La misión entre los bizcochos

HAZ20 febrero 2012

En junio de 1988, Francess Hesselbein, la conocida directora ejecutiva de las Girl Scouts, dirigió una carta a varias de sus delegaciones locales, recordándoles el acuerdo tomado por el patronato nacional de la organización en el sentido de realizar un mayor esfuerzo por diversificar las fuentes de financiación.

Ese esfuerzo se concretó, entre otras medidas, en la decisión de limitar a una al año las campañas de venta de los tradicionales bizcochos, una importante fuente de ingresos para las delegaciones locales.

Para algunos está decisión suponía una intromisión injustificada en las actividades de las filiales y un claro ejemplo de los asuntos en los que el patronato no debe inmiscuirse.

¿Qué sentido tiene dedicar parte del tiempo a discutir el número de bizcochos que pueden vender las delegaciones locales? ¿Acaso no debería centrarse el Patronato en cuestiones más importantes y no distraerse con temas colaterales? No lo entendía así Hesselbein y en las cartas, que aparecían firmadas conjuntamente por ella y la presidenta nacional del patronato, se recordaba que este había tenido presente dos grandes preocupaciones.

La primera es que si las «girls scouts» participaban en más de una venta de bizcochos al año, gran parte de su tiempo se orientaría a esa actividad en perjuicio de otras. Y si bien, la venta de bizcochos constituía una oportunidad importante para que las niñas desarrollasen algunas habilidades y recaudasen fondos, estaba claro que las «girls scouts» no podían convertirse en «vendedoras de bizcochos». La segunda se refería al estatus fiscal de la organización.

«Esto no es un negocio. Si la venta de bizcochos en lugar de ser una actividad aislada se multiplica y aumentan los ingresos comerciales (non-related-businessincome), ingresos por los cuales debemos pagar impuestos, podemos poner en peligro nuestra calificación de organización fiscalmente exenta y perder la condición de entidad sin ánimo de lucro».

El paso del tiempo dio la razón a Hesselbein y demostró que el «asunto de los bizcochos» y la misión de las Girls Scouts – «ayudar a cada chica a alcanzar su más alto potencial»– no estaban tan desconectados. Hablar de la importancia de la misión en las entidades no lucrativas se ha convertido en un «tópico», pero con frecuencia se piensa que la misión está relacionada con cuestiones «estratégicas», una palabra que se utiliza para referirse a asuntos que al parecer son muy importantes, consumen gran parte del tiempo de la alta dirección y están situados en algún lugar cercano al séptimo cielo. Desde luego no entre la masa de los bizcochos.

El gran acierto de Francess Hesselbein y de su patronato fue descubrir la misión entre los bizcochos –»Dios está entre los pucheros», repetía la santa de Ávila–, tarea nada fácil. Decisiones de este tipo contribuyeron a hacer de las Girls Scouts «la institución –en palabras de Peter Drucker– mejor gestionada de los Estados Unidos» y a convertir su estilo de dirección (Managing for the Mission: missionfocused; values-based y demographics-driven) en el paradigma de la excelencia directiva.

Por Javier Martín Cavanna

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