In Memoriam

HAZ1 julio 2008

Uno de los empresarios españoles más relevantes del siglo XX. Doctor ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, fundó Ferrovial en 1952 y durante los siguientes 48 años ocupó su presidencia. Tras esta exitosa trayectoria, en 1999 creó la Fundación Rafael del Pino. Entre los numerosos cargos que ocupó a lo largo de su vida, destaca la presidencia de diversas empresas, como Europistas, Enagás y Philips Ibérica. Además, fue socio fundador del Círculo de Empresarios y presidió la patronal constructora Seopan y la Junta Directiva del Instituto de la Empresa Familiar (IEF).

Dedicada en sus orígenes a la renovación de vías y a la explotación de talleres de cajeo de traviesas, Ferrovial inició su primera obra en la provincia de Burgos, a la que siguieron numerosas actuaciones en otros lugares de España. La compañía demostró enseguida su vocación internacional y amplió durante los años sesenta sus horizontes para construir carreteras, presas hidroeléctricas y plantas de tratamiento de agua. Pese a la crisis de la década de los setenta, Rafael del Pino lideró la internacionalización de Ferrovial y su diversificación hacia el mercado concesional, la promoción inmobiliaria, los servicios urbanos y el mantenimiento de infraestructuras.

Desde entonces, Ferrovial se ha asentado en el mercado mundial como el referente de innovación y gestión sostenible, con presencia en más de 40 países, una plantilla de 100.000 empleados y una facturación en 2007 de más de 14.000 millones de euros.

Su inquietud y espíritu emprendedor le llevó en 1999 a crear la Fundación Rafael del Pino, a fin de «contribuir a la mejora de los conocimientos de los dirigentes de la España del futuro, al impulso de la iniciativa individual y al fomento de los principios de libre mercado y libertad de empresa. Nuestros dirigentes han demostrado que con tenacidad y esfuerzo pueden alcanzarse lugares de excelencia en todos los campos del saber y de la actividad profesional y empresarial. Merece la pena que puedan desarrollar con todo éxito sus capacidades en un mundo progresivamente globalizado, en el que la competitividad es una referencia fundamental».

«Todos tenemos una gran tarea por delante: la de contribuir a que el conocimiento heredado de otros, junto con nuestro particular valor añadido, siga transmitiéndose a las siguientes generaciones en libertad. Todo ello desde el servicio a los demás y mediante nuestra entrega, nuestro esfuerzo y nuestro sacrificio. Y si aplicamos así nuestro conocimiento a mejorar el bienestar de más gente, habremos cumplido con nuestro deber y habremos contribuido un poco a facilitar la convivencia de los habitantes de la Tierra». «Las cosas hay que hacerlas con amor», solía repetir a sus colaboradores. «Con la cabeza fría pero con el corazón muy caliente, porque si no, es como si nada».

 

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