

Unos donativos que son mera acción social realizada por empresas que, quizá, no son todo lo responsables socialmente que deberían.

En definitiva, unos grandes beneficios obtenidos por no pagar todos los impuestos que les corresponden, lo cual es una ofensa a los ciudadanos que sí que los pagan y que, además, terminan costeando ese porcentaje de los donativos que les es retornado a las organizaciones a través de los beneficios fiscales en una suerte de lavado de dinero para ellas.

Unos donativos que son mera acción social realizada por empresas que, quizá, no son todo lo responsables socialmente que deberían, que no se esfuerzan en maximizar sus impactos positivos y que no minimizan ni responden adecuadamente a los negativos.

Más allá de eso, desde el punto de vista empresarial pero también social, deberíamos pensar qué razones existen para que se donen millones de euros en un suspiro para restaurar una catedral y no se haga lo mismo para otras causas importantes de diversa índole como por ejemplo emergencias humanitarias, lucha contra el cambio climático, consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, o cualquier otra que se nos ocurra.

Dejo para el lector las reflexiones que considere necesarias sobre todo lo anterior, pero creo que, lamentablemente, muchas empresas se mueven continuamente entre el oportunismo, el ventajismo económico y la propaganda, que hay muchas causas y problemas que no nos interesan realmente porque los vemos lejanos en el espacio o el tiempo, y que, en definitiva, todos en un momento u otro saldremos perjudicados a todos los niveles.

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