A debate: ¿es eficaz la ayuda al desarrollo?

HAZ27 septiembre 2007

Javier Martín Cavanna. Es el Presidente de la Fundación Revista Haz, la institución que edita CE, y cuya misión es «fortalecer el liderazgo del sector social mediante las alianzas y proyectos con la empresa privada».

Durante los últimos 15 años ha trabajado en el mundo de la cooperación al desarrollo en América Latina, África y Asia, como director de la Fundación Codespa y asesorando a distintos organismos internacionales.

Es Profesor Asociado del Instituto de Empresa en el área de Responsabilidad Social Empresarial, y autor de varios artículos sobre la cooperación al desarrollo, las microfinanzas y la gestión de ONGs. En el primer trimestre de 2008 saldrá a la luz su libro «Viaje a la otra orilla: cooperación al desarrollo en América Latina», publicado por la Editorial Norma, que recoge distintas experiencias en el mundo de la cooperación al desarrollo.

Jaime Pozuelo-Monfort. Finalizó ingeniería de telecomunicación en la Universidad Politécnica de Madrid en 2000. Posteriormente finalizó másters en administración de empresas en el Collège des Ingénieurs en París, en análisis financiero en la Universidad Carlos III de Madrid, en ingeniería financiera en la Universidad de California-Berkeley, y en desarrollo económico en la London School of Economics.

Actualmente realiza el máster en administración pública en la Universidad de Columbia. Sus intereses entrelazan los campos de la economía financiera y el desarrollo económico. Además es columnista de opinión en prensa escrita y electrónica. De especial interés es su serie de 10 artículos titulada «10 ideas para incrementar la financiación a los países menos desarrollados», que se puede consultar en su blog: http//j.pozuelo-monfort.com

Eficacia

Son muchos los que desde distintos frentes cuestionan la eficacia real de la ayuda al desarrollo. Los principales países receptores de ayuda al desarrollo no parecen experimentar ningún avance, llevan recibiendo ayuda desde hace décadas y su situación se mantiene igual o peor. ¿No ha llegado la hora de preguntarse si vale la pena ayudar a quien no quiere ayudarse a sí mismo?

JAIME POZUELO-MONFORT: La historia de la ayuda al desarrollo es una historia sesgada, interesada y partidista, en la que el mundo industrializado ha priorizado sus propios intereses y ha concedido prestamos a fondo perdido supeditados a la adopción de unas estrictas reglas que persiguen extender sin excepción el modelo económico neoliberal a lo largo y ancho de la geografía.

La historia de la ayuda al desarrollo no es una historia de éxito. Es una historia de fracaso porque sus prolegónemos se enmarcaron en el mundo poscolonial de la guerra fría entre las dos superpotencias de la época, que concedían apoyo económico a dictadores en África, América Latina y Asia a cambio de la adopción de uno u otro sistema económico.

La población del mundo en vías de desarrollo sigue necesitando de la ayuda al desarrollo. No hay que poner en cuestión su utilidad, sino los mecanismos de asignación y gestión, que han demostrado ser inoperantes e inefectivos.

La población del mundo en vías de desarrollo no puede ayudarse a si misma porque no tiene medios, no tiene recursos, porque vive en regimenes políticos gobernados por representantes políticos ilegítimos que a menudo defienden su interés personal y miope, ignorando y olvidando los verdaderos problemas de la población, y enzarzándose en conflictos bélicos auspiciados por el suministro armamentístico desenfrenado de los grandes fabricantes de armamento provenientes en su mayoría del mundo industrializado.

JAVIER MARTÍN CAVANNA: La ayuda al desarrollo es un fenómeno de post-guerra marcado por las prioridades políticas de la guerra fría. Desde sus orígenes nació con dos objetivos potencialmente conflictivos.

El primer objetivo era promover el crecimiento a largo plazo y la reducción de la pobreza en los países menos desarrollados.

El segundo objetivo era promover los intereses políticos y estratégicos a corto plazo de los países donantes, por eso la mayoría de la ayuda se canalizó a los países y regímenes de las potencias occidentales.

Ahora bien, los objetivos de desarrollo y los objetivos estratégicos pueden ser potencialmente contrapuestos pero no necesariamente. La dificultad en conciliar esos dos objetivos ha sido la principal causa de que la ayuda no siempre haya sido eficaz. No creo, sin embargo, que la explicación de la falta de eficacia se encuentre principalmente en el hecho de que los países más desarrollados hayan intentado imponer el modelo neoliberal.

Lo primero que hay que decir es que lo que se viene denominando modelo neoliberal o capitalista es el único que ha funcionado, con los ajustes que se quieran, pero es el único eficaz. Nos guste o no lo que ha fracasado y sigue fracasando es el modelo socialista en sus distintas modalidades.

Por otra parte, no puedo estar más en desacuerdo con la afirmación de que «la población del mundo en vías de desarrollo no puede ayudarse a sí misma». Si eso fuera cierto, la ayuda no tendría sentido, pues la primera condición para asegurar la eficacia de la ayuda es que el receptor quiera dejarse ayudar, y dejarse ayudar supone cumplir metas, rendir cuentas y mostrar resultados. Si no se dan esas condiciones lo mejor es no ayudar o no hacerlo a través de los canales oficiales.

El ejemplo de Cuba es muy significativo, la ayuda al desarrollo de los países europeos y, sobre todo, de España sólo ha servido, sólo está sirviendo para consolidar un régimen totalitario no para ayudar a la población cubana.

0,7%

Cuando se habla de pobreza y desigualdad en el mundo siempre surgen voces que acusan a los países desarrollados de ser los culpables por su falta de generosidad, por no cumplir el objetivo señalado hace cinco décadas por Naciones Unidas de destinar el 0,7% del PIB a la ayuda al desarrollo. ¿Qué piensan al respecto?

JPM: El objetivo del 0.7% es en la situación actual un objetivo poco ambicioso que necesita ser redefinido en el marco de los Objetivos del Milenio de Naciones Unidas. Ya no se trata de superar un umbral que pocos han rebasado.

Ya no se trata de contentarse con el cumplimiento de un indicador cuyo significado ha perdido relevancia en un mundo de dos velocidades en el que los poderosos controlan de forma desigual el control de mando.

La falta de generosidad del mundo desarrollado va más allá del simple objetivo de alcanzar el 0,7%. La falta de generosidad del mundo desarrollado se muestra y demuestra con el doble rasero de las imposiciones económicas que promovemos en el mundo en vías de desarrollo. Por un lado pretendemos establecer nuestro modelo económico liberal por activa y pasiva, a todo país dispuesto a formar parte de las Instituciones Económicas Internacionales.

Por otro lado no somos capaces de hacer cumplir esas mismas reglas en el interior de nuestras fronteras: desde los subsidios agrícolas que se mantienen e impiden la exportación al mundo en vías de desarrollo, pasando por la vista gorda ante excepciones como los paraísos fiscales, hasta la falta de ética de compañías petrolíferas y de distribución a la hora de operar en países del tercer mundo.

JMC: Uno de los «slogans» que ha conseguido la máxima aceptación es el del «0,7 %». El mensaje no puede ser más sencillo. Para terminar con la pobreza bastaría con que los países ricos destinaran el 0,7% de su PIB a los países pobres. Hay que reconocer que el mensaje tiene consistencia desde el punto de vista publicitario. Por tres razones: es «visual», 0,7%; es «simple», todo el problema se elimina con una sencilla operación matemática y, por último, llega directamente al «corazón», pues ¿quién es el desalmado que se negaría a dar el 0,7%? En definitiva, un excelente mensaje; ¿pero es verdadero? La respuesta es no.

Existe un gran consenso entre las mejores organizaciones que trabajan en el desarrollo, en el sentido de que la eliminación de las causas de la pobreza y la desigualdad no se consigue principalmente aumentando los recursos sino administrándolos mejor.

Antes de incrementar la cantidad de ayuda debe mejorarse la calidad de la misma, si no estaremos contribuyendo, consciente o inconscientemente, a empeorar la situación, y es mucho lo que queda por hacer para aumentar la «calidad» de la ayuda antes de plantearse aumentarla.

Países Nórdicos

Con frecuencia se señala con el dedo a los países nórdicos como un referente a seguir en este campo. Suecia, Dinamarca, Noruega siempre se sitúan en primera línea en el peso que su Ayuda Oficial al Desarrollo tiene en relación con el PIB. ¿A qué se debe esa convicción de los países nórdicos y por qué los países latinos dan la impresión se ser menos generosos en este tema?

JPM: Los países nórdicos han sido históricamente un ejemplo a seguir a nivel de gasto social, ofreciendo la versión más sofisticada y avanzada del denominado estado del bienestar. Un modelo económico más social basado en una mayor tasación impositiva de las rentas altas, que por tanto cree de una forma mas determinada en el concepto de redistribución.

Los países nórdicos combinan a la perfección un modelo económico liberal con un modelo social de sociedad, en una sorprendente combinación de eficiencia económica a nivel de gasto público que no se ha visto replicada en otros países del mundo desarrollado. Se trata por tanto mas de una excepción que de una generalidad, y como tal su replica es quizás un sueno inalcanzable para otras economías de tamaño mucho mayor como la francesa, la alemana o la estadounidense.

España conforma precisamente la excepción que confirma la regla entre los países latinos. Con un crecimiento económico notable, unas cuentas saneadas, y unos indicadores macroeconómicos en constante mejoría, es hora de que España lidere un nuevo modelo de gestión económica sostenible, volcado con la población del mundo en vías de desarrollo, que anhela y espera, de una vez por todas y hoy mas que nunca, un cambio de paradigma que demuestre que la gestión eficiente de la ayuda es tan posible como necesaria

JMC: Niego la mayor. No estoy de acuerdo con que los países nórdicos sean los más generosos ¿Es realmente el porcentaje de la AOD -Ayuda Oficial al Desarrollo- el mejor indicador para medir la generosidad de los países y su contribución al desarrollo? No esta nada claro.

En efecto, el 0,7% como expresión del porcentaje de la AOD en relación con el PIB es un indicador que deja muy bien parado a los países nórdicos, en los que el peso del Estado y, consecuentemente, de las ayudas públicas es muy grande. Sin embargo, ese parámetro tiene menos sentido en otros países en los que el Gobierno, gracias a Dios, tiene un rol mucho menor, y quien lleva el peso es la sociedad civil.

¿Cómo cambiaría el cuadro de la generosidad de los países si se incluyese no sólo la ayuda pública sino también la privada? Pues bien, en este caso el país más generoso serían los Estados Unidos, cuyo porcentaje en relación con el PIB es de 1,67%, seguido del Reino Unido con un 0,79%. Los países nórdicos saldrían muy mal parados si en la foto final se utilizara este criterio.

Gestión

¿Cuál debe ser el papel de los organismos multilaterales de ayuda? Desde fuera parecen grandes máquinas burocráticas que consumen gran parte del dinero destinado a ayudar a terceros. ¿Se ajusta esta descripción a la realidad?

JPM: Hemos de superar el modelo de gestión de la ayuda que ha demostrado su inoperancia, falta de reacción, y falibilidad sucesivamente y repetidamente a lo largo de las últimas décadas. Es hora de que el mundo desarrollado interrumpa su intromisión en las políticas de asignación de fondos al mundo en vías de desarrollo. Una intromisión basada en el propio interés geoestratégico del mundo desarrollado, que hace un flaco favor a los verdaderos problemas de hambre, de enfermedad y de carestía de educación del mundo en vías de desarrollo.

Las actuales Instituciones Económicas Internacionales (IEI) deben adoptar un modelo de gestión más democrático que incorpore el peso demográfico de los países en vías de desarrollo. Las actuales IEI deben dejar de operar desde y para Occidente para fijar su base operativa en el mundo en vías de desarrollo.

La intromisión de Occidente es únicamente perjudicial para los intereses del mundo en vías de desarrollo, porque los intereses de Estados Unidos no coinciden con los de Francia, porque los intereses de España se alinean mas con sus ex – colonias, mientras que los del Reino Unido se alinean mas con sus ex–colonias.

JMC: Es mucho lo que tienen que cambiar las Instituciones Económicas Internacionales en la gestión de la ayuda. Los deberes, sin embargo, no se encuentran sólo ni principalmente en los países desarrollados, los países receptores, tienen también que hacer un profundo examen de conciencia.

En mi opinión, la mejora en la gestión pasa por adoptar las siguientes medidas: 1) Una mayor orientación a los resultados y no a los procesos o al cumplimiento de actividades. Los organismos de desarrollo, públicos y privados, siguen evaluando su ayuda en términos de cantidades transferidas y no de resultados logrados o impactos generados.

2) Una mayor participación y peso de los receptores de la ayuda en la fijación de las prioridades, pero condicionando la ayuda de los donantes a la consecución de resultados de los receptores.

3) Mejorar los mecanismos de coordinación de las diferentes agencias e instituciones. Uno de los problemas de la ayuda oficial al desarrollo es la carencia de mecanismos que eviten las duplicidades y la enorme dispersión de la misma. 4) Mejorar la transparencia y la rendición de cuentas, tanto de los receptores como de los países donantes; y, 5) Fortalecer la capacidad de gestión y planificación de las instituciones públicas receptoras.

Empresa

La empresa ha irrumpido con fuerza en el mundo de la cooperación al desarrollo. Iniciativas como el Global Compact de Naciones Unidas o campañas como los Objetivos del Milenio han animado a grandes compañías a alinearse en la lucha contra la pobreza. ¿Qué piensan del papel que está llamado a cumplir la empresa? ¿Se trata de meras operaciones de imagen o hay detrás un verdadero compromiso?

JPM: Hay un cierto compromiso de sostenibilidad futura sometido en parte a la presión mediática que persigue querer aparentar unos objetivos que van más allá de la maximización pura y dura del beneficio económico. Hay un cierto compromiso de sostenibilidad basada en la incorporación paulatina y progresiva de políticas respetuosas con el medioambiente y el ser humano.

Pero este compromiso no tiene plazos, y es voluntario.

Desgraciadamente es demasiado tarde para dejar que las empresas adopten sus propios ritmos a la hora de establecer políticas de gestión sostenible.

Hemos dejado pasar demasiado tiempo. La sociedad occidental se ha dormido en los laureles desde tiempos inmemorables y debe despertar de una falsa realidad, de un sueno que si no se interrumpe se vera abocado a una crisis de dimensiones inimaginables que ya ha comenzado.

El paradigma de sostenibilidad corporativa debe ser impuesto por Agencias de calificación externas e independientes, y el consumidor con su poder de compra debe penalizar a aquellas corporaciones carentes de ética empresarial, dejando de comprar sus productos o servicios, del mismo modo que un inversor no invertirá en un activo financiero que no sea lo sufi- cientemente rentable.

Es demasiado tarde. El mundo esta herido de muerte. Ojala no fuera demasiado tarde. Ojala tuviéramos todo el tiempo del mundo para solventar los numerosos errores del pasado.

Ojala viviéramos en un mundo ideal del que una mayoría de la población de occidente pretende no querer salir. Necesitamos reaccionar de manera global y enfrentarnos a problemas de dimensión mundial.

Necesitamos líderes políticos, corporativos, capaces de realizar un cambio de rumbo en una nave que navega a la deriva. Necesitamos líderes capaces de realizar un giro de timón que permita materializar la máxima de que otro mundo es posible.

JMC: No creo que la empresa tenga que pedir perdón colectivamente de nada.

Probablemente sea la institución que más ha contribuido al desarrollo económico y social de todas las existentes.

Eso no significa que no existan ejemplos de malas prácticas empresariales.

La «sostenibilidad», en todo caso, no es un concepto que hayan inventado los ecologistas sino una condición esencial de la propia actividad empresarial.

Una empresa que no gestiona adecuadamente todos sus recursos y se deja guiar por objetivos cortoplacista no es una empresa, sino una caricatura de empresa.

Por otra parte, soy absolutamente contrario a cualquier medida que el Gobierno quiera imponer a las empresas en sus políticas de Responsabilidad Social. Me parece que la empresa tiene que cumplir las leyes, y el resto de la iniciativa social debe dejarse a su libre iniciativa.

En cuanto a si están llamadas a cumplir un papel importante en la lucha contra la pobreza diría dos cosas.

La primera es que ya lo están haciendo, y la segunda, en consonancia con la anterior, es que si quieren hacer más lo que deben hacer es convertir a los pobres en sus clientes. Existen ya suficientes experiencias de empresas en todos los sectores económicos que están consiguiendo atender a ese mercado de 4.000 millones de personas de bajos recursos, a ese mercado de la Base de la Pirámide como se le denomina.

Microcrédito

El microcrédito es una de las pocas iniciativas que ha probado su eficacia en la lucha contra la pobreza. Nadie niega el enorme impacto de los programas de microfinanzas y lo acertado de su enfoque, un enfoque que no descansa en el subsidio permanente sino en la capacidad de pago de los prestatarios, de hecho algunos se preguntan, si los pobres pueden pagar ¿por qué regalar?

JPM: Los pobres son capaces de lo mismo que son capaces los ricos. Los pobres tienen hambre y sed, los ricos también. Los ricos tienen iniciativa y ambición, los pobres también. Los pobres carecen de acceso a las herramientas disponibles a los ricos, sin las que resulta inviable salir adelante, sin las que no es posible construir un presente y un futuro mejor.

Facilitemos esas herramientas al mundo en vías de desarrollo. Aseguremos que la población que vive en la pobreza extrema tenga acceso universal a una educación, a unos servicios sanitarios básicos, a agua potable y saneamiento. Proveamos de las herramientas que el mundo pobre necesita para salir adelante.

Los microcréditos han sido una historia de éxito facilitando el acceso a servicios financieros básicos a una población carente de toda suerte de intermediación financiera. El crédito es el motor de Occidente y un sistema fi- nanciero robusto y estable es una de las condiciones que permite el crecimiento y el desarrollo.

No se puede construir la casa desde el tejado. Debemos ser capaces de establecer las bases del crecimiento, unas bases sólidas, unas bases capaces de mantenerse con el devenir del tiempo, unas bases sólidas sobre las que la sociedad del mundo en vías de desarrollo sea capaz de crecer.

JMC: Me parece que el microcrédito y las instituciones de microcrédito son un excelente ejemplo del cambio necesario que requieren los enfoques convencionales del desarrollo y de la ayuda oficial, y también del importantísimo papel que está llamada a jugar la empresa. En efecto, las instituciones «microfinancieras» han demostrado que los pobres pueden ser, lo son ya, excelentes clientes. Considerar a los «pobres» como clientes implica confiar en sus capacidades y recursos, ofrecerles oportunidades y estimular su autoestima.

La filosofía del microcrédito –crédito viene de creer, de confiar- se ha extendido al mundo de la empresa, y hoy en día se han multiplicado las iniciativas del sector privado que ven en la denominada «base de la pirámide», un mercado potencial que sólo requiere para ser atendido cambiar la mentalidad tradicional. Quizá considerar a los demás como clientes, como personas responsables, con capacidad para salir adelante cuando se les ofrecen los medios tenga algo que ver con reconocer su dignidad.

ONG’s

Hoy no se puede hablar del desarrollo sin mencionar a las ONGs, uno de los protagonistas principales no sólo en la ejecución de proyectos sino en la sensibilización de la opinión pública sobre estos temas. ¿Qué opinión les merece el sector de las ONGs?

JPM: Las ONG son la clave del futuro modelo de desarrollo sostenible. Las ONG merecen todo el reconocimiento de la sociedad civil y de la clase política y empresarial, pero deben enfrentarse a los nuevos retos y madurar su modelo operativo. La iniciativa privada sin ánimo de lucro debe profesionalizarse y dar información puntualizada de sus actividades y sus gastos a aquellos que han decidido dedicar parte de sus ahorros a su actividad.

La iniciativa privada sin ánimo de lucro debe someterse a la presión de la difusión mediática de su actividad operacional y financiera, con el objetivo de maximizar su eficiencia y premiar a aquellas que realicen una labor demostradamente positiva, penalizando a aquellas que no satisfagan las expectativas de los donantes.

Los donantes se convierten de este modo en inversores sin ánimo de lucro que deben monitorizar de forma escrupulosa el retorno social de su inversión, asegurándose de que la ONG en particular en la que han depositado su confianza cumpla religiosamente con sus obligaciones.

JMC: Ciertamente, es importante el papel que las ONGs están llamadas a jugar en el futuro. Yo no me atrevo a afirmar que su papel sea clave para asegurar un modelo de desarrollo sostenible, pero si coincido en que deben hacer un gran esfuerzo por mejorar su eficacia y eficiencia en la administración de sus recursos. Para mi la asignatura pendiente del sector de las ONGs –un sector en el que vengo trabajando desde hace quince años- consiste en transformar su compromiso social en resultados concretos y verificables. Es muy necesario dar el paso de las buenas intenciones a los logros.